Un estatuto en el ojo del hurac¨¢n
A 20 a?os de su ratificaci¨®n en refer¨¦ndum, el instrumento de autogobierno vasco se ve cuestionado por las fuerzas nacionalistas que lo impulsaron y definieron
Seg¨²n los estudiosos, e incluso algunos pol¨ªticos nacionalistas, Euskadi cuenta con unas competencias superiores a las de un land alem¨¢n o un Estado de EE UU. Las capacidades que ofrece el Concierto Econ¨®mico llevaron al ex lehendakari Jos¨¦ Antonio Ardanza a afirmar solemnemente en 1997 que, "en materia fiscal, Euskadi es el decimosexto Estado de la Uni¨®n Europea". Sin embargo, el instrumento que sustenta este nivel de autogobierno por el que suspira Jordi Pujol, el Estatuto de Gernika, sufre el patente desafecto del nacionalismo democr¨¢tico, que lo pari¨® en buena medida y ha construido con ¨¦l la Administraci¨®n vasca. Un desamor que va m¨¢s all¨¢ de las quejas por el retraso, el incumplimiento o el bloqueo del desarrollo de las previsiones estatutarias, de lo que se responsabiliza absolutamente a los sucesivos gobiernos de "Madrid".Este sentimiento tiene una expresi¨®n palmaria en la decisi¨®n del Gobierno bipartito (PNV-EA) del lehendakari Ibarretxe de no conmemorar de ning¨²n modo la fecha del 20? aniversario de la aprobaci¨®n del Estatuto, que se cumple ma?ana. La explicaci¨®n oficial es que "no hay nada que celebrar" y se acompa?a del recordatorio de las transferencias todav¨ªa pendientes, veinte a?os despu¨¦s. Sin embargo, hay un factor no explicitado que ayuda a entender el ostensible desapego del Gobierno vasco respecto al instrumento del que surgi¨®, ante una fecha tan redonda: el embarque de los dos partidos que lo dirigen, el PNV y EA, en la singladura de Lizarra junto con Euskal Herritarrok, su socio en el Parlamento vasco. Y ya se sabe que la senda estatutaria y la soberanista discurren paralelas.
El disloque pol¨ªtico que se ha producido tras la tregua de ETA da lugar entonces a otra de las paradojas que abundan en el Pa¨ªs Vasco: la ¨²nica instituci¨®n vasca que va a celebrar oficialmente la efem¨¦rides es la Diputaci¨®n Foral de ?lava, gobernada ahora por el PP, el partido heredero de la tambi¨¦n ¨²nica formaci¨®n que propugn¨® el no en el refer¨¦ndum del 25 de octubre de 1979, la desaparecida Alianza Popular de Manuel Fraga.
Pero la pol¨¦mica sobre la conmemoraci¨®n del aniversario es s¨®lo la espuma de la marea de fondo: el paulatino alejamiento sentimental del nacionalismo democr¨¢tico respecto a un estatuto que fue el primero en reivindicar, que dise?¨® en gran medida y con el que ha configurado la comunidad aut¨®noma a su imagen y semejanza. As¨ª, "el tratado de paz de tres guerras civiles", como se defini¨® desde sus filas en 1979, ha pasado a ser como "esos episodios de la vida que uno recuerda con cari?o, pero que est¨¢n superados". Lo dice Carlos Garaikoetxea, protagonista del acuerdo con Adolfo Su¨¢rez, en su doble condici¨®n de presidente del ¨®rgano preauton¨®mico vasco y de la ejecutiva del PNV, un poder que nunca ha vuelto a reunir nadie. Para el ahora l¨ªder de Eusko Alkartasuna, el estatuto naci¨® del "obligado pragmatismo" impuesto por las dificultades pol¨ªticas de la transici¨®n y por los "riesgos de una involuci¨®n". Fue una soluci¨®n para resolver "urgencias dram¨¢ticas". ?Y tiene validez hoy? El estatuto, dice Garaikoetxea, podr¨ªa, con voluntad pol¨ªtica, "dar mucho juego", incluso pensando en su superaci¨®n. Pero no lo har¨¢, a su juicio, porque ya no puede caminar desconectado del "enjambre" de leyes y jurisprudencia que lo "encorsetan". As¨ª que su partido pone ahora como techo de sus aspiraciones "la voluntad popular y el derecho de autodeterminaci¨®n".
Otros personajes nacionalistas del aquel momento comparten con Garaikoetxea las cr¨ªticas al desarrollo "cicatero" que se ha hecho del estatuto, pero rechazan que pueda darse por amortizado ("muerto" fue la palabra empleada en octubre de 1997 por Jos¨¦ Elorrieta, secretario general de ELA, el sindicato vasco mayoritario y precursor del movimiento hacia el mundo radical que culmin¨® en el Acuerdo de Lizarra). "Una de las causas m¨¢s importantes de desgaste del estatuto ha sido el regateo al que ha sido sometido desde Madrid, la falta de una interpretaci¨®n amplia y generosa", opina Marcos Vizcaya, diputado en aquel tiempo del PNV y hoy empresario. No obstante, distingue entre lo que ha sido el desarrollo y "las posibilidades que sigue encerrando" el texto de Gernika. Sobre todo si se conjugan las disposiciones adicionales primera de la Constituci¨®n y el estatuto sobre los "derechos hist¨®ricos", que amparan especificidades como el Concierto Econ¨®mico. Gracias a este instrumento, las administraciones vascas dispondr¨¢n este a?o de m¨¢s de 1,2 billones de pesetas para sus gastos.
