Borges en Harvard
D¨ªgale al se?or Borges que venimos a su conferencia sin haber comido", me rogaba el estudiante que encabezaba al grupo que en los laboratorios de qu¨ªmica hab¨ªa protestado contra la guerra de Vietnam. Borges y yo est¨¢bamos a la entrada del edificio de Harvard (Memorial Hall: a la memoria de los estudiantes y profesores que dieron sus vidas en la guerra civil norteamericana, 1861-1865), donde se celebrar¨ªan las conferencias de Borges, en el curso 1967-1968.No era lo habitual para el g¨¦nero de conferencias sobre poes¨ªa de la serie anual "Charles Eliot Norton": que sol¨ªan contar con el auditorio as¨ª llamado en el Museo Fogg, con capacidad para unas doscientas personas. Mas aquel d¨ªa del oto?o de 1967 aumentaba con las horas transcurridas la preocupaci¨®n m¨ªa (la Universidad me hab¨ªa encomendado todo lo relativo a la visita de Borges) de que iba a producirse una especie de atasco (?y hasta de mot¨ªn!) en la entrada del museo por el p¨²blico que iba a venir a escuchar a Borges de diversas universidades de gran parte de la Nueva Inglaterra en autobuses especiales. Llam¨¦ a la oficina a cargo de las aulas y pregunt¨¦ si Memorial Hall estar¨ªa libre esa noche. S¨ª, lo estaba, pero me advirtieron que su auditorio ten¨ªa cabida para 1.500 oyentes. Y dispuse en el acto que all¨ª se celebrar¨ªan todas las conferencias p¨²blicas del profesor Borges. Al empezar a llegar al acto los asistentes, se vio que s¨®lo pod¨ªan caber en Memorial Hall. De ah¨ª que Borges y yo estuvi¨¦ramos a la puerta, hasta llenarse la sala.
Y tuve tiempo para contar a Borges c¨®mo los estudiantes que ven¨ªan de la "sentada" (sit-in) contra la Dow Chemical Company (fabricantes de los herbicidas utilizados en Vietnam) no eran necesariamente de izquierdas, pero s¨ª le hab¨ªan le¨ªdo y le admiraban. Ya en el estrado de Memorial Hall, los aplausos no cesaron hasta que Borges (tras una breve presentaci¨®n m¨ªa) empez¨® su recital en un ingl¨¦s de entonaci¨®n escocesa que sobrecogi¨® al p¨²blico, pues Borges citaba solamente a poetas de lengua inglesa. Sus palabras eran, as¨ª, como el leve marco de los textos recitados, que, para muchos oyentes, eran revelaciones de su propia literatura. Es m¨¢s, algunos de ellos acudieron a las bibliotecas universitarias de Harvard para leer, por vez primera, a autores como Kipling. Y al cabo de cuarenta y cinco minutos se hab¨ªa creado en Memorial Hall un clima humano sorprendente, como si un bardo antiguo estuviera all¨ª, reencarnado en la persona y voz de Borges.
Las siguientes conferencias fueron disminuyendo en tiempo, hasta llegar a los veinte minutos de la ¨²ltima. Estaban presentes esa noche algunos de los overseers de Harvard (los antiguos alumnos que constituyen la comisi¨®n que ratifica, o rectifica, los nombramientos del profesorado) y entre ellos el afamado eclesi¨¢stico que los presid¨ªa, que exclam¨®, al concluir Borges, "nunca me he sentido tan conmovido al escuchar una conferencia", aliviando as¨ª mi preocupaci¨®n. Aquel d¨ªa, por la ma?ana temprano, hab¨ªa conseguido localizar a Borges, ausente de Cambridge varios d¨ªas: ?y estaba en Texas! Tuve que recordarle que a la noche ten¨ªa que hablar en Harvard y a Boston lleg¨®, extenuado, a media tarde, gracias a la maravillosa puntualidad de las l¨ªneas a¨¦reas norteamericanas.
Tras el susto, estuve a punto de advertir a la se?ora de Borges (Elsa Astete) que el profesor de la c¨¢tedra Norton no pod¨ªa ausentarse de Cambridge sin permiso de la Universidad ni pod¨ªa tampoco aceptar conferencias a trochomoche, pero el decano de la Facultad de Artes y Ciencias, tras elogiar mi celo administrativo, me aconsej¨® olvidarme del reglamento universitario en el caso de la se?ora Astete, due?a de Borges. De ah¨ª tambi¨¦n que tantas universidades (y hasta modestos colleges) fueran hu¨¦spedes de Borges en casi toda la costa este de los Estados Unidos.
Las conferencias "Charles Eliot Norton" suelen ser publicadas por la editorial de Harvad: as¨ª, por ejemplo, Jorge Guill¨¦n las dio en 1957-1958 y recogi¨® en el libro Lengua y poes¨ªa (1961, versi¨®n espa?ola, Alianza). Las de Borges no pudieron publicarse porque el texto propiamente suyo alcanzaba unas pocas p¨¢ginas. S¨ª estaban grabadas sus recitaciones, pero la editorial de Harvard no acept¨® mi propuesta de publicarlas en forma de libro-casette. De todos modos, por haber estado en Cambridge, la capital universitaria de los Estados Unidos, Borges pudo conversar con variadas figuras de la cultura norteamericana que quedaban deslumbradas por la elegancia y profundidad de su pensamiento. En suma, Borges forma parte desde entonces de la historia intelectual de los Estados Unidos, hasta el punto que Susan Sontag lo calific¨® de maestro indispensable para los escritores de lengua inglesa. Sin olvidar, en cuanto a las letras hisp¨¢nicas, la confesi¨®n "profesional" de Garc¨ªa M¨¢rquez: "Aprend¨ª a escribir con las obras de Borges, que no me gustan nada".
Borges recibi¨®, en 1978, el doctorado honorario de Harvard, con el aplauso de las veinte mil personas all¨ª presentes para las ceremonias de fin de curso. Tambi¨¦n fue distinguida con el mismo grado, Marguerite Yourcenar, que convers¨® largamente con Borges en la cena dada por el presidente Bok la noche anterior. Y vi¨¦ndoles tan embebidos en su conversaci¨®n, sent¨ªa que aquella extraordinaria pareja representaba el sue?o literario del siglo XX. O para decirlo con palabras del mismo Borges: "Desconocemos los designios del universo pero sabemos que razonar con lucidez y obrar con justicia es ayudar a esos designios que no nos ser¨¢n revelados".
Juan Marichal es profesor em¨¦rito de la Universidad de Harvard (EEUU) y director de la revista de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza.
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