Luchando contra su propia imagen
Andre Agassi se rebela contra el personaje fr¨ªvolo que vendi¨® durante a?os
Hay ocasiones en las que la apariencia no se corresponde con la realidad. Andre Agassi es uno de estos casos. Nike, la marca que le equipa y le paga 10 millones de d¨®lares anuales (unos 1.640 millones de pesetas), ha convertido al tenista estadounidense en un producto de mercadotecnia. Pero Agassi se rebela ahora contra la imagen de frivolidad y divismo que ha estado vendiendo a lo largo de su carrera profesional.?l no es as¨ª. Detr¨¢s de su apariencia dura y rebelde, se esconde un ser tremendamente sensible, humano y honesto. Ha ganado mucho m¨¢s dinero del que puede gastar y ha vivido como un aut¨¦ntico millonario. Lleg¨® a disponer incluso de un avi¨®n privado, que le costaba 115 millones de pesetas anuales de mantenimiento, y fue un loco de los coches deportivos. Pero tras su divorcio de Brooke Shields, a principios del a?o pasado, Agassi vendi¨® el avi¨®n y decidi¨® que el tenis volviera a llenar su vida.
"Las contradicciones forman parte de mi b¨²squeda personal", confiesa el jugador de 29 a?os, que esta temporada concluir¨¢ como n¨²mero uno mundial a pesar de perder ayer la final del Masters, tras haber ca¨ªdo hasta el puesto 142? a finales de 1997. "He nacido para jugar al tenis; es una parte de lo que soy; por tanto, lo que aporte a este deporte me engrandece o me disminuye como persona. Pero mi personalidad est¨¢ unida a mis amigos, a mis actividades, a la fundaci¨®n que he creado. Y en el centro de todo est¨¢ Dios. Todo comienza y acaba con ?l".
Esa profundidad no la ha adquirido en casa. All¨ª aprendi¨® a jugar al tenis por imposici¨®n de su padre, que se propuso crear un campe¨®n. Mike Agassi destac¨® como boxeador y lleg¨® a representar a Ir¨¢n, su pa¨ªs de origen, en los Juegos Ol¨ªmpicos de 1948 y 1952, antes de emigrar a Chicago. El mal clima de aquella ciudad le decidi¨® a trasladarse a Las Vegas. All¨ª se convirti¨® en presentador de espect¨¢culos. Trabajaba hasta las tres de la madrugada y se levantaba a las siete para dar clases de tenis a sus hijos.
Su primer objetivo fue Rita, la hermana mayor de Andre, que acab¨® por no hablarse con su padre tras sentirse v¨ªctima de su obsesi¨®n. "Le he servido de cobaya", confes¨® Rita, y lo cierto es que as¨ª fue. Cuando Andre Agassi estaba en la cuna, Mike le dise?¨® un m¨®vil con una pelota de tenis. Cuando pudo sentarse en una silla, le dio una pala de tenis de mesa y le colg¨® una pelota delante. Cuando comenz¨® a caminar le dio ya una raqueta de tenis. Y a los tres a?os peloteaba con ¨¦l. Andre firm¨® su primer aut¨®grafo a los seis a?os, tras un entrenamiento con Ilie Nastase en Las Vegas.
La obsesi¨®n de su padre por hacerle un campe¨®n fue tal que a los 13 a?os ech¨® a la basura un trofeo que Andre gan¨® en San Diego, simplemente porque hab¨ªa quedado tercero. Sus relaciones estallaron por los aires cuando, tras ganar su primer Grand Slam, en Wimbledon en 1992, su padre le recrimin¨® haber perdido un set en vez de felicitarle.
Agassi precis¨® de ayuda psicol¨®gica para comprender a su padre. "Ahora s¨¦ que fue un hombre que luch¨® por mejorar la situaci¨®n de los suyos", asegura. Tras normalizar su vida, Andre fich¨® a Brad Gilbert en 1994 y rehizo su carrera. En ¨¦l encontr¨® el apoyo que necesitaba en el terreno ten¨ªstico. En los dem¨¢s terrenos, Agassi siempre ha estado arropado por un grupo de amigos inquebrantables, a los que ha ido incorporando a la empresa que dirige todos sus negocios.
Le gusta afirmar que no tiene empleados, sino amigos, y les demuestra su confianza con una generosidad increible. Le regal¨® un Cadillac y una casa a su padre. Un BMW a su amigo Perry Rogers cuando se gradu¨® como abogado. Un deportivo rojo Eagle Talon a la hija de su entrenador Gil Reyes -a quien hab¨ªa regalado ya una casa- cuando cumpli¨® 16 a?os.
Ya en las postrimer¨ªas de su carrera ten¨ªstica, este brillante campe¨®n -posee cinco t¨ªtulos del Grand Slam, Roland Garros y el Open de EE UU de este a?o, y es el ¨²nico desde Rod Laver que ha ganado los cuatro grandes-, se muestra tal como es. No esconde su idilio con Steffi Graf, y proclama su humanidad y su profesionalidad. Agassi es as¨ª. Y est¨¢ luchando contra su propia imagen.
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