'Clavincordios'
A¨²n con los corazones encogidos por el desgarro -los de Abba han asegurado que, ni por 1.000 millones de pesetas, volver¨¢n a juntarse para cantar-, los o¨ªdos -m¨¢s exigentes cada d¨ªa, seg¨²n el guitarrista Manolo Sanl¨²car- se afilan como cuchillos para digerir ese marasmo verbal que est¨¢ a punto de atravesar hasta las ceras m¨¢s prehist¨®ricas. Un avance lleg¨® de la boca del socialista Jos¨¦ Caballos, que canturre¨® algo as¨ª como el pacto, el pacto, el pacto es cojonudo... Una m¨²sica que no gusta por igual a todos. Romero y Chaves, por ejemplo, se intercambian partituras en pentagramas variables. Uno tiene cuatro rayas y otro, seis (prefieren los poligramas). Imposible descifrarlos, y menos a¨²n cantarlo al un¨ªsono.Es que no hay como los solistas o los mon¨®logos. Como el interpretado por la actriz Rosario Lara en una adaptaci¨®n feminista del cuento de la Bella Durmiente, bajo la direcci¨®n de Pedro ?lvarez Ossorio. A ver por qu¨¦ tiene que permanecer aletargada durante 100 a?os, vivir secuestrada durante otros dos hasta que engendra un hijo var¨®n (con lo caros que salen) y perseguir al verdadero amor, que todav¨ªa nadie sabe si acabaron durmiendo en un cuarto con dos camas. Los cuentos nunca relatan el final.
El choque entre los d¨²os se produce, a veces, por la disparidad de aficiones musicales. Aventurando un poco, se dir¨ªa que al director del Museo Arqueol¨®gico de Sevilla, Fernando Fern¨¢ndez, le gusta la m¨²sica cl¨¢sica y la delicadeza, mientras que al alcalde de Sevilla, Alfredo S¨¢nchez Monteseir¨ªn, le va el heavy metal de las palpitaciones en vivo y los manoseos. Lo que podr¨ªan crear unos tipos como Els Joglars de historietas semejantes. Ser¨ªa una suerte que a Albert Boadella se le agotasen los modelos catalanes y se diera una vuelta por otros lares. A lo mejor se inspira durante estos d¨ªas de gira por Andaluc¨ªa -con su ¨²ltimo montaje Daal¨ª- y escribe La incre¨ªble carambola del Dr Fern¨¢ndez y Mr. S¨¢nchez.
Boadella logra que una compa?¨ªa respete el gui¨®n sin pisarse las l¨ªneas. Algo de lo que no pueden presumir muchos aspirantes a directores de orquesta, que antes de que reconduzcan al clavic¨¦mbalo, ya les desafina el clavincordio. Las campa?as electorales son una macroorquesta donde, ni por 1.000 millones (igual que Abba), tocan la sinton¨ªa al comp¨¢s. Cada m¨²sico se lleva su poligrama, luego que se quejen de o¨ªdos exigentes.
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