?Bang!: pistoleros de tercera, ventas de primera
Las novelitas del Oeste de los 60 viven una nueva ¨¦poca de oro y venden en Espa?a dos millones y medio de ejemplares al a?o
"?Bang!" (Los buitres piden carro?a, de Keith Luger). "?Bang!... ?Bang!" (Carey, el impasible, de Meadow Castle). "?BANG!, ?BANG!, ?BANG! (La m¨¢quina de enterrar, de Silver Kane). "Como ese tipo est¨¦ muchos d¨ªas en la ciudad, va a tener trabajo la funeraria" (Voy a matar a Bowman, de Marcial Lafuente Estefan¨ªa).Valga el preludio de Colt y p¨®lvora para entrar en un far west de papel en el que silban las balas y las onomatopeyas que da gusto. M¨¢s all¨¢ de Fenimore Cooper, de Karl May, de Zane Grey, en la abonada pradera del subg¨¦nero, reinaron en Espa?a en los a?os 60 un pu?ado de escritores cuyas novelitas de pistoleros, producidas con una profusi¨®n s¨®lo comparable al n¨²mero de disparos de los rev¨®lveres de sus personajes, consiguieron incre¨ªbles ventas millonarias.
Lo m¨¢s sorprendente del caso es que aquellos libritos que el abuelete se llevaba al parque en un bolsillo y que el chaval extra¨ªa de la bolsa de la merienda para capear la triste hora de patio de un bachillerato gris siguen triunfando por todo lo alto. Oh, s¨ª: en los quioscos espa?oles Keith Luger, Silver Kane, Meadow Castle y sobre todo el marshall Marcial Lafuente Estefan¨ªa imponen todav¨ªa su ley con la contundencia de los hermanos Earp en Tombstone, Arizona.
"En Espa?a las ventas de la colecci¨®n Bolsilibros Oeste alcanza en la actualidad los 2.500.000 ejemplares al a?o, a los que hay que a?adir las ventas en Latinoam¨¦rica, sobre todo en M¨¦xico, que elevan la cifra hasta los 5.400.000", explica Pere Surera, subdirector gerente de Ediciones B, que edita las novelitas. Son los mismos t¨ªtulos y autores que publicaba Bruguera en los sesenta: se siguen editando sin cesar desde entonces, con la salvedad de que desde hace 13 a?os, al quedarse con el fondo de la primera editorial, se ocupa de ello Ediciones B.
La empresa pone en el mercado cada a?o unos 300 de los millares de t¨ªtulos del viejo fondo, agrupados en una docena de colecciones (Ases del oeste, Bisonte, Kansas, Gun Man, H¨¦roes de la pradera...). Se realiza una tirada enorme, unos 25.000 ejemplares por t¨ªtulo, de la que se vende un 70 %. Los sobrantes se vuelven a distribuir. Y la historia contin¨²a. No hay t¨ªtulos nuevos, no se escriben nuevas aventuras, apenas se cambia alguna cubierta (sin modificar el estilo deliciosamente kitsch de esos impagables vaqueros dibujados). "El lector de este g¨¦nero no quiere cambios, le gusta el formato, la portada cutre", se?ala Surera. "La verdad es que no hacemos nada por vender estas novelas, se venden solas".
Aunque sigue siendo un negocio, el de las novelitas es un, digamos, western crepuscular. Muchos autores ya han muerto, entre ellos Estefan¨ªa, y los supervivientes han guardado las pistoleras.
"Se publicaban diez t¨ªtulos nuevos al mes, de los que quiz¨¢ uno era decente", recuerda con cierta nostalgia uno de los escritores que vivieron aquellos tiempos en Bruguera. "Pod¨ªas llegar a escribir una novela a la semana".
Fruto de esas premuras y de las exigencias estil¨ªsticas de la editorial y del subg¨¦nero son unas p¨¢ginas en las que abundan los puntos y aparte y los topicazos. Am¨¦n de jugosos p¨¢rrafos como este de Keith Luger: "Morrison tambi¨¦n sac¨® y se produjo un largo trueno. Camilo recibi¨® una bala en las narices que estallaron en sangre y uno de sus amigos fue atrapado por una bala en el vientre y dej¨® caer el arma que manejaba y trat¨® de contener los intestinos que sal¨ªan por el boquete . El tercer hombre fue empujado tambi¨¦n por un proyectil que le estaba mordiendo el coraz¨®n y fue el ¨²nico que habl¨® y lo que dijo fue: "Conchita".
