El lamentable ritmo espa?ol

Hay deportes en Espa?a que a¨²n no se han enterado de que los tiempos aficionados terminaron hace ya tiempo. Y los principales responsables, por no decir los ¨²nicos, son los directivos. El caso de rugby es elocuente. La selecci¨®n perdi¨® el s¨¢bado ante Uruguay por 27-15, una derrota no muy abultada en cifras, pero demoledora en su conjunto. Espa?a perdi¨® con un pa¨ªs que tiene 896 licencias (por 7.643 espa?olas) y apenas 150 jugadores de nivel. El tercera l¨ªnea Ormaechea (que logr¨® el primer humillante ensayo empujando la mel¨¦e) tiene ya 40 a?os. Quien viera el partido y haya comparado con los Gales-Argentina (que perdi¨®, pero que aplasta habitualmente a Uruguay, por ejemplo), Inglaterra-Italia o Sur¨¢frica-Escocia habr¨¢ notado que en la Copa del Mundo hay distancias abismales, incluso mayores que en el f¨²tbol. Las diferencias de ritmo de juego, el mejor reflejo en este deporte de la buena preparaci¨®n t¨¦cnica, t¨¢ctica y f¨ªsica, son enormes.La Federaci¨®n Espa?ola sigue anclada en el pasado de amiguetes, universitarios, bares y cervezas, que s¨®lo pueden mantenerse ya (el tercer tiempo, podr¨ªa) si antes, para los dos tiempos de los partidos, se pone uno en la hora actual. Como ha pasado en otros deportes. El hecho de que el rugby no sea ol¨ªmpico y no se le hayan visto antes sus verg¨¹enzas no debe seguir permitiendo a sus dirigentes refugiarse en la nada.