Madre Madrid
Hace 25 a?os, Madrid todav¨ªa era una especie de gran atractor o centr¨ªpeto agujero negro, como embalse demogr¨¢fico que engull¨ªa m¨²ltiples regueros continuos de inmigrantes, originarios de las cuatro esquinas de la Espa?a provinciana, que corr¨ªan a instalarse y formar familia en la capital del reino: de ah¨ª las alt¨ªsimas tasas madrile?as de nupcialidad y natalidad. As¨ª ven¨ªa sucediendo desde lustros atr¨¢s, durante toda la larga era del desarrollismo tecnocr¨¢tico, en tanto que motor urbano y sede administrativa del r¨¦gimen autoritario. Pero la muerte del dictador puso fin a ese proceso de acumulaci¨®n poblacional, y el flujo de inmigraci¨®n y formaci¨®n de familias se detuvo.Ya era hora, porque para entonces Madrid se hab¨ªa convertido sobre todo en una especie de gigantesca ciudad-dormitorio, casi exclusivamente poblada por familias nucleares cargadas de hijos muy peque?os, que constitu¨ªan el primer grupo de edad en orden de magnitud. La proporci¨®n de j¨®venes solteros escaseaba en t¨¦rminos relativos, as¨ª como la de personas mayores, y en cambio proliferaban los matrimonios en edad de crianza, comprometidos por el peso de sus cargas familiares, como responsables del mayor contingente de menores preescolares que jam¨¢s hab¨ªa conocido la capital. Y por eso la infraestructura urbana estaba volcada en la necesidad de satisfacer una demanda creciente de plazas en paritorios, maternidades y escuelas, haciendo de Madrid una especie de gran macro-guarder¨ªa pol¨ªtica.
Pero todo cambi¨® tras 1975. La transici¨®n a la democracia gener¨® una gran incertidumbre y los efectos de la crisis econ¨®mica cortaron de ra¨ªz el desarrollismo, creciendo imparablemente el desempleo. En consecuencia, la inmigraci¨®n a Madrid ces¨® bruscamente y la nupcialidad y la natalidad comenzaron a caer en picado. Y as¨ª, el r¨¦gimen de acumulaci¨®n demogr¨¢fica se trastoc¨® por completo: el crecimiento vegetativo se detuvo, la formaci¨®n de nuevas familias se bloque¨® y la poblaci¨®n comenz¨® a envejecer. Pero lo peor fue que la gran proliferaci¨®n de reci¨¦n nacidos acumulados en 1975 se convirti¨®, a?os despu¨¦s, primero en un exceso de escolares adolescentes, que desbordaron los institutos, y despu¨¦s en un embalsamiento de j¨®venes excedentes, que masificaron la universidad y atestaron las colas del desempleo. Y al mismo tiempo, sus padres se fueron jubilando, muchos de ellos anticipadamente, aumentando sin cesar el peso de los pensionistas. As¨ª es como la pir¨¢mide poblacional madrile?a del 2000 es estrictamente inversa a la que se dio 25 a?os antes pues ahora lo que escasean son los ni?os y los adultos con cargas familiares, mientras que en cambio sobreabundan las personas mayores y sobre todo los j¨®venes redundantes, incapaces de formar nuevas familias.
Esta quiebra demogr¨¢fica ha tenido dr¨¢sticas consecuencias sobre la infraestructura urbana, que ha debido reconvertirse para dejar de ser una macro-guarder¨ªa y pasar a ser un mega-ghetto juvenil y una reserva de pensionistas, en compartimentos estancos cada uno con sus propios estilos de vida. Mientras los mayores disparan la demanda de sanidad y servicios sociales, los j¨®venes con la emancipaci¨®n bloqueada extreman sus h¨¢bitos menos saludables: alcohol, tabaco, suicidio, accidentes... Ahora bien, tanto entonces, con la infancia y los inmigrantes, como ahora, con mayores o con j¨®venes, Madrid sigue demostrando una extraordinaria capacidad de acogida, pues sus redes familiares de vecindad, parentesco y ayuda mutua se habilitan por defecto para integrar a unos excedentes poblacionales a los que ni el Estado ni el Mercado saben proporcionar mejores oportunidades de vida.
Enrique Gil Calvo es soci¨®logo.
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