M¨¢s feo que pegar a un padre
El primer toro, que le peg¨® una cornada al banderillero Pedro Mariscal, estaba encastado y luc¨ªa trap¨ªo; el tercero era m¨¢s feo que pegar a un padre. Fueron los dos polos (norte y sur) de la corrida. Por medio qued¨® todo lo dem¨¢s y habr¨ªa que analizar ahora a d¨®nde se acercaron m¨¢s, si al polo norte o al polo sur.
Uno dir¨ªa que al polo sur. No tanto por belleza como por bravura. Los toros de Adolfo Mart¨ªn tuvieron casta algunos, bravura ninguno, mansedumbre en distinto grado la mayor¨ªa.
Los toros de Adolfo Mart¨ªn la verdad es que defraudaron ampliamente. Una pena pues en esta divisa hab¨ªa depositado la afici¨®n todas sus complacencias.
Muchos aficionados vinieron de Madrid e incluso de remotos pagos para ver el juego de los pupilos de Adolfo Mart¨ªn, ganader¨ªa con encaste puro Albaserrada —asegura el amo—, que era gala en los carteles de la pomposamente llama da Feria del Toro. Y se llevaron una gran decepci¨®n.
Mart¨ªn / Campuzano, Rodr¨ªguez, V¨¢zquez
Carlos, A.Carlos , R.Carlos; Emerson, Flavio Concei?ao, Rivaldo, Z¨¦ Roberto (Beto m.72); Amoroso (Christian m. 80) y Ronaldo. Argentina: Burgos; Pochettino, Ayala, Samuel, Sorin (Gustavo L¨®pez m.70); Zanetti, Simeone (Cagna m.70), Riquelme, Ortega, Kily Gonz¨¢lez; Mart¨ªn Palermo. Goles: 0-1. M.11. Tiro de Sorin que desv¨ªa J oao Carlos. 1-1. M.32. Rivaldo, de falta. 2-1. M.48 Tiro raso de Ronaldo.?rbitro: M¨¦ndez (Uruguay). Amonest¨® a los brasile?os Ronaldo, Z¨¦ Roberto y R.Carlos y a los argentinos Simeone, Burgos, Ortega y Palermo. Unas 25.000 personas, lleno absoluto, en el campo de Ciudad del Este.
Toros de Adolfo Mart¨ªn, bien presentados, algunos con casta, 3¡ã feo y manso, la mayor¨ªa de escaso juego
6 corrida de feria. Lleno.
No est¨¢n los tiempos ganaderos —ni la fiesta— para llevarse decepciones de semejante calibre. Qu¨¦ les pod¨ªa suceder a los albaserradas de Adolfo Mart¨ªn, sobrino del m¨ªtico Victorino Mart¨ªn, no se puede saber. Pero su comportamiento puso en evidencia que no ten¨ªan ni fuerza ni bravura.
No es que se cayeran (eso s¨®lo le ocurri¨® a alguno), mas tampoco eran capaces de romanear; ni siquiera de mover dos palmos sobre la ardiente a la acorazada de picar; No es que huyeran de la mencionada banda (eso s¨®lo lo hizo el toro m¨¢s feo que pegarle a un padre), mas tampoco se recrec¨ªan al castigo. Los hubo que se dejaron pegar sin rebelarse por ello, los hubo que se soltaban pronto de la reuni¨®n varilarguera con el deliberado prop¨®sito de librarse de la quema.
Y para la gente de a pie presentaron problemas. El problema del toro que abri¨® plaza era precisamente la casta. Ya de salida remat¨® repetidas veces en tablas, tom¨® codicioso el capote que le presentaba inseguro Tom¨¢s Campuzano, se recreci¨® en el tercio de banderillas. Pedro Mariscal le prendi¨® al ind¨®mito toro el primer par y al salir de la suerte result¨® perseguido y empitonado por detr¨¢s. El toro no lleg¨® ni a voltearle ni a encunarle: le bast¨® con tirar los derrotes a estilo navajero y uno de ellos cal¨® hondo el gl¨²teo del torero.
Tom¨¢s Campuzano mulete¨® con muchas precauciones a ese fiero toro e igual al manejable que hac¨ªa cuarto. Siempre muy fuera de cacho, presentando la pa?osa cuanto le permit¨ªa distanciarla el brazo, metiendo descaradamente el pico, el toreo —quiere decirse el toreo reunido de parar, templar ya mandar— resultaba imposible. Y eso sucedi¨® aunque dilatara sus faenas intentando reiteradamente el consabido derechazo.
Al ¨²ltimo toro lo quit¨® Campuzano por navarras. Se trataba no tanto del quite del perd¨®n como del adi¨®s pues toreaba por ¨²ltima vez en Pamplona. Le despidieron con cari?o y hasta le regalaron de recuerdo un bonito San Fermincico. No en va no ha sido triunfador de los san fermines, donde tore¨® mucho con el pundonor que ha caracterizado su larga carrera.
Torito boyante (y chico) de Adolfo Mart¨ªn fue el que hizo segundo y Miguel Rodr¨ªguez le cort¨® la oreja gracias a una tarea bullidora en todos los tercios. Primero lo recibi¨® de rodillas a porta gayola. Luego le prendi¨® dos pares y medio de banderillas que merecieron ovaciones cerradas y los mozos de las pe?as festejaron gritando a coro dos palabras suficientemente expresivas: "?Impresionante!". Algo m¨¢gico debi¨® suceder, sin embargo, porque terminado el tercio hab¨ªa en el suelo cuatro banderillas, en el toro una.
La faena de muleta, abundante en derechazos bien tirados aunque en ning¨²n caso rematados, se core¨® con ol¨¦s, recurri¨® a las manoletinas y cobr¨® un estoconazo que le vali¨® la oreja. En el quinto, ya toro de seriedad y arboladura, repiti¨® el alarde de la larga cambiada a porta gayola, volvi¨® a banderillear —ahora con mejor ajuste—, y a torear por derechazos, que terminaban reducidos a medios pases pues el toro, de poca casta, se quedaba corto.
El mal lote le correspondi¨® a Javier V¨¢zquez y, sin embargo, estuvo muy voluntarioso; tanto en el sexto, un torazo de media arrancada, como en el feo con ganas. Este era abierto de cuerna, bizco y cornipaso, de tipo no muy templado y con un semblante avinagrado que recordaba a Picio. Huy¨® de las plazas montadas, hubieron de picarlo por los adentros ech¨¢ndole el caballo encima, y acab¨® con una embestida morucha de dif¨ªcil acomodo para el lucimiento, pese a los muchos esfuerzos .y la buena carga de torer¨ªa que emple¨® Javier V¨¢zquez para sacar le partido.
Hasta en las mejores familias puede nacer un garbanzo negro. Pero que sea m¨¢s feo que pegar a un padre con un calcet¨ªn sudao y sacarlo en una feria de post¨ªn, no es de recibo, francamente.
Babelia
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