Tambi¨¦n hay di¨¢logos inolvidables como este de Silver Kane, instantes antes de un tiroteo:
-Nombres.
-?Pa... para qu¨¦ quieres saberlos?
-Para las esquelas. Soy un hombre caritativo y os pagar¨¦ una a cada uno en el diario de Dodge City.
O este de Estefan¨ªa, en el que se dilata la acci¨®n como si fuera de goma:
-?Te voy a matar!
-Eres demasiado cobarde, amigo
-?Tan pronto como mueva mis manos morir¨¢s!
-?D¨¦jate de hablar y mueve tus manos!
-No tengo mucha prisa por eliminarte, prefiero verte sufrir un poco antes de que el plomo de mis armas muerda en tus carnes...
Algunas escenas alcanzan inusitadas alturas de tensi¨®n: "Sus ojos estaban espantosamente fijos uno en el otro. Destilaban odio. Cross mascull¨®: "Cuando quieras, marica".
Los argumentos, bajo t¨ªtulos de tanta enjundia como Los muertos de Luna City, Garito de levitas o Era m¨¢s pistolero que abogado, incluyen siempre a tipos rudos, fulleros, sheriffs corruptos, cuatreros, indios y chicas con un pasado promiscuo en Abilene, Kansas.
Sheriffs y republicanos
?Qui¨¦nes eran esos hombres que escrib¨ªan a destajo en Bruguera las tan exitosas novelitas del Oeste? "Era gente muy preparada, entre ella hab¨ªa numerosos cargos culturales republicanos represaliados por el franquismo", explica el mism¨ªsimo Silver Kane, en el mundo el abogado y escritor Francisco Gonz¨¢lez Ledesma. "En Bruguera, desde los a?os 47 y 48, se concentr¨® una buena dosis de talento y muchos profesionales, abogados, m¨¦dicos, arquitectos, que no pod¨ªan trabajar y que encontraron en la escritura de las novelas del Oeste, entre otros g¨¦neros, una salida, una forma de ganarse la vida". Ah¨ª estaban Miguel Oliveros Touan (Keith Luger), antiguo alto funcionario del Ayuntamiento de Valencia y gran escritor; Prado Castellanos (Meadow Castle, obviamente), o Estefan¨ªa, que hab¨ªa llegado a ser general de artiller¨ªa con los republicanos y estuvo en un tris de que lo fusilaran.En el grupo, una quincena en los a?os 50 y una treintena en los sesenta, estaba tambi¨¦n Luis Garc¨ªa Lecha (Clark Carradas), funcionario de prisiones en activo, que es como decir que en un grupo de pistoleros figuraba un ranger de Texas, o viceversa. "Era el ¨²nico franquista, a¨²n vive; cada vez que alguien de los que est¨¢bamos en Bruguera iba a la c¨¢rcel, lo que pasaba muy a menudo, le echaba una mano", recuerda Gonz¨¢lez Ledesma, que escrib¨ªa novelitas para pagarse los estudios, al principio, y luego como una contribuci¨®n importante a la econom¨ªa familiar. El uso de seud¨®nimo era tanto una imposici¨®n del editor para dar realce a las colecciones como una necesidad en caso de los represaliados. "Fue un aprendizaje del oficio de escribir dur¨ªsimo, de perro", recuerda el sosias de Silver Kane, autor de cerca de 500 novelas. "?Que si ten¨ªamos libertad? ?No, qu¨¦ va! Hab¨ªa unas premisas muy r¨ªgidas: las novelas deb¨ªan ser interesantes desde la primera l¨ªnea, para capturar al lector, el bueno ten¨ªa que ser de una pieza, siempre deb¨ªa ganar, y nunca se deb¨ªa vulnerar ning¨²n principio moral. ?La calidad? Bueno, un nivel muy alto no se puede pedir, con esas normas y entregando una a la semana, pero algunas me parecen, dados los par¨¢metros, sorprendentemente buenas".
Babelia
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