El momento
Los tr¨¢nsitos siempre provocan incertidumbres. Marruecos entra en un tr¨¢nsito. Hassan II era una pieza clave para la estabilidad en su pa¨ªs y en toda la zona. Su muerte puede abrir un horizonte de inestabilidad. Sin embargo, aunque no sea posible asegurar que un tiempo futuro hubiera sido mejor para que dejara el mundo de los vivos, s¨ª se puede considerar que, de haber fallecido tres o cinco a?os atr¨¢s, la situaci¨®n para su hijo Mohamed VI hubiera sido sumamente m¨¢s dif¨ªcil. El momento del cambio en la jefatura del Estado del Reino de Marruecos no es de los peores.El contexto internacional ha cambiado. Ya no estamos en la guerra fr¨ªa en que todos los movimientos geopol¨ªticos estaban encadenados y hab¨ªa que elegir campos. Marruecos siempre eligi¨® el occidental frente, por ejemplo, Argelia. ?sta se encontraba hace tan s¨®lo dos a?os en llamas, en una guerra civil provocada por la interrupci¨®n de un proceso electoral que iba ganando el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n. Hoy, la situaci¨®n est¨¢ algo m¨¢s controlada. Los grupos armados isl¨¢micos han perdido la guerra en el terreno militar, aunque los militares argelinos siguen controlando la pol¨ªtica. Pero, poco a poco, Argelia parece avanzar hacia una cierta normalizaci¨®n que necesita, pues no es un pa¨ªs cuya unidad est¨¦ garantizada, pero que en el ¨²ltimo a?o ha empezado a volver a acercarse a Rabat, aunque la cuesti¨®n del S¨¢hara Occidental siga sin resolverse, mientras Libia aparece m¨¢s reposada, al menos en su actividad exterior.
De hecho, se puede considerar que el fundamentalismo isl¨¢mico hab¨ªa crecido en Argelia en el vac¨ªo dejado por una falta de identidad nacional cohesionadora y el fracaso econ¨®mico. En Marruecos, aunque hay movimientos fundamentalistas que el r¨¦gimen siempre ha intentado tapar, la situaci¨®n no parece similar. De hecho, buena parte del ¨¦xito de Hassan II, visto desde Occidente, es que Marruecos, tras perder el papel que le correspondi¨® en la guerra fr¨ªa como contrapunto a una Argelia m¨¢s pr¨®xima a Mosc¨², se convirti¨®, o al menos as¨ª se present¨®, como factor de estabilidad en un Magreb agitado y como dique de contenci¨®n contra el avance del fundamentalismo isl¨¢mico, a menudo visto como la nueva Gran Amenaza.
El poder y el prestigio en Occidente de Hassan II se aliment¨® de estas amenazas, junto a su indudable capacidad de interlocuci¨®n con los israel¨ªes sin comprometer su peso en el mundo ¨¢rabe. Hassan II jug¨® un papel fundamental en el lanzamiento de los distintos procesos de paz entre ¨¢rabes e israel¨ªes. Con su muerte desaparece, pues, un interlocutor, un mediador. Y no sobran, tras el fallecimiento del rey Hussein de Jordania. Siempre queda Mubarak, pero representa la generaci¨®n que est¨¢ saliendo del escenario para dar paso a una nueva, la de Mohamed VI de Marruecos o Abdal¨¢ de Jordania. Un a?o atr¨¢s, con el proceso de paz frenado por Netanyahu, se podr¨ªa notar m¨¢s la ausencia de Hassan II. Ahora que Barak lo vuelve a poner en marcha, se notar¨¢ menos esta falta de interlocutores terceros. De nuevo, si la situaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo evoluciona para bien, Mohamed VI tendr¨¢ un problema menos que afrontar. Pues no cabe olvidar que el Mediterr¨¢neo es un lugar en que las tensiones en Oriente Pr¨®ximo se trasladan a toda su periferia sur, no tanto a trav¨¦s de los Estados, sino de las sociedades; sociedades humanas e, incluso, sociedades an¨®nimas. Pues, hoy, en el extremo occidental del Mediterr¨¢neo, se corre el riesgo de crear un nuevo espectro negativo que, a trav¨¦s de los negocios y del GIL, una a Marbella, la plaza financiera de Gibraltar, Ceuta y Melilla, en lo que aspira a ser un Hong Kong con el Mediterr¨¢neo como lago -proyecto en el que algunos prospectivistas ya pensaron hace a?os- que no le conviene a Marruecos.
Pero el momento no es malo. No es malo para que Mohamed VI se ocupe de lo que tiene que ser su prioridad: la modernizaci¨®n interna y la democratizaci¨®n de un Marruecos que en t¨¦rminos socioecon¨®micos y pol¨ªticos se ha quedado atr¨¢s, demasiado atr¨¢s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.