Fuegos fatuos
NO TIENE justificaci¨®n alguna la instrumentalizaci¨®n pol¨ªtica de los efectos de la actividad terrorista. Ni con ocasi¨®n de las campa?as electorales ni fuera de ellas. Con su anuncio de finalizaci¨®n de la tregua, ETA ha pretendido precisamente romper el consenso entre fuerzas democr¨¢ticas alrededor de este principio. Los hechos est¨¢n demostrando d¨ªa tras d¨ªa el car¨¢cter meramente esc¨¦nico de la tregua y de su ruptura. Mientras su brazo pol¨ªtico Euskal Herritarrok ped¨ªa contrapartidas al supuesto esfuerzo de paz de la organizaci¨®n armada, los terroristas segu¨ªan preparando atentados, eligiendo objetivos, realizando seguimientos y acumulando armas y material explosivo.Estos hechos los conocen todos los partidos democr¨¢ticos, empezando por los nacionalistas vascos, a los que el comunicado de ETA reprochaba que no se hubieran alejado suficientemente del PP y el PSOE. Pero el efecto en cadena de la declaraci¨®n de los terroristas est¨¢ actuando sobre los dem¨®cratas con resultados alarmantes. Si nos atenemos a las declaraciones hechas por unos y otros en las ¨²ltimas semanas, los nacionalistas vascos ser¨ªan unos t¨ªteres en manos de ETA, el PSOE habr¨ªa olvidado sus responsabilidades como partido implantado en toda Espa?a para atender de forma oportunista a los requerimientos de los nacionalistas, ¨¦stos a su vez estar¨ªan preparados para llevar el agua a sus particularismos y el PP ser¨ªa un partido nacionalista espa?ol que con su inmovilismo y cortedad de ideas ha bloqueado el proceso de paz.
Todas estas afirmaciones son, lisa y llanamente, falsas, por mucho que puedan contener, con distintos matices, alg¨²n atisbo de verdad. La culpa y responsabilidad de la violencia es de ETA y s¨®lo de ETA. Pero la responsabilidad de que no se utilice la declaraci¨®n de ETA con fines electorales es de los partidos democr¨¢ticos, pues requiere del esfuerzo y de la abstenci¨®n activa de todos a la hora de utilizarla como proyectil electoral. Empezando, naturalmente, por el partido al que mayor responsabilidad cabe exigir, que es el que gobierna.
Es especialmente grave que el fuego cruzado se haya intensificado a partir de unas declaraciones poco matizadas de Aznar en su viaje a Bel¨¦n y Jerusal¨¦n, en las que asegur¨® que los nacionalistas vascos "no est¨¢n en favor del proceso de paz; est¨¢n en un pacto con una organizaci¨®n terrorista". El PP ha ido a?adiendo adem¨¢s la correspondiente raci¨®n de munici¨®n contra todos, hasta la caricatura de presentarse como el ¨²nico y solitario partido que defiende la Constituci¨®n y que cierra el paso a los terroristas. Y no le han faltado colaboraciones en esta escalada de declaraciones, empezando por sus propios socios de CiU, que han culpado a Aznar de no saber aprovechar la tregua.
Pretender que en las elecciones generales se dirime la unidad de Espa?a frente a quienes desde el Pa¨ªs Vasco plantean la independencia no es tan s¨®lo una estafa pol¨ªtica, sino un camino peligroso, en el que puede haber coincidencias aberrantes. Entre otras cosas, porque termina realizando una identificaci¨®n entre los m¨¦todos violentos de ETA y los objetivos, por muy discutibles que puedan ser, de los distintos partidos nacionalistas.
La inminente convocatoria de elecciones generales, probablemente para el 12 de marzo, ha desatado las lenguas m¨¢s all¨¢ de lo razonable. El debate pol¨ªtico en ¨¦poca electoral suele reducirse al esquema m¨ªnimo de las consignas o esl¨®ganes electorales. De ah¨ª que la caricatura sea muchas veces la mejor forma para explicar la supuesta confrontaci¨®n entre propuestas pol¨ªticas al¨¦rgicas al matiz y a la sutileza dial¨¦ctica. Dif¨ªcilmente tendr¨¢ prestigio la pol¨ªtica entre los ciudadanos cuando son los propios responsables pol¨ªticos quienes adoptan los gestos y las palabras de los gui?oles.
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