Enrique Ponce por naturales
Enrique Ponce tore¨® al quinto victorino por naturales. ?Qui¨¦n ha dicho que no sabe? Lo que pasa es que no practica. Suele dar el natural a manera de addenda, quiz¨¢ para que no digan y, adem¨¢s, empleando la t¨¦cnica propia de los trotapases, en la que tiene tratamiento de excelencia. Pero cuando dice all¨¢ voy, va y torea al natural. Como con el quinto victorino, que era santo.Los naturales fueron de aquellos a los que no se puede poner ni un pero: tray¨¦ndose al toro de delante, templad¨ªsimos, vaciando donde debe ser y lig¨¢ndolos seg¨²n mandan los c¨¢nones. ?Y ol¨¦! S¨ª se?or: cuando un torero torea seg¨²n mandan los c¨¢nones recre¨¢ndose en la suerte y esa suerte es al natural, merece el ¨®le y la gloria bendita.
Victorino / Mora, Ponce, Abell¨¢n
Toros de Victorino Mart¨ªn, de discreta presencia, flojos; tres y tres: 2?, 3? y 4?, con casta y genio; resto medio inv¨¢lidos, de escaso temperamento y hasta aborregados; 5?, con trap¨ªo, pastue?o excepcional.Juan Mora: pinchazo perdiendo la muleta, pinchazo, estocada baja y rueda de peones (silencio); media estocada ca¨ªda, rueda de peones y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Enrique Ponce: pinchazo, media ladeada, rueda de peones y dos descabellos (aplausos y saludos); tres pinchazos y estocada ca¨ªda; rebas¨® en 3 minutos el tiempo reglamentario sin que le enviaran aviso (vuelta). Miguel Abell¨¢n: media, ruedas de peones, descabello -aviso con mucho retraso- y cuatro descabellos (vuelta por su cuenta); aviso antes de matar, estocada, rueda de peones y dos descabellos (ovaci¨®n). Plaza de Vista Alegre, 19 de agosto. 6? corrida de feria. Lleno.
Dos tandas de naturales recre¨® Enrique Ponce tal cual queda dicho y a?adi¨® otra de bella factura si bien ya no hab¨ªa en ella tanta ligaz¨®n. Y ah¨ª, en esas series de gran calidad, estuvo representado el mejor toreo que se haya visto este a?o por el Norte y quiz¨¢ tambi¨¦n por otras regiones de m¨¢s c¨¢lida climatolog¨ªa.
Ya se puede imaginar que, con esa versi¨®n del toreo fundamental, la faena de Enrique Ponce iba de ¨¦xito seguro. Mas no fue lo que m¨¢s encandil¨® al p¨²blico bilba¨ªno sino el par de circulares citando de espaldas que dio despu¨¦s y que provocaron el delirio en los tendidos. Llega a matar a la primera y corta hasta el rabo. En cambio no mat¨® a la primera y adem¨¢s mereci¨® dos avisos sin que le enviara ninguno el presidente, que aplica el reglamento sin criterio alguno y con arbitrariedad manifiesta.
El asunto de los circulares citando de espaldas podr¨ªa suponer motivo de debate entre aficionados. Porque ser¨ªan lo que encendi¨® el entusiasmo, pero cuando se torea tan puro, esos tremendismos est¨¢n fuera de lugar. Es como si despu¨¦s de haber compuesto la Quinta Sinfon¨ªa, va Beethoven y a?ade lo de Mi carro me lo han robado para que le aplaudan los del gallinero.
El victorino tuvo mucho que ver en los naturales excelsos pues embest¨ªa de maravilla. Primero lo hizo codicioso y trajo a Enrique Ponce de cabeza, mas se atemper¨® en seguida y entonces ya fueron dos los atemperados. La verdad es que Enrique Ponce pas¨® lo suyo antes de encontrar ese estado de gracia que le llev¨® a los naturales y los circulares. Su primer toro sac¨® una casta seria traducida en incansable codicia y le hizo no ya correr y casi perder los papeles sino hasta caer de culo. El oficio de trotapases y la buena forma f¨ªsica libraron a Ponce de sufrir un percance o acabar en el m¨¢s espantoso de los rid¨ªculos.
Los otros espadas del cartel hubieron de pasar por similares vicisitudes. En realidad los tres tuvieron toros de muy distinto signo: uno fiero, otro aborregado. Mitad y mitad sali¨® la corrida de Victorino Mart¨ªn en lo que se refiere a la casta y el temperamento, mientras los seis se igualaron en invalidez. Se ca¨ªan: parece mentira en tan acreditada divisa. Mucho o poco perd¨ªan las manos o bien se desplomaban ofreciendo un lastimoso espect¨¢culo.
Los hubo que no pararon de caerse, como los aborregados de Juan Mora y Miguel Abell¨¢n. Es muy significativo, sin embargo, que ambos diestros estuvieran mejor en los toros dif¨ªciles que en los f¨¢ciles. Mora con el primero y Abell¨¢n con el sexto ofrecieron una versi¨®n reiterativa y pl¨²mbea de sus peores formas toreras: muchos pases de poca sustancia todos ellos.
Abell¨¢n, al mustio sexto, le hizo una faena interminable, aseada en los momentos de embarcar, corretona y vulgar en los de vaciar. En cambio, al encastado tercero lo tore¨® con mucha valent¨ªa, aguantando los arreones del victorino cuando se revolv¨ªa codicioso, lo que le cost¨® una tremenda voltereta y alg¨²n pitonazo de propina. Mora, que sac¨® sus conocidas pinturer¨ªas con el inv¨¢lido primero, dio la cara ante la fiereza del cuarto y se jug¨® el tipo en insistentes tandas de naturales, consintiendo al m¨¢ximo los ga?afones que se le ven¨ªan encima.
Lo naturales excelsos no pod¨ªan ser con ese toro avisado y duro de pezu?a, tan distinto al siguiente, cuya excepcional nobleza permit¨ªa elaborar sofisticadas florituras. As¨ª cualquiera, se dir¨¢. Pero los buenos toros tambi¨¦n permiten descubrir a los toreros buenos.
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