Todos fueron Anelka
Detr¨¢s del estruendo que provoc¨® la derrota del Madrid frente al Zaragoza, hubo un partido, evidencia que ha pasado desapercibida por la rebolera que se mont¨® despu¨¦s.Se discute la crisis del Madrid desde todos los ¨¢ngulos, porque todos ofrecen materia suficiente para el an¨¢lisis. Existen responsabilidades en todos los estamentos del club, pero da la sensaci¨®n de que el cap¨ªtulo menos importante es el estrictamente deportivo. Sin duda, el p¨¦simo estado del equipo ha alimentado la gruesa marejada que azota al club en las ¨²ltimas semanas. En cualquier caso, el Madrid ha vuelto a confirmar su capacidad de distracci¨®n. Los problemas en el campo, que se suponen capitales, se convierten en secundarios ante la marejada institucional. Debe ser por la tendencia al escapismo de los jugadores del Madrid, muy poco acostumbrados a asumir su cuota de responsabilidad en esta ca¨ªda libre.
Como algunos s¨ªntomas sirven de met¨¢fora, no hay s¨ªntoma mayor que Anelka para explicar la renuncia de los futbolistas a aceptar el protagonismo en un momento dram¨¢tico. Anelka ha salido corriendo cuando m¨¢s se necesitaba el tir¨®n de una estrella. Puede ser joven, puede tener problemas de adaptaci¨®n, puede vivir con angustia su llegada a uno de los clubes m¨¢s exigentes del planeta. Ning¨²n futbolista est¨¢ exento de padecer dificultades de gran calibre. Y menos que nadie, las estrellas. Con la salvedad de que las estrellas lo son por algo: porque son capaces de elevarse sobre las dificultades para ejercer el liderazgo en sus equipos. Anelka ha dimitido de su papel y, salvo novedades que por ahora se antojan imposibles, habr¨¢ que retirarle el cartel de estrella. Y concederle el de maestro en fugas.
Anelka es, por elevaci¨®n, el jugador que representa el car¨¢cter de la plantilla del Madrid, acostumbrada a huir por las rendijas cuando vienen mal dadas. El partido con el Zaragoza represent¨® fielmente la dejaci¨®n de responsabilidades del equipo. Fue una derrota humillante porque al Madrid le import¨® bien poco la humillaci¨®n.
El Zaragoza jug¨® el encuentro perfecto. A su maravillosa actuaci¨®n se debe un resultado incontestable. Claro que tambi¨¦n el Madrid se reserv¨® un papel relevante en su cat¨¢strofe. En un partido que se antojaba crucial, todos fueron Anelka. Se dieron a la fuga ante las dificultades. Hab¨ªa problemas futbol¨ªsticos en el campo -hasta el punto de aceptarse que varios jugadores no disponen de las condiciones m¨ªnimas para ocupar un puesto en el Madrid- y se apreciaba una superioridad del Zaragoza en todos los ¨®rdenes, cuesti¨®n que explica la baj¨ªsima clasificaci¨®n. De un equipo que s¨®lo ha ganado un partido en Chamart¨ªn, s¨®lo puede decirse que tiene bien merecida la plaza que ocupa. Pero lo peor del Madrid no es su p¨¦simo juego. Su extrema indolencia sirvi¨® m¨¢s que ninguna otra cosa para ofrecer un retrato del equipo, uno que ha entrado en barrena y parece importarle muy poco la situaci¨®n. Un equipo que el s¨¢bado vivi¨® el partido como Anelka.
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