La ret¨®rica en el armario
Los recursos art¨ªsticos de la contralto Nathalie Stutzmann no son aparatosos y, mucho menos, efectistas. Su arma m¨¢s consistente est¨¢ en el instinto mel¨®dico. Es la suya una forma de canto que se proyecta casi desde el susurro y, en todo caso, est¨¢ bien encajada con las esencias de la m¨²sica camer¨ªstica. Tiene un color vocal atractivo -l¨ªrico, leve, en su penumbra nada cavernosa- y frasea con t¨¦cnica ¨¢gil, sin esfuerzo aparente. Da la sensaci¨®n que canta directamente al o¨ªdo, como si estuviese entre un grupo de amigos.Su primera parte del recital de ayer en el teatro de la Zarzuela estuvo basada en autores alemanes: Franz Schubert, Richard Strauss. Fue correcta, correct¨ªsima, y sin embargo no pudo evitar la sensaci¨®n de monoton¨ªa, en parte por una discreta diferenciaci¨®n estil¨ªstica entre los dos compositores y, sobre todo, por una insuficiente sinton¨ªa entre los sonidos m¨¢s caracter¨ªsticos de la lengua alemana y el estilo de la cantante. Un recital no es ¨²nicamente una lecci¨®n de canto. Es un proceso de comunicaci¨®n y hasta de seducci¨®n. Todo transcurr¨ªa con ortodoxia, con sentido de la medida, pero el pellizco expresivo no acababa de saltar.
VI Ciclo de Lied
Nathalie Stutzmann (contralto), Inger S?dergren (piano). Canciones de Franz Schubert, Richard Strauss (8 lieder, opus 10), Claude Debussy (5 melod¨ªas) y Francis Poulenc (les chansons villageoises). Fundaci¨®n Caja de Madrid. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 20 de diciembre.
Cambio radical
Cambiaron radicalmente las cosas en una segunda parte dedicada al repertorio franc¨¦s. Y si bien en las cinco melod¨ªas de Claude Debussy, Nathalie Stutzmann no termin¨® de conseguir esa evanescencia ¨²ltima que late en las canciones del gran compositor franc¨¦s, si en cambio se percib¨ªa el indefinible perfume po¨¦tico que sugiere la l¨ªrica impresionista. El mar segu¨ªa en calma, pero era otro tipo de calma: m¨¢s en consonancia con el esp¨ªritu de unas letras y el sentido innovador y cargado de aromas de una m¨²sica fundamental.
La expresividad, dentro de la sobriedad y la contenci¨®n, lleg¨® con el ciclo de Francis Poulenc, Les chansons villageoises en el m¨¢s puro estilo del cabar¨¦ literario franc¨¦s. No perdi¨® de vista, en cualquier caso, Nathalie Stutzmann el gui?o popular, pero su canto surg¨ªa desde la matizaci¨®n, desde la intencionalidad de cada s¨ªlaba, desde una comprensi¨®n culta. En el remate final de este bloque con Los caminos del amor, ofrecido como primera propina, consigui¨® la ovaci¨®n m¨¢s rotunda de la noche. No era para menos. La ret¨®rica se hab¨ªa quedado en el armario. La contralto se hab¨ªa hecho due?a de la noche desde la sencillez y la naturalidad de una l¨ªnea de canto nada farragosa.
Quedaba a¨²n lo mejor. Y curiosamente, no vino del lado franc¨¦s, ni del alem¨¢n. Fue en la tercera propina, con una canci¨®n sobre temas jud¨ªos de Dmitri Shostakovich, en la que la cantante se transfigur¨®, se carg¨® de fuerza, se delect¨® en el lamento y se entreg¨® al fluir de la melod¨ªa con un sentimiento y una pasi¨®n que consiguieron estremecer. La verdad del canto, el pellizco de que habl¨¢bamos antes, saltaba cuando uno menos se lo esperaba. Cosas del canto. Cosas de los recitales. Cosas que ocurren cuando hay una cantante en escena de gran categor¨ªa, a pesar de los altibajos. Su Shostakovich lleg¨® directamente al coraz¨®n. Vali¨® por toda la noche.
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