Ava
No conozco el filme o la prueba de donde procede la imagen de Ava Gardner que hay a la derecha de estas l¨ªneas. S¨¦ que es de 1954, su gran instante, cuando se dispon¨ªa a interpretar La condesa descalza y ten¨ªa detr¨¢s la gloriosa tacada de Magnolia, Pandora, Las nieves del Kilimanjaro y Mogambo, es decir: la plenitud de su irreal hermosura aliada al despertar de un vigoroso talento intuitivo en el oficio de actuar, al que odiaba pero del que depend¨ªa como de una droga dura.Muri¨® Ava Gardner ahora hace 10 a?os en Londres, donde se fue a vivir despu¨¦s de abandonar a toda prisa, dolida y amarga, su casa de Madrid, donde esta americana sure?a (nacida en 1922 en una aldea de Carolina del Norte llamada Grabtown) se instal¨® a?os antes, enganchada a aquella amarga ciudad llena del silencio de la vida oculta, en la que esta mujer se refugi¨® en su huida de la trituradora de Hollywood. Una vez dijo: "Cuando me siento herida, me refugio en la noche". Y aquel oscuro Madrid en que Ava vivi¨® era noche, s¨®lo noche.
Se festeja su memoria, en realidad se a?ora su ausencia, en todo el mundo, porque nadie ha ocupado el vac¨ªo que dej¨® al irse de muerte. Se recuerda la insolencia blasfema con que interpret¨® su llegada al mundo: "Nac¨ª el d¨ªa de Navidad de 1922 para quitar celebridad a Jesucristo. Nac¨ª bajo el signo de Capricornio, que es el peor de todos, pero yo no me dejo intimidar por las estrellas". Ni por los amos de las estrellas. Fue, adem¨¢s del animal m¨¢s bello que ha existido (as¨ª la definieron y ella lo acept¨® como un brutal pero exacto cumplido), mujer apasionada, sumamente inteligente y una de las m¨¢s libres de que hay noticia.
Una televisi¨®n le dedic¨® unas cuantas horas hace un par de noches y hubo en los peri¨®dicos ecos distantes de la memoria de esta ¨²ltima superviviente del grupo de inmensas mujeres de Hollywood que, due?as de la dorada miseria del star system inventado por el carnicero alem¨¢n Carl Laemmle, lo dinamitaron desde dentro. Aquel tinglado de fabricaci¨®n y venta de diosas humanas no resisti¨® la embestida, suave y salvaje, de la inteligencia, la sorna y la libertad de Ava Gardner, aliada a las de otras dos colegas de iron¨ªa e infortunio, Marilyn Monroe y Gloria Grahame.
Tuvo esta gran mujer incontables amantes y fue generosa y delicada con todos, salvo con tres: uno, el millonario Howard Hughes, porque quiso comprarla; otro, el actor George C. Scott, porque la dio una brutal paliza, y otro, el torero Mario Cabr¨¦, porque se le cayeron de la lengua algunas intimidades y ella tuvo que desmentirlas. La am¨® un poeta ingl¨¦s llamado Robert Graves, que rob¨® de su rostro intensos versos de viejo enamorado: "Ella es salvaje e inocente, hace el amor a trav¨¦s de todos los desastres".
Sobrevive su cine, Ava lo puebla.
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