Bendita locura
Don Quijote, de Crist¨®bal Halffter, se sit¨²a dentro de lo que podr¨ªamos llamar ¨®pera sinf¨®nica. La importancia del tratamiento orquestal y coral es tan determinante como brillante. En su estreno se vio reforzada por un trabajo esc¨¦nico conceptual y profundo de Herbert Wernicke, de un dominio espacial apabullante y de una enorme riqueza de ideas escenogr¨¢ficas y teatrales. La m¨²sica y la escena dominaban frente a la voz y la palabra. Es un signo de los tiempos y un motivo de reflexi¨®n.Halffter utiliza el mito de Don Quijote como coartada o como pretexto. Siente la libertad de no tener que someterse a la inteligibilidad de la palabra o, dicho de otra forma, de no tener que explicar en detalle una historia que da por sabida. El planteamiento de Halffter es sugerir desde la tensi¨®n de los planos sonoros, desde la seducci¨®n t¨ªmbrica y din¨¢mica, desde el misterio de una continuidad sonora s¨®lidamente construida, desde el di¨¢logo de t¨² a t¨² con la historia musical de este pa¨ªs, desde unos acusados contrastes entre lo puramente camer¨ªstico y la expresi¨®n sonora al l¨ªmite. Las palabras, el canto, son una ilustraci¨®n, un complemento. No es, pues, extra?o que el tratamiento de las voces no tenga la riqueza del orquestal. Tampoco creo que Halffter lo pretenda. Defiende la autonom¨ªa de la m¨²sica por encima de todo. La reflexi¨®n se impone, por as¨ª decirlo, a la narrativa. As¨ª consigue en Don Quijote una obra que como pieza musical es extraordinaria, estando m¨¢s cercana al oratorio con im¨¢genes que a la ¨®pera de corte tradicional.
Don Quijote De Crist¨®bal Halffter
Estreno mundial. Libreto: Andr¨¦s Amor¨®s. Director musical: Pedro Halffter. Director esc¨¦nico: Herbert Wernicke. Con Josep Miquel Ram¨®n (Cervantes), Enrique Baquerizo (Don Quijote), Emilio S¨¢nchez (Sancho), Diana Tiegs (Dulcinea), Mar¨ªa Rodr¨ªguez (Aldonza), Pilar Jurado, Itxaro Mentxaka, Mabel Perelstein, Santiago S¨¢nchez Jeric¨®, David Rubiera y Javier Rold¨¢n. Orquesta y Coro de la Sinf¨®nica de Madrid. Encargo de Caja Duero. Teatro Real, 23 de febrero.
B¨²squeda de la utop¨ªa
Su Don Quijote es m¨¢s halffteriano que cervantino. Dosifica materiales de aqu¨ª y de all¨¢, un poco al estilo de Rossini, dicho esto de modo elogioso. Y en su b¨²squeda de la utop¨ªa siempre queda latente un tono de pesimismo sabio. Impresiona, por ejemplo, su tratamiento dram¨¢tico-instrumental del coro con una escalofriante evocaci¨®n de Juan del Encina (Hoy comamos y bebamos), un autor del que Halffter ya se hab¨ªa inspirado en los ochenta con Triste Espa?a sin ventura para su obra Versus. Hay pinceladas de san Juan de la Cruz, y se recurre con acierto a la poes¨ªa an¨®nima Malferida iba la garza, que ya utiliz¨® el autor en los noventa en el ¨²ltimo de los Siete cantos de Espa?a. Al final no queda m¨¢s que el silencio desde los sonidos de un violonchelo, como en el comienzo de su Concierto n¨²mero dos para este instrumento, pero emulando aqu¨ª musicalmente sobre una nota la Bendita locura que canta Dulcinea en escenas anteriores: un punto de luz y esperanza ante las tinieblas del tiempo. Halffter termina su obra en la confidencialidad del humanismo, en la insinuaci¨®n, en el susurro sin gritos.
No favorece en exceso al trabajo de Halffter un libreto con unos materiales de partida estupendos, pero que en su juego de relaciones se vuelve pretencioso y deshilvanado. La recreaci¨®n de Amor¨®s no acaba de transmitir la sustancia po¨¦tica de Cervantes.
S¨ª ayuda, y de qu¨¦ manera, el trabajo esc¨¦nico de Herbert Wernicke, que sigue la m¨²sica hasta el ¨²ltimo suspiro, visualiz¨¢ndola con una precisi¨®n milim¨¦trica, entre la intimidad reflexiva y el sentido est¨¦tico del espect¨¢culo. Todo empieza a la luz de una candela en una esquina, con unas excavadoras que arrojan libros en el foso mientras al fondo se ve la plaza de Isabel II, y termina, despu¨¦s de la aparici¨®n de un impresionante caballo alado con dos plumas representando a la muerte, con la fuerza de un escenario desnudo hasta las tripas y que vuelve a prolongarse en la calle. En medio de estas dos im¨¢genes, Wernicke despliega una impresionante direcci¨®n de actores que se extiende hasta el personaje m¨¢s secundario del coro; establece un juego ¨¦tico con el universo de los libros y, en fin, hace un desