Un cultivo bajo sospecha
El lino, para el que no se encuentran usos, ha resurgido al calor de las subvenciones
El lino fue un cultivo tradicional durante el pasado siglo, con unas superficies medias en torno a las 50.000 hect¨¢reas. La utilizaci¨®n de fibras sint¨¦ticas hizo que en los a?os setenta desaparecieran sus siembras. Aunque la regulaci¨®n comunitaria para la potenciaci¨®n de su cultivo data del a?o 1970, la realidad es que en Espa?a no reapareci¨® hasta la campa?a 1993-94.La primera petici¨®n para la siembra de este cultivo con ayuda comunitaria de unas 120.000 pesetas por hect¨¢rea se produjo en Soria para una superficie de 186 hect¨¢reas, con una subvenci¨®n de 23,5 millones.
Sin embargo, a la sombra de esta ayuda, mucho m¨¢s elevada que las existentes para otras producciones de herb¨¢ceos, las siembras del lino se extendieron como la p¨®lvora en Castilla-La Mancha, donde esta campa?a hay unas 36.000 hect¨¢reas; en Castilla y Le¨®n, 30.000 hect¨¢reas; en Extremadura, 9.600 hect¨¢reas; en Arag¨®n, 8.800 hect¨¢reas, y cifras m¨¢s reducidas en zonas como Andaluc¨ªa, Madrid, Navarra o La Rioja.
Esta evoluci¨®n del cultivo ha supuesto pasar de los 23,5 millones de pesetas pagados en el primer a?o a los casi 10.000 millones de pesetas previstos para esta campa?a.
Este resurgir, al hilo de las subvenciones, estuvo impulsado por los agricultores profesionales m¨¢s agresivos, que buscaban cultivos alternativos al cereal en secano, y por t¨¦cnicos avezados en el logro de ayudas comunitarias.
Al hilo de ese incremento de las superficies de siembra fueron naciendo tambi¨¦n empresas de transformaci¨®n donde entregar la materia prima, obtener la fibra y justificar el cultivo.
El lino es una producci¨®n con posibilidad de sembrarse en regad¨ªo o en secanos frescos. El espectacular crecimiento de las superficies de siembra hizo que desde la UE se exigieran una serie de condiciones m¨ªnimas para su cultivo, como el tener suscrito un contrato con una planta transformadora, el uso de 100 kilos de semilla por hect¨¢rea, justificar una producci¨®n de paja m¨ªnima de 1.000 kilos por hect¨¢rea o dejar un rastrojo con 10 cent¨ªmetros de altura. Estas exigencias se reforzaron en algunas comunidades aut¨®nomas como Castilla-La Mancha, que ha prohibido sembrar lino dos a?os seguidos. Este a?o, en esa misma l¨ªnea, para acceder a la ayuda se requiere que se recojan 1.500 kilos de paja por hect¨¢rea.
Antes de 1997 no hab¨ªa que justificar nada en torno al cultivo. Ahora hay que hacerlo. Pero si un agricultor no recoge o entrega menos de 1.000 kilos, existe la posibilidad de que la industria a quien ha comprado la semilla cara haga un ajuste entre las entregas de los agricultores para que todos tengan ese rendimiento m¨ªnimo. Si la propia empresa maneja miles de hect¨¢reas de cultivo, las compensaciones son mucho m¨¢s f¨¢ciles.
En el caso del cultivo del lino, a diferencia de otras producciones agrarias, surge otra duda que se plantean los responsables de Castilla-La Mancha. ?Para qu¨¦ sirve ese lino recogido y entregado? La realidad es que las producciones transformadas no tienen en este momento muchas salidas. En teor¨ªa se puede utilizar para papeler¨ªa, estopas, mezclas con algod¨®n, aislamientos... En la pr¨¢ctica faltan usos. A pesar de una producci¨®n de 100.000 toneladas de lino en paja, que podr¨ªan equivaler a entre 20.000 y 25.000 toneladas de fibra, Espa?a importa unas 14.000 toneladas. No hay exportaciones significativas. El lino tiene dif¨ªcil salida, y en muchos casos la paja transformada vuelve al agricultor, que la abandona .
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