Un manto de fiestas envuelve el planeta
La Nochevieja m¨¢s celebrada de la historia se caracteriz¨® por la tranquilidad y la ausencia de incidentes graves
Fue una noche feliz. Un manto de jolgorio envolvi¨® el planeta, aunque entre sus pliegues se ocultaran las tragedias de cada d¨ªa. Los 150 haitianos que celebraron el tr¨¢nsito al 2000 en una gigantesca patera, con las costas de Miami ya a la vista, vivieron sin duda un breve momento de esperanza; se les detuvo al desembarcar y volver¨¢n a Hait¨ª. En Chechenia no cesaron los bombardeos, en la devastada Venezuela no hubo gran cosa que celebrar y en Sud¨¢n continuaron la guerra y las convulsiones. Fue una noche extraordinaria, a pesar de todo, y el resplandor de las fiestas ilumin¨® el cielo conforme la Tierra giraba y la hora final de 1999 alcanzaba uno tras otro los husos horarios hasta desvanecerse en el ¨²ltimo, una tranquila playa de Samoa, en el Pac¨ªfico Sur.
Nunca el mundo se hab¨ªa unido tanto para celebrar un mismo acontecimiento. El motivo de la fiesta era bastante arbitrario, un simple salto en el calendario occidental engranado con un vistoso cambio de d¨ªgitos en nuestra numeraci¨®n de los a?os y los siglos. La fiesta result¨®, adem¨¢s, gradual. Cuando en Espa?a se almorzaba el d¨ªa 31, en Australia corr¨ªa el champ¨¢n desde hac¨ªa horas. Huso tras huso, cientos de millones de personas levantaron la copa como en la ola de un estadio. El entusiasmo colectivo result¨® ins¨®lito.El dato a destacar es la ausencia de incidentes. No hubo atentados terroristas, ni avalanchas humanas, ni pavorosos incendios. Fue una Nochevieja pac¨ªfica. Mucho m¨¢s tranquila, por ejemplo, que la del a?o anterior, pese a que las grandes ciudades registraron aglomeraciones incre¨ªbles.
Fue una fiesta de fuego. Comenz¨® de forma apacible en las islas del Pac¨ªfico, pero entr¨® en ignici¨®n en cuanto la medianoche bes¨® Australia y Nueva Zelanda. En el puerto australiano de Sidney se congregaron m¨¢s de un mill¨®n de personas bajo un paraguas de fuegos artificiales -el cielo estaba encapotado-, y hubo que rescatar 800 botes de entre los miles que se aventuraron al mar para observar el espect¨¢culo. La media hora de coheter¨ªa culmin¨® con una palabra de luz: Eternity. La ignici¨®n de un letro con esa palabra, Eternidad, constituy¨®, seg¨²n informa Gabriel Planella, un homenaje a un ilustre desconocido del siglo XX. Arthur Stace, ladr¨®n, alcoh¨®lico y artista crecido en un burdel y convertido al cristianismo en 1930, escribi¨® medio mill¨®n de veces esa palabra, Eternity, con tiza y sobre las aceras, desde su conversi¨®n hasta su muerte en 1967, a los 83 a?os de edad. El escueto mensaje de Stace lanz¨® un destello de reflexi¨®n sobre la juerga multitudinaria.
?Cu¨¢ntas personas se enamoraron, discutieron, rompieron o se reencontraron en la fiesta planetaria? El caudal de emociones ¨ªntimas ser¨¢ siempre desconocido. Los canales de informaci¨®n no transmiten esas cosas.
Se sabe, por el contrario, que hubo un nuevo incidente racista en Suecia: un grupo de j¨®venes atac¨® en Estocolmo a inmigrantes turcos. Uno de los inmigrantes, un muchacho de 19 a?os, muri¨® de una pu?alada en la espalda. Otro result¨® herido. Dos de los presuntos agresores fueron detenidos, y uno de ellos pint¨® con su propia sangre una cruz gamada sobre la puerta de su celda.
En Kosovo rein¨® la paz. No hubo muertos, al menos. Las tropas de la OTAN detuvieron a 11 personas durante las ¨²ltimas horas de 1999, por posesi¨®n ilegal de armas, pero la noche transcurri¨® sin incidentes de importancia. El general jefe de las fuerzas de pacificaci¨®n, el alem¨¢n Klaus Reinhardt, se sinti¨® obligado a felicitar a los kosovares por la "forma respetable" de su celebraci¨®n. Junto a Kosovo, en las monta?as del norte de Albania, se registr¨® un movimiento s¨ªsmico de 4,2 sobre la escala de Richter, sin causar v¨ªctimas ni da?os materiales de importancia.
Tampoco hubo incidentes donde m¨¢s se tem¨ªan, en Israel.Ni la fiebre apocal¨ªptica de los milenaristas ni el conflicto entre israel¨ªes y palestinos asomaron a la superficie de la noche.
Del otro lado del Atl¨¢ntico, la fiesta m¨¢s trepidante fue celebrada en la playa de Copacabana, en Rio de Janeiro (Brasil). La fiesta reuni¨® a tres millones de personas, y tuvo un participante inesperado: un ni?o nacido en plena samba. La madre, Ana Paula da Silva, de 22 a?os, sal¨ªa de cuentas la semana pr¨®xima. Madre e hijo se encuentran bien, al igual que otros 28 ni?os perdidos y encontrados durante el festejo playero.
Lo m¨¢s sonado ocurri¨®, como cada a?o, en la neoyorquina Times Square. Pero hubo cosas m¨¢s extraordinarias. La ciudad m¨¢s austral del planeta, Ushuaia, en Argentina, dio la bienvenida al 2000 con un tango de los bailarines Julio Bocca y Eleonora Cassano, danzado en una plataforma sobre las aguas heladas del Atl¨¢ntico.
Puestos en originalidades, unos 300 alpinistas se congregaron en la cima del Aconcagua (6.959 metros, el techo de Am¨¦rica) provistos de champ¨¢n, fiambres y m¨²sica. Otras 2.000 personas festejaron la noche al aire libre y muy por debajo de los cero grados en Alaska, pero lo hicieron a su pesar: una falsa alarma de bomba oblig¨® a evacuar el recinto en que se encontraban. En Seattle (Estados Unidos) se cancelaron los festejos populares por temor a atentados.
El 31 de diciembre muri¨® en la playa de Savai, en el extremo occidental de Samoa. En Europa era ya mediod¨ªa del 1 de enero, y s¨®lo un poco m¨¢s al oeste, tras el l¨ªmite del primer huso horario, Tonga y Nueva Zelanda se adentraban en el d¨ªa 2. Los samoanos, con varios centenares de turistas, prefieron despedir que recibir: con el nuevo a?o, o siglo, o milenio, ya bien asentado en el resto del planeta, optaron por brindar al ¨²ltimo atardecer de 1999.
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