John, el ¨²ltimo ni?o salvaje del siglo
Un adolescente de Uganda revive para la BBC su vida con monos tras huir de su casa con 5 a?os
Nadie recuerda con claridad los hechos en Kabonge, una peque?a aldea ugandesa situada a unos 30 kil¨®metros al norte de la capital, Kampala. La verdad es que han pasado diez a?os desde que John Ssabunnya, uno de los vecinos, asesinara a su mujer en una ri?a conyugal y huyera dejando atr¨¢s un hu¨¦rfano de cinco a?os, el peque?o John. Pero el tiempo transcurrido no explica por s¨ª solo la nebulosa que envuelve el parricidio y posterior desaparici¨®n del chico, que sufre un cierto retraso mental. Otro suceso mucho m¨¢s acuciante, la guerra civil que asol¨® Uganda durante los a?os ochenta, hab¨ªa distorsionado antes la realidad de los 200 habitantes del poblado.Obligados a vivir en permanente estado de vigilia por culpa de los choques entre militares y guerrilla, la tragedia ¨ªntima de los Ssabunnya pas¨® a convertirse enseguida en un asunto policial. Cuando se dieron cuenta de que Johnny hab¨ªa desaparecido, ya no fue posible hallar su rastro. Poco pod¨ªa imaginar la gente que el ni?o, horrorizado por el crimen, hab¨ªa huido a la jungla. A fin de cuentas, ¨¦se era el refugio buscado por el pueblo entero para evitar las masacres del conflicto civil. Todo el mundo se hab¨ªa escondido all¨ª en alg¨²n momento, pero con una diferencia: una vez pasado el peligro regresaban con cautela a sus hogares. La desaparici¨®n del peque?o tendr¨ªa, sin embargo, consecuencias inesperadas.
Perdido en la espesura, asustado y hambriento, estaba a punto de protagonizar un encuentro que los psic¨®logos y expertos en comportamiento animal m¨¢s reputados del mundo hubieran deseado poder contemplar con todas sus fuerzas. El chico iba a ser admitido como uno m¨¢s por una familia de monos vervet, uno de los pocos grupos de primates que viven entre el suelo y los ¨¢rboles y cuya dieta, a base de jugosa fruta, les permite subsistir sin beber apenas agua. Ajeno al revuelo que su singular encuentro levantar¨ªa meses despu¨¦s, cuando fue rescatado, John recre¨® de forma espont¨¢nea dos de los mitos m¨¢s sugestivos de la literatura universal.
Por un momento fue Mowgli, el ni?o salvaje que vive a gusto en la jungla india descrita por Rudyard Kipling. Emular a Tarz¨¢n, el otro personaje selv¨¢tico legendario, salido de la pluma de Edgard Rice Burroughs, le fue imposible. Johnny regres¨® a la civilizaci¨®n en plena infancia y de la mano de Mammy Sebba, una vecina.
"Hab¨ªa o¨ªdo hablar de monos capaces de engendrar seres que parec¨ªan personas, pero nunca cre¨ª semejantes historias. Cuando repar¨¦ en John no daba cr¨¦dito a mis ojos. Hasta mir¨¦ a ver si ten¨ªa cola, la verdad".
Mammy recordaba todav¨ªa la historia de los Ssabunnya cuando una ma?ana choc¨® casi con el ni?o perdido. Hab¨ªa ido con otras mujeres a buscar le?a a un claro de la selva pr¨®ximo a Kabonge. Un grupo de monos vervet, que se comen las cosechas al menor descuido y hasta entran en la aldea a robar comida, no dejaba de molestarles. Mammy cogi¨® un palo del suelo y los ahuyent¨® a bandazos. Acostumbrados a los hombres, los monos se resist¨ªan a marcharse.
"De repente vi que trataban de proteger a uno del grupo. Me acerqu¨¦ y le di con el palo. Cuando cay¨® al suelo no pod¨ªa creerlo. Era un ni?o y estaba sucio, lleno de heridas y costras y con el cabello y las u?as muy largas". Aturdida, Mammy le llev¨® de vuelta al poblado. Sin poder hablar, gateando y seguramente m¨¢s confuso que nunca, John sali¨® de la selva para siempre sin pompa alguna.
Ahora que est¨¢ a punto de cumplir 15 a?os cree que convivi¨® con los monos alrededor de un a?o. Nadie puede saber cu¨¢nto tiempo estuvo all¨ª dentro, pero su aventura tiene un valor inmenso para los estudiosos que le han conocido. Como ya sab¨ªa hablar antes de perderse en la selva, es el ¨²nico ni?o salvaje de la historia capaz de contar lo sucedido a su manera.
"Mis padres se peleaban constantemente y ¨¦l la mat¨®. Por eso me fui a la jungla. Cre¨ª que pap¨¢ me pegar¨ªa o me matar¨ªa luego a m¨ª. (John Ssabunnya padre acabar¨ªa suicid¨¢ndose). En la selva estuve solo hasta que vi a los monos. Se me acercaron y me dieron bananas. Com¨ª lo mismo que ellos, pero no hab¨ªa agua".
