Inmigrantes hoy, padres de espa?oles ma?ana
Espa?a sigue a la cola de Europa en poblaci¨®n extranjera, aunque la cifra de marroqu¨ªes o dominicanos se ha multiplicado por 10 en una d¨¦cada
La explosi¨®n de violencia xen¨®foba en El Ejido (Almer¨ªa) y la pol¨¦mica en torno a la Ley de Extranjer¨ªa han puesto en primer plano el nuevo papel de Espa?a como pa¨ªs receptor de inmigrantes, aunque todav¨ªa se trata de un fen¨®meno incipiente. M¨¢s de 2,5 millones de espa?oles siguen viviendo en el extranjero y s¨®lo unos 800.000 extranjeros residen en Espa?a. Suponen el 1,3% de la poblaci¨®n total, uno de los porcentajes m¨¢s bajos de Europa.Pero es verdad que la cifra de emigrantes espa?oles se va reduciendo paulatinamente, mientras que la de inmigrantes se ha duplicado en la ¨²ltima d¨¦cada. A muchos se les recibe con los brazos abiertos. A la mitad, casi exactamente. Son los ciudadanos comunitarios, con un alto nivel de renta. Entre ellos, unos 80.000 pensionistas que han borrado el castellano en amplias zonas de muchas localidades tur¨ªsticas.
Lo que provoca la zozobra de algunos sectores son los llamados inmigrantes econ¨®micos. Marroqu¨ªes, peruanos o dominicanos, cuya cifra se ha multiplicado por diez en los a?os noventa hasta superar las 200.000 personas, sin contar a los irregulares.
Al principio, Espa?a era s¨®lo un puente de paso hacia Europa, su verdadero objetivo. Pero poco a poco empezaron a establecerse. Aunque el paro supera todav¨ªa el 15% de la poblaci¨®n activa, un porcentaje sin parang¨®n en Europa, cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil encontrar espa?oles dispuestos a emplearse en el campo, la construcci¨®n o el servicio dom¨¦stico.
Y los inmigrantes han llenado ese hueco. Un hueco que se ir¨¢ ampliando, porque Espa?a, con s¨®lo 1,07 hijos por mujer f¨¦rtil, la natalidad m¨¢s baja del mundo, envejece a marchas forzadas y en las pr¨®ximas d¨¦cadas har¨¢n falta millones de brazos f¨®raneos para mantener el aparato productivo. Y el sistema de protecci¨®n social.
El coste para el Estado de la poblaci¨®n inmigrante es m¨ªnimo, incluso contando con la extensi¨®n de la cobertura sanitaria y la educaci¨®n, previstas en la nueva Ley de Extranjer¨ªa. S¨®lo unos 17.000 inmigrantes cobran alg¨²n subsidio, por m¨¢s de 300.000 que cotizan a la Seguridad Social.
Hasta los m¨¢s reacios reconocen que Espa?a necesita mano de obra extranjera. Y proyectan repetir los grandes convoyes ferroviarios que hasta hace bien poco transportaban a decenas de miles de jornaleros andaluces a la vendimia francesa. Con billete de ida y vuelta. Proponen ordenar su llegada, garantizar que todos vienen con contrato, que se les aloja en condiciones dignas. Asegurarse, sobre todo, de que cuando el ciclo econ¨®mico cambie y los puestos de trabajo, incluso los m¨¢s penosos, escaseen, no se los disputen a los espa?oles.
El problema es que la mano de obra tiene voluntad propia. Y muchos, aunque tuvieran otra intenci¨®n, se quedan para siempre. La doble valla met¨¢lica, m¨¢s de 10.000 millones de inversi¨®n, que blinda Ceuta y Melilla no interrumpe el flujo. Como mucho lo desv¨ªa, hacia la pateras que cruzan el Estrecho. Y si la Guardia Civil lo impide, hacia Canarias.
Bastantes extranjeros que entran legalmente acaban en la clandestinidad cuando se les agota el visado de turista y no logran renovarlo. Viven al margen de la ley, evitando siempre a la polic¨ªa. Trabajando en la capa m¨¢s profunda de la econom¨ªa sumergida.
Las dos regularizaciones realizadas hasta ahora dejaron fuera a varios miles de inmigrantes que no cumpl¨ªan los requisitos exigidos o no pod¨ªan acreditarlo. M¨¢s de 60.000 solicitudes se presentaron para los 30.000 empleos del cupo de 1999. La mitad se qued¨® sin permiso de trabajo.
Y la ilegalidad es el caldo de cultivo de la delincuencia. Los extranjeros s¨®lo suponen el 1,3% de la poblaci¨®n espa?ola, pero representan m¨¢s del 17% de la poblaci¨®n reclusa. La asociaci¨®n de la imagen del extranjero con la del delincuente es la base de la que se nutre la xenofobia.
La integraci¨®n es la ¨²nica vacuna eficaz que se conoce. Mientras llegan nuevos inmigrantes, ya est¨¢ creciendo una primera generaci¨®n de espa?oles de piel oscura, ojos rasgados, religi¨®n musulmana o apellido eslavo. Para la escuela constituye un verdadero reto. Evitar la creaci¨®n de guetos, integrarlos sin obligarles a renunciar a la cultura de sus padres es indispensable para no tener que enfrentarse ma?ana a una juventud desarraigada.
Hasta que estall¨® El Ejido, las encuestas repet¨ªan de manera machacona y complaciente que los espa?oles no eran racistas. Tampoco ten¨ªan con qui¨¦n.
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