Emilio Guevara, ex diputado general de ?lava y uno de los padres del estatuto, es de los escasos peneuvistas que se atreven a expresar en p¨²blico su desaz¨®n por la deriva del partido. "Con todas las limitaciones e incumplimientos que se quieran, nunca este pa¨ªs ha dispuesto de la capacidad de autogobierno que tiene en estos momentos. Pero es que, adem¨¢s, y con el pa¨ªs que tenemos, no veo otra soluci¨®n viable, en t¨¦rminos de territorialidad y de soberan¨ªa, que la estatutaria", se?ala con vehemencia este abogado.
En el debate de estos d¨ªas, lo que m¨¢s crispa a los nacionalistas es ver que la bandera del estatuto la enarbolan el PP y los socialistas, a quienes responsabilizan de haberlo desvirtuado desde el Gobierno central en estas dos d¨¦cadas. Otra paradoja vasca. No obstante, el historiador Antonio Rivera se?ala que, m¨¢s que como bandera, estos dos partidos toman el estatuto como "trinchera" ante la ofensiva soberanista-independentista a la que se ha lanzado el nacionalismo con la excusa hist¨®rica de propiciar la paz.
El salto por encima del Estatuto de los nacionalistas le parece "pol¨ªticamente inviable" a otro de los protagonistas del Acuerdo de Gernika, Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas. El diputado socialista conf¨ªa en que se impongan las fuerzas que dentro del PNV consideran err¨®nea la v¨ªa tomada, pero reconoce que hoy por hoy el partido de Arzalluz est¨¢ "en otro proyecto, el de la gran Euskal Herria, la territorialidad y la soberan¨ªa".
Lo que m¨¢s le preocupa de la deriva del PNV y EA es que deja de nuevo a la sociedad vasca "sin proyecto com¨²n", dividida entre constitucionalistas-autonomistas y territorialistas-soberanistas. Y desde esa fractura, aduce Benegas, se hace imposible la propia "construcci¨®n nacional" a la que los nacionalistas aspiran.No resulta tarea f¨¢cil discernir cu¨¢nto del desencanto estatutario de ¨¦stos responde a "la actitud cicatera de Madrid" y cu¨¢nto a la acci¨®n persistente y deslegitimadora de HB y de la violencia de ETA, empecinadas en demostrar que el pueblo vasco se equivoc¨® en 1979 al optar por la v¨ªa posibilista de Gernika. Unos, con Garaikoetxea a la cabeza, mantienen que el primer factor es el esencial y recuerdan que todav¨ªa quedan por transferir una treintena larga de materias; la principal, el discutido r¨¦gimen econ¨®mico de la Seguridad Social.
Sin embargo, hay quienes piensan que sin la presencia de ETA-HB no se habr¨ªa producido el cuestionamiento de la validez del estatuto con la virulencia actual. "Si HB no hubiera existido, el PNV habr¨ªa consolidado un estatuto totalmente descafeinado y los vascos nos hubi¨¦ramos sentido muy c¨®modos en Espa?a", asegur¨® con toda franqueza Jon Id¨ªgoras el pasado mes de mayo.
Mario Onaind¨ªa, dirigente en 1979 de la desaparecida Euskadiko Ezkerra, opina con cierto tono provocador que el PNV no persegu¨ªa con el estatuto el autogobierno de Euskadi, "sino la conversi¨®n al nacionalismo de todo el pa¨ªs". Su desapego al texto de Gernika se produce "porque no ha conseguido este objetivo y tambi¨¦n porque sigue sin aceptar el principio de que es vasco todo el que vive en la comunidad aut¨®noma", acusa el ahora senador socialista. Por regla general, se presenta el estatuto en su vertiente de "pacto pol¨ªtico" con el Estado espa?ol. No se valora tanto el car¨¢cter de acuerdo interno que tuvo en su origen y sigue teniendo. Por eso, Onaind¨ªa destaca "el esfuerzo realizado por fuerzas como el PSE y el PP para asumir como propios s¨ªmbolos, t¨¦rminos y valores que eran del nacionalismo y que sus electores ve¨ªan como extra?os y hasta enemigos".
No es un efecto del aniversario del refer¨¦ndum, sino de la din¨¢mica abierta con el Acuerdo de Lizarra, que el debate pol¨ªtico en Euskadi parezca haber retrocedido 20 a?os en el tiempo. Este salto virtual se ha afianzado con la decisi¨®n de HB de propugnar la "abstenci¨®n activa" en las pr¨®ximas elecciones generales. "Nos quieren devolver a 1977, como si no llev¨¢ramos veinte a?os de estatuto", se lamenta el profesor Gregorio Monreal, que fue ponente por ESEI, un partido extinguido a principios de los ochenta. De volver a alg¨²n sitio, Monreal prefiere el regreso "a las condiciones originales del pacto estatutario", y aboga por renovar el esfuerzo de entendimiento que se realiz¨® hace veinte a?os.
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