La marcha VICENTE VERD?
La concejal de Polic¨ªa de Madrid tiene un litigio con los bares de copas de la ciudad. Los incontables bares de una de las zonas m¨¢s c¨¦ntricas de Madrid est¨¢n acostumbrados a cerrar a las tantas de la madrugada o incluso m¨¢s, y la concejal considera que quiere atender a los vecinos que llevan a?os soport¨¢ndolo.La ley regional de espect¨¢culos p¨²blicos, aprobada por unanimidad en la Asamblea comunitaria, otorga facultades al municipio, desde hace tiempo, para reducir los horarios, pero la concejal, Mar¨ªa Tard¨®n, s¨®lo se ha decidido ahora. En su contra, los hosteleros arguyen que el problema y su soluci¨®n radican en la insonorizaci¨®n de los estableciemientos y no en acotar las costumbres de los noct¨¢mbulos que perjudicar¨ªan sus ingresos. Varios d¨ªas de pol¨¦mica y nadie habla en estos lances de las acampadas callejeras, con litronas, defecaciones, vomitonas, griter¨ªos y copulaciones que se desarrollan en el exterior y que constituyen la coreograf¨ªa bosconiana m¨¢s perturbadora para el residente. La movida madrile?a -y no madrile?a- brot¨® tan asociada a las novedades democr¨¢ticas que luego, por lo que se ve, ha parecido reaccionario que la polic¨ªa ampare el reposo. La consecuencia es esta reiterada lacra de fin de semana que descerraja los nervios y la salud de miles de vecinos.
Hace tiempo que todas las f¨¢bricas contaminantes, las tareas ruidosas o las actividades insalubres se erradicaron de la ciudad y nadie tolerar¨ªa que regresaran al centro. Para ellas se crearon pol¨ªgonos y zonas separadas que no se entretejieran con las residencias habitadas. ?Por qu¨¦ no se trata de la misma manera la formidable algarab¨ªa de los viernes y los s¨¢bados? Muchos de los viejos talleres excluidos del centro ni siquiera creaban la mitad de trastornos que provocan las graciosas salidas de marcha, pero la polic¨ªa, hoy por hoy, se inhibe. Los coches patrulla se apostan en una esquina, merodean la barah¨²nda y dejan hacer hasta que los concurrentes se agotan. A esto se le tiene como un plus de libertad, pero ni la pasividad policial aqu¨ª, en El Ejido o en los dominios de la Ertzaintza es otra cosa que lenidad. Una actitud que no s¨®lo despierta o excita el abuso, sino que quita el sue?o a la democracia.
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