El s¨ªntoma Amunike
Entre las leyes naturales del f¨²tbol, hab¨ªa una que garantizaba a cualquier jugador que se lesionara de gravedad una renovaci¨®n autom¨¢tica de su contrato. M¨¢s que una norma, era un compromiso que cualquier club acataba como un deber, sobre todo en las grandes instituciones, a las que se le exige una cierta ejemplaridad.El acuerdo hab¨ªa funcionado siempre hasta que el Bar?a ha decidido romperlo. La junta de N¨²?ez quiere largar a Amunike de mala manera, como si no le conociera, tal que fuera un lisiado, sin atender a su contrato, y para ello ha puesto en marcha toda su maquinaria: un documento m¨¦dico que le declara in¨²til por una lesi¨®n irreversible en la rodilla izquierda; una propuesta de rescisi¨®n del contrato, vigente hasta el 2001, por 15 millones en lugar de los 50 millones que cobra por a?o; y, mientras tanto, la prohibici¨®n de utilizar las instalaciones del club si no se compromete a asumir la responsabilidad de una reca¨ªda, de forma que el s¨¢bado se le impidi¨® el acceso al estadio, aunque ayer pudo llegar hasta el gimnasio.
Amunike no ha encontrado refugio en la caseta del entrenador, convertido ahora en capataz, jefe de recursos humanos, fiel con la pol¨ªtica de la empresa, tiempos opuestos a aquellos en que el t¨¦cnico se juntaba con la plantilla para defender causas como la del Mot¨ªn del Hesperia.
El nigeriano s¨®lo hall¨® consuelo en la plantilla, que le ha recordado de forma cari?osa en determinados partidos -frente al Oviedo, en abril, el equipo entero exhibi¨® una zamarra con el n¨²mero 14 de Amunike- y en alg¨²n festejo, hasta el punto de que se le trataba como una mascota.
Pero el asunto ha llegado a tal gravedad que exige acciones de mayor compromiso que la de mostrarse simp¨¢tico con un futbolista que simboliza los tiempos modernos del f¨²tbol. Fichado en 1996 contra el criterio de los doctores -que ya advirtieron de su lesi¨®n-, y por imposici¨®n de la FIFA -el club firm¨® el contrato previamente a la revisi¨®n m¨¦dica-, Amunike forma parte del legado de Robson, que se encaprich¨® con un futbolista prescindible y la junta trag¨®. Pero los desperfectos causados por el paso del t¨¦cnico ingl¨¦s no justifican las acciones emprendidas contra el nigeriano, que ante el abandono de la instituci¨®n -el seguro s¨®lo cubre dos a?os de ausencia del jugador - se ha tenido que buscar la vida, ya sea en el extranjero o en la consulta de m¨¦dicos mal vistos en el club.
Necesita hoy Amunike de sus compa?eros ante el trato de la junta, que refleja los nuevos tiempos que corren por el Camp Nou. El Bar?a siempre mostr¨® una especial sensibilidad social, sobre todo en ¨¦pocas de penuria deportiva. Hoy, sin embargo, se est¨¢ haciendo tan insoportable en la abundancia que su esp¨ªritu de "m¨¢s que un club" va perdiendo sentido. El Barcelona aparece como una instituci¨®n deshumanizada desde su gobierno, dirigida con criterios empresariales, con tics a veces incluso mafiosos, propios de directivos encausados y no representativos de una masa social plural. La mayor¨ªa de asuntos que ¨²ltimamente ata?en a la junta son reprobables: el trato con la prensa, la negociaci¨®n de los proyectos que afectan a los dem¨¢s, las relaciones con los otros clubes, todo cuanto rodea al consejo. Referente en la cancha, el Bar?a no puede ser tomado como ejemplo en el despacho con casos como el de Amunike:consentir su despido significar¨ªa un acto de rendici¨®n del futbolista ante una patronal que ya no distingue entre el sill¨®n del club y el de N¨²?ez y Navarro.
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