Intimidado por las visitas de los expertos y tal vez tambi¨¦n por las c¨¢maras de televisi¨®n, John habla despacio de su ins¨®lito pasado. Recuerda cosas propias de un ni?o de cinco a?os, la edad que ten¨ªa al perderse, como por ejemplo: "Al principio no pod¨ªa correr como los monos, pero luego ya s¨ª". O bien: "Jug¨¢bamos todo el tiempo", un pensamiento rotundo que ha ocupado el lugar del hambre, el fr¨ªo o incluso el miedo que tambi¨¦n sent¨ªa.
Entre sus asombrados interlocutores hay un hombre que le conoce ahora mejor que nadie. Es Paul Wassuna, su padre adoptivo y director del orfanato adonde fue llevado a su regreso de la selva.
"La primera vez que vi a John deb¨ªa ser noviembre o tal vez diciembre. Era un cr¨ªo delgado, lleno de heridas y con el pelo muy largo. Las u?as le hab¨ªan crecido tanto que empezaban ya a encarnarse en los dedos. Yo tambi¨¦n soy hu¨¦rfano y ped¨ª permiso a las autoridades locales para llev¨¢rmele a casa".
El orfanato que dirigen Paul y su esposa, Molly, est¨¢ en Masaka, a 160 kil¨®metros de Kabonge. De los casi 1.500 hu¨¦rfanos que acogen por culpa del hambre, el sida y la guerra, un centenar tiene al matrimonio como tutores legales. A John, al que califican de "chico maravilloso", lo han adoptado y reside con ellos, y otros seis hijos propios. Ambos estaban con ¨¦l cuando llegaron dos visitas inesperadas en busca del ni?o que, adem¨¢s de ser su nuevo reto?o, puede ser la prueba viviente de que algunos primates aceptan la convivencia con el hombre.
Uno de los viajeros es Douglas Candland, psic¨®logo estadounidense de la Universidad de Buckneell (Pensilvania), que se ha hecho famoso por sus estudios sobre el comportamiento de los animales. La aventura de John era para ¨¦l la culminaci¨®n de toda una vida dedicada a analizar la mente humana y las reacciones del mundo animal. "Hay tantas historias falsas de ni?os salvajes... pero ¨¦sta parec¨ªa fiable. Ten¨ªa que averiguarlo". Una vez en Uganda se le uni¨® Debbie Cox, directora de un centro especializado en devolver a su entorno a los primates sacados ilegalmente de la selva. Para estar seguros de que John hab¨ªa convivido con monos ten¨ªan que devolverle a ellos. Dicho reencuentro les demostrar¨ªa si una persona puede ser aceptada por unos simios aficionados a llevarse comida de las aldeas.
La esperada cita entre el ni?o y los monos tal vez no fuera solemne, pero consigui¨® enmudecer a los dos expertos. John hab¨ªa se?alado primero en un libro la familia exacta de primates, los vervet, con los que dice que estuvo. Una haza?a cient¨ªfica, si tenemos en cuenta que el mencionado volumen, mostrado por Douglas Candland, incluye im¨¢genes de todos los simios imaginables.
"Dar con el tipo exacto de mono es dif¨ªcil hasta para un investigador. Adem¨¢s, los vervet son los ¨²nicos que pod¨ªan haberle tolerado. Pasan largos ratos en el suelo, comen mucha fruta y trepan a los ¨¢rboles, desde luego. Pero a los cinco a?os un ni?o ya puede intentar algo as¨ª". Candland dec¨ªa todo esto en voz baja, mientras Debbie Cox a?ad¨ªa que la fruta tiene suficiente agua como para sobrevivir. Antes de que pudieran continuar, la actitud de John hacia los monos les dej¨® boquiabiertos.
El chico se hab¨ªa acercado a una familia de vervet que estaba comiendo sentada en el suelo. Sin mirarles a los ojos, para que no creyeran que iba a atacarles, abr¨ªa la mano, que estaba vac¨ªa. Luego se puso a jugar con ellos a algo parecido al pilla pilla de los ni?os en la escuela. Paul y Molly Wassuna sonre¨ªan y John parec¨ªa en su elemento. Junto a ellos, Candland y Cox cre¨ªan haber despejado por fin sus dudas.
"Ha estado entre monos, seguro. No les mira de frente para evitar que se revuelvan contra ¨¦l o huyan. En cuanto a la mano, les muestra que no tienen nada que temer. Son dos trucos que cuesta a?os de observaci¨®n adquirir, y ¨¦l lo ha hecho de forma espont¨¢nea. Supongo que lo ¨²nico que no sabremos nunca es cu¨¢nto tiempo pas¨® en la selva", concluyeron los cient¨ªficos, ganados por la sencillez de un muchacho t¨ªmido que suele contarle al resto del orfanato su aventura en la selva.
Cuando lo hace de noche y a la luz del fuego, cualquiera dir¨ªa que ha le¨ªdo las aventuras de los otros ni?os de junglas literarias. Pero no. John habla de la suya, que era aut¨¦ntica.
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