Fragmentos de izquierda
La hegemon¨ªa de que disfruta el Partido Popular desde su amarga victoria de 1996 no ha servido para sugerir una reflexi¨®n al modo franc¨¦s, donde los diversos componentes de la izquierda pol¨ªtica hicieran cre¨ªble una alternativa al conservadurismo. En el mejor de los casos, tendremos un remedio al dislate cometido en 1995, en la forma de alianzas poselectorales PSOE-IU, que eviten la traducci¨®n de una mayor¨ªa electoral de izquierda en un gobierno regional o municipal popular. Aquella negativa de Anguita a entrar en el tr¨¢fico de sillones habr¨¢ causado ya da?os irremediables, tales como la p¨¦rdida de la alcald¨ªa de M¨¢laga; en lugares como Asturias, en cambio, el gobierno popular podr¨¢ ser veros¨ªmilmente contemplado como un simple par¨¦ntesis. Tambi¨¦n intervendr¨¢ favorablemente el hecho de que las pasadas europeas marcaron una sima en el voto socialista, y ahora podr¨¢ hablarse de mejora a poco que los pron¨®sticos se cumplan. No es mucho para lo que hubiera cabido esperar.Las responsabilidades son compartidas. Izquierda Unida ha jugado fuerte en el reforzamiento de su identidad, ligada hacia adentro al comunismo tradicional, y el azar ha venido a propiciar un buen resultado, caiga quien caiga en el resto de la izquierda. En el plano municipal, el voto es estable y cuenta menos la ideolog¨ªa. Y sobre todo, para Europa, IU tendr¨¢ en su favor la claridad con que ha condenado desde el primer momento la intervenci¨®n de la OTAN, por contraste con el PSOE. Los comunistas espa?oles han representado de nuevo la antigua comedia de una movilizaci¨®n por la paz, que es en realidad pro-Milosevic, pues ni siquiera el reconocimiento tard¨ªo de la tragedia kosovar trae consecuencia alguna. No faltan ocasiones en que se destapa el puchero, como en el acto del Ateneo de Madrid del 25 de mayo, con representantes rusos y yugoslavos, al lado de los de la casa, anunciados en carteles donde se asocia la actuaci¨®n de la OTAN con las matanzas cometidas por los ustachis croatas en la II Guerra Mundial. Pero habitualmente han hilado m¨¢s fino, y la inseguridad del resto de la izquierda al abordar el tema les convierte en heraldos de lo que no lo son. Como asimismo Frutos y Anguita tuvieron la inteligencia, por llamarlo de alg¨²n modo, de hacer la depuraci¨®n estaliniana de Nueva Izquierda y la voladura de Iniciativa per Catalunya con suficiente antelaci¨®n, los ecos de aquello se encuentran ya hoy apagados y, si los resultados son positivos, con una estabilizaci¨®n del voto por lo menos, podr¨¢n acometer la realizaci¨®n de su gran sue?o: el asalto a la direcci¨®n de Comisiones Obreras. Tendremos as¨ª la consolidaci¨®n de algo que pareci¨® peligrar hace no mucho tiempo: una izquierda reaccionaria, in¨²til para toda labor constructiva. El PSOE tendr¨¢, adem¨¢s, que contar con ellos en alianzas locales y regionales para contrarrestar el predominio del PP, sin la menor perspectiva de un proyecto en com¨²n. Ni de constituirse en alternativa de izquierda por s¨ª solo, con el complemento de Nueva Izquierda englobada en la etiqueta de progresistas. Resulta en todo caso cuestionable la imagen de un partido-afluente, como el PDNI, que en su aparici¨®n en escena reh¨²ye la confrontaci¨®n con las urnas. M¨¢s a¨²n cuando las elecciones europeas pueden ser un excelente banco de prueba para la exposici¨®n de un proyecto pol¨ªtico. Las experiencias pasadas de la incorporaci¨®n de Euskadiko Ezkerra al PSOE y de las ¨²ltimas elecciones gallegas parecen anular la esperanza de cualquier tipo de efecto multiplicador.
Del PSOE, en fin, poco cabe a?adir a lo que los m¨¢s distintos comentaristas han consignado en las pasadas semanas; la dimisi¨®n de Borrell cancel¨® una ilusi¨®n pasajera y ha devuelto el protagonismo al aparato del partido que quedara vencido en las primarias. La primavera del 98 tendr¨¢ en todo caso efectos negativos. Un partido no puede depender de un l¨ªder que act¨²a en todo momento como tal, sin ejercer la direcci¨®n pol¨ªtica ni asumir la responsabilidad como primer candidato. S¨®lo la estabilidad del fondo de votos socialista evita aqu¨ª un presagio cargado de pesimismo. Quedan semiocultas las excepciones que enlazan con la tradici¨®n de izquierda reformadora -Fernando Mor¨¢n en Madrid, Antonio Guti¨¦rrez D¨ªaz en las europeas-, signos en todo caso de que la esperanza mira en este punto hacia el pasado.
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