Desilusi¨®n
Parec¨ªa melanc¨®lico el vecino con quien suelo compartir la raci¨®n de sol invernal en el jard¨ªn cercano. Distra¨ªdo, suspirante, quejoso, s¨ªntomas que atribu¨ª a una recidiva prost¨¢tica, guad¨¢ndome de toda indagaci¨®n impertinente. Hasta que, a la tercera, avanz¨® ¨¦l mismo la t¨ªmida y vergonzosa cuesti¨®n. "Perd¨®neme que le pregunte, de forma puramente acad¨¦mica y sin que lo tenga por obsceno: ?cu¨¢ntas veces estuvo enamorado?". Me pill¨® desprevenido y le mir¨¦ con recelos acerca de su estabilidad mental. "No lo s¨¦. Hace tanto tiempo. ?No me ir¨¢ a decir que...?". Le subi¨® el rubor a las mejillas, parejo con la enrojecida punta de la nariz. "No, ?qu¨¦ disparate! Es un ejercicio de memoria".Est¨¢ comprobado que cuando se tienen muchos a?os es pr¨¢cticamente imposible detener a un sujeto decidido a desvelar ocultos sentimientos, si hay alguien a mano a quien confi¨¢rselos, propicio a escuchar su descripci¨®n. Le dije con benevolencia: "Vamos, vamos, querido amigo; supongo que algo despert¨® el eco de antiguas aventuras, mejor que desventuras. Si lo desea, ?adelante!, h¨¢bleme de ese primer amor". Aunque apenas hab¨ªa gente alrededor, conversamos en voz queda, como corresponde a lo vidrioso del asunto.
"La pregunta que le hago ha sido brusca y desconsiderada. No me refer¨ªa a cosa concreta y menos a ning¨²n primer amor que, la verdad, no recuerdo en absoluto. Ten¨ªa la pueril curiosidad de saber si los dem¨¢s han sentido el amor, el verdadero, alguna o m¨¢s de una vez". Cuesta trabajo imaginarse a un pr¨®jimo octogenario que quiz¨¢ fue mozo garrido, as¨ª es que mir¨¦ con nueva curiosidad al vejete. "La verdad", repuse, "es asunto que dej¨® de interesarme y en lo que tuvo decisiva importancia la intervenci¨®n del ur¨®logo. Pero no se preocupe por m¨ª, si es que quiere contarme algo". Ech¨¦ una ojeada al reloj, gesto que, en otros tiempos, hubiera tenido alg¨²n significado.
"Me interpreta usted mal y est¨¢ en su derecho", protest¨®. "No pretendo endosarle historietas sentimentales, sino comentar, en caso de que no vea inconveniente, este tipo de sucesos que han podido afectar a nuestra vida en el pasado". Hab¨ªa angustia en su vocecilla cascada. Ten¨ªa la delgadez de los viudos madrile?os que viven solos y se hac¨ªa dif¨ªcil imaginarle empe?ado en batallas de amor, aquel primer amor que tem¨ª estaba dispuesto a describir. "Nada de eso. Si acaso", aqu¨ª vacil¨®, "del ¨²ltimo amor". "Bien, vac¨ªe las alforjas".
Me envolvi¨® en una mirada de h¨²meda gratitud y carraspe¨®, mientras dibujaba en la arena con la contera del bast¨®n. "Acababa de jubilarme cuando conoc¨ª a aquella singular mujer, que tendr¨ªa unos treinta a?os menos que yo, y no era una jovencita. La pensi¨®n, unos ahorrillos y la vida m¨¢s barata que hoy prolongaban parecido ritmo confortable, bastante desahogado. ?Cu¨¢n cierto es que somos siempre elegidos por ellas!". "Tiene usted mucha raz¨®n".
"No recuerdo haber tomado iniciativa alguna y me dej¨¦ arrastrar por aquel placentero torrente, embarcado en la sensualidad, el halago, la pasi¨®n que me parec¨ªa reci¨¦n llegada y apenas me reconoc¨ªa en aquel hombre animoso, atractivo y derrochador. Tuve alg¨²n momento de lucidez y la advert¨ª que mis medios de fortuna eran escas¨ªsimos y estaban pr¨¢cticamente agotados. 'S¨ª', se burlaba, 'todos los ricos dec¨ªs lo mismo. ?Anda, que no s¨¦ yo que tienes mucha pasta en Suiza!', lo cual era una inconcebible fantas¨ªa. Bueno, de tal forma insisti¨® en ese punto, que llegu¨¦ a pensar que era cierto, lo cual es el colmo de la estupidez". Descend¨ª a la vulgaridad: "Le ten¨ªa bien trincado; d¨ªgame ?cu¨¢ndo sucedi¨® todo eso?". "Hace unos quince a?os, pero lo terrible es que el otro d¨ªa, quiz¨¢ deliberadamente, me sali¨® al paso. Creo que tendemos a magnificar y seleccionar los buenos recuerdos, y esa aparici¨®n los ech¨® por tierra: cabello mal te?ido, zapatillas de deporte, medias flojas y un saludo como si nada hubiese ocurrido. Las placenteras im¨¢genes, distorsionadas supongo, se disolvieron. ?Recuerda usted aquel tango: Sola, fan¨¦, descangayada? Pues la resurgida nostalgia parec¨ªa una vendedora de La Farola reci¨¦n llegada de los C¨¢rpatos". Se le quebr¨® el tono y solloz¨®: "Ha exterminado mis laboriosas ilusiones. ?En qui¨¦n pienso yo ahora, se?or?". No pude darle pistas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.