Desobediencia civil
En los ¨²ltimos d¨ªas de campa?a, los del PP advirtieron de que el siguiente paso de los radicales independentistas vascos ser¨ªa una campa?a generalizada de desobediencia civil aplicada a la cuesti¨®n nacional: utilizaci¨®n de un DNI vasco, boicot a los juicios no celebrados en euskera, selecciones deportivas, insumisi¨®n, negativa al alistamiento de los reclutas... Formas de presi¨®n no violenta que ocupar¨ªan la funci¨®n que antes cubr¨ªan la lucha armada y la kale borroka. Si se confirma, significar¨ªa que se han abierto paso en ese mundo los planteamientos de los compa?eros de viaje de EH: antiguos izquierdistas refugiados en Lizarra, que llevaban a?os sosteniendo que la lucha armada era un estorbo que restaba protagonismo a los movimientos sociales. John Rawls define la desobediencia civil como un "acto p¨²blico, no violento, consciente y pol¨ªtico, contrario a la ley y cometido con el prop¨®sito de provocar un cambio en la legislaci¨®n". El Estado de derecho debe hacer respetar la ley, pero su calidad democr¨¢tica se mide en parte por su capacidad para admitir ese tipo de iniciativas. Con la condici¨®n, claro est¨¢, de que quienes vulneren la ley, aunque sea con ese fin reformador, asuman las consecuencias penales de sus actos. En Euskadi ha existido la pretensi¨®n contraria: la de que infringir la legalidad en nombre de los derechos de la patria proporciona impunidad. Con la originalidad de que esa pretensi¨®n ha sido en parte compartida por los que gobernaban en la Comunidad Aut¨®noma.
Pero siempre con la precauci¨®n de excluir del ¨¢mbito de la desobediencia la llamada insumisi¨®n fiscal. Hay cosas con las que no se juega. Cuando la ETB s¨®lo ten¨ªa un canal, toda su programaci¨®n, incluidos los anuncios, se emit¨ªa exclusivamente en euskera. S¨®lo una vez se rompi¨® esa norma: para difundir la campa?a institucional en favor de la declaraci¨®n de la renta, cuya recaudaci¨®n corresponde en el Pa¨ªs Vasco a las Diputaciones.
Esa capacidad recaudatoria explica la importancia de la batalla pol¨ªtica por el control de la Diputaci¨®n de ?lava que se desarrolla estos d¨ªas. Desde los inicios de la autonom¨ªa, el PNV se las ha arreglado para controlar simult¨¢neamente las tres Diputaciones, que se conciertan en el llamado Consejo Vasco de Finanzas. Esa concertaci¨®n, de la que depende la capacidad de gasto de las instituciones, se ha venido realizando en la pr¨¢ctica en el seno del partido mayoritario, que se ha beneficiado de ello para su estrategia clientelista de expansi¨®n territorial.
Los nacionalistas agrupan en torno al 55% de los votos, pero lo asombroso es que los no nacionalistas sigan reuniendo el 45% restante. Es decir, que resistan pese a que no existe ning¨²n est¨ªmulo moral o material comparable a la seguridad de sentirse parte de los vencedores. Durante 20 a?os se ha dado por supuesto que, cualquiera que fuera el resultado electoral, los nacionalistas iban a gobernar en todas las instituciones, solos o en coalici¨®n. E incluso se consideraba peligroso -se ir¨ªan al monte- pensar en otra posibilidad.
Por eso es tan importante que las fuerzas no nacionalistas -o mejor: autonomistas- conformen una mayor¨ªa en ?lava. Primero, para que por una vez el PNV pague un precio, en t¨¦rminos de poder, por su pol¨ªtica de adaptaci¨®n a los que atemorizan a la mayor¨ªa; segundo, para hacer visible ante el electorado que su voto s¨ª sirve para cambiar el signo del gobierno de al menos algunas instituciones. Pero tambi¨¦n porque pone de manifiesto la falacia de Lizarra. No es cierto que la autonom¨ªa sea el resultado de una correlaci¨®n de fuerzas existente al comienzo de la transici¨®n que el tiempo ha ido corrigiendo, por lo que ser¨ªa necesario un nuevo proceso constituyente. El Estatuto de Gernika no fue un punto intermedio entre las aspiraciones de los nacionalistas y las de los dem¨¢s vascos, sino una soluci¨®n que se aproximaba al programa m¨¢ximo de los nacionalistas democr¨¢ticos. Fue la otra mitad la que cedi¨®, en aras de la convivencia, y en parte bajo la presi¨®n de una minor¨ªa violenta. Y sigue habiendo una mitad de la poblaci¨®n que se resiste a que le arrastren a la aventura.
La desobediencia civil puede ser una v¨ªa de desag¨¹e de la kale borroka. Pero la verdadera desobediencia civil es la de los vascos que siguen resisti¨¦ndose a acatar las ordenes de los due?os de la calle y de los que manejan la caja.
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