El despegue del IPC
JUAN JOS? DOLADOPor fin tenemos algo en lo que nos parecemos a Estados Unidos. Desgraciadamente, no se trata ni de un aumento de la tasa de crecimiento del PIB ni de un descenso de la tasa de paro a los niveles norteamericanos de los ¨²ltimos a?os; sino de la tasa de inflaci¨®n. El ¨ªndice de precios al consumo (IPC) subi¨® un 0,1% en Estados Unidos en noviembre, lo que sit¨²a la inflaci¨®n interanual en el 2,6%. Por su parte, la inflaci¨®n en Espa?a subi¨® un 0,2%, dejando la tasa de inflaci¨®n interanual en el 2,7% y la que va acumulada en el a?o en el 2,5%. Dado que en diciembre, por razones estacionales, la inflaci¨®n raramente es negativa, lo m¨¢s probable es que la inflaci¨®n al final de 1999 supere el objetivo anual del 2,4%, el cual, conviene no olvidar, ya fue revisado al alza desde el 1,8% fijado inicialmente. ?Es este dato especialmente grave? Para contestar a esta pregunta conviene examinar cu¨¢les eran las expectativas del mercado al respecto, cu¨¢les han sido los componentes m¨¢s inflacionarios dentro del dato global aportado y, finalmente, si existen determinadas partidas presupuestarias o acuerdos salariales cuya evoluci¨®n futura se vea especialmente afectada por este repunte inflacionario. Los analistas no esperaban que la inflaci¨®n subiera en noviembre. No acertaron. S¨ª lo hicieron en la subyacente, que ha permanecido en un 2,3%. Ello significa que han sido aquellos componentes cuyos precios fluct¨²an m¨¢s ampliamente (energ¨ªa y productos frescos), tanto al alza como a la baja, los causantes del mal dato de la inflaci¨®n. En algunos casos, la subida era perfectamente previsible por el aumento del precio del petr¨®leo, a m¨¢s de 25 d¨®lares el barril, y el desplome del euro frente al d¨®lar, a cuya paridad uno a uno llevamos convergiendo en las ¨²ltimas semanas. Lo mismo cabe decir respecto a otras bajadas, como ocurre en el caso del turismo, una vez terminada la temporada alta. Las sorpresas, por tanto, han surgido en los otros componentes, as¨ª como en determinadas bajadas, como la del componente de tel¨¦fonos (1,6%), mucho menores de las esperadas. Por consiguiente, resulta previsible esperar que, al igual que estos precios han aumentado ahora, disminuyan en el futuro, de lo que se deriva que el dato de inflaci¨®n no es tan malo como parece en una primera lectura. ?Es razonable confiar que dicho repunte inflacionario se compense con un buen dato de la inflaci¨®n en diciembre? En mi opini¨®n, ¨¦ste no es el caso. Lo m¨¢s probable es que el precio del petr¨®leo se mantenga alto y que el tipo de cambio euro-d¨®lar siga en sus niveles actuales. Dif¨ªcilmente cabe esperar un aumento a corto plazo en la producci¨®n de petr¨®leo que rebaje el precio a corto plazo. En lo referente a la depreciaci¨®n del euro, mientras los fondos de inversi¨®n europeos sigan diversificando sus carteras hacia el d¨®lar -ya alcanza casi el 20% en dichas carteras- y el Banco Central Europeo siga emitiendo se?ales contradictorias sobre el tono de la pol¨ªtica monetaria, es poco probable que el euro se recupere. En este sentido, como recientemente apuntaba Guillermo de la Dehesa, conviene estar al tanto de la decisi¨®n final de las autoridades europeas sobre la OPA hostil de Vodafone sobre Mannesmann. De llevarse a cabo, lo m¨¢s seguro es que aumenten mucho las inversiones extranjeras de Estados Unidos en Europa, fortaleciendo con ello la posici¨®n del euro respecto al d¨®lar. Ello, sin embargo, es imposible que se produzca durante este mes, con lo que las expectativas de inflaci¨®n para diciembre habr¨ªan de situar la tasa interanual en torno a un 2,8%, esto es, un punto porcentual por encima de lo que se esperaba para el presente a?o a finales de 1998. Cabe preguntarse por las consecuencias que dicho repunte inflacionista pueda tener sobre pensiones y salarios. Respecto a las primeras, el compromiso del Gobierno de mantener su poder adquisitivo, implica un aumento de las mismas de 0,9 puntos porcentuales, lo que supone un aumento del gasto en pensiones del orden de 116.000 millones, es decir, algo m¨¢s de una d¨¦cima de un punto del PIB. En salarios, resulta complicado pedir un mayor sacrificio salarial en las circunstancias pol¨ªticas presentes y sin haber abordado mayores reformas laborales que las que tuvieron lugar en 1997. M¨¢s que el anecdotario de las opciones sobre acciones, lo que realmente resulta preocupante es la escasa flexibilidad del empresariado espa?ol para convivir con la estabilidad de precios, en un sistema en el que la desregulaci¨®n del mercado de bienes todav¨ªa no ha rendido los frutos esperados en t¨¦rminos de reducci¨®n de los m¨¢rgenes de beneficios. Ello queda reflejado en la inflaci¨®n del sector servicios, que sigue anclada en el 3,1%. Aunque la mayor parte del aumento del precio de la vivienda no est¨¢ reflejada en el IPC, las distorsiones que permanecen en el mercado del suelo siguen siendo el freno principal a la movilidad del factor trabajo en Espa?a, en una situaci¨®n donde, a diferencia del pasado, ya no existe la posibilidad de utilizar las devaluaciones para corregir el efecto de la p¨¦rdida de competitividad sobre la restricci¨®n del sector exterior. En este sentido, lo que aparentemente pueda interpretarse como un aumento temporal de la inflaci¨®n quiz¨¢ pueda tener efectos m¨¢s permanentes. En el pasado, las tensiones de balanza de pagos han estrangulado los periodos expansionistas del ciclo econ¨®mico espa?ol. Atenci¨®n, pues, al despegue del d¨¦ficit por cuenta corriente en los pr¨®ximos meses
Juan Jos¨¦ Dolado es catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Carlos III de Madrid.
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