La guerrilla del 69
Madrid estrenaba telef¨¦rico y en el flamante Parque de Atracciones se bailaba el ritmo de moda, ya en versi¨®n aut¨®ctona: el casatschov, de Rika Zarai. En las tertulias, si fr¨ªvolos, se hablaba de los casorios de Massiel y Marisol, y, cuando pretenciosos, de los yanquis y el Vietnam, o del caso Matesa. En lo taurino, seg¨²n avanzaba el a?o, la sorpresa la monopolizaba el imprevisible Blas Romero, Platanito, que cada noche colgaba en las taquillas de Vista Alegre el cartel de "no hay billetes". En Las Ventas, el ruedo estren¨® color albero.El rumbo de aquella temporada, sin embargo, lo fij¨® la autoridad dictando una nueva legislaci¨®n antifraude destinada a cortar de ra¨ªz la lidia de novillos travestidos de toros. La ley, que sirvi¨® para el encumbramiento del que hoy sigue siendo "el guardi¨¢n de la casta y la bravura": Victorino Mart¨ªn, provoc¨® un cataclismo sin parang¨®n entre la torer¨ªa del que quisieron aprovecharse un pu?ado de empresarios insaciables para usarlo como ariete con el que arrebatar el mando, que no el trono, a El Cordob¨¦s, el que m¨¢s cobraba.
Naci¨® entonces el trust formado por Chopera, Bala?¨¢, Barcel¨®, Canorea, Domingu¨ªn, Miranda y Stuick, y su primer edicto fue guillotinar pr¨¢cticamente de ra¨ªz los emolumentos de todos los toreros, aunque la bolsa que en verdad persegu¨ªan era la de Ben¨ªtez. La asonada estaba en marcha.
Las hostilidades se desataron en marzo al proclamar la familia que en todos y cada uno de los contratos de El Cordob¨¦s figurar¨ªan los mismos honorarios, "precio ¨²nico". La respuesta del torero fue innegociable: exig¨ªa cobrar a porcentaje seg¨²n los ingresos de taquilla. El d¨ªa 22 el mundo de los toros entr¨® en guerra. El cicl¨®n de Palma del R¨ªo, incuestionable fen¨®meno de masas, se lanz¨® a la guerrilla en compa?¨ªa de Palomo Linares, torero que era del hierro los lozano, contando con el respaldo del muy poderoso Emilio Romero.
El plan, simple y audaz, consisti¨® en organizar un circuito paralelo de festejos con precios y torillos de ganga donde desparramar todo el populismo del que andaban sobrados. La estrategia qued¨® completada con la bestial amplificaci¨®n propagand¨ªstica del diario Pueblo, cuyas portadas coparon los guerrilleros a base de flequillazos, risotadas, esperp¨¦nticos viajes en avioneta y otras extravagancias de inmediata absorci¨®n.
La cruzada fue un paseo y con la victoria naci¨® el toreo basura. Luego lleg¨® la paz y contemplaba que los unos seguir¨ªan mandando y mangoneando, y los otros, parasitando gustosos en el mangoneo. Parad¨®jicamente, alguien ajeno a la nueva familia sentenci¨® a 384.400 kil¨®metros de altura: "?ste es un peque?o paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad". Y as¨ª nos va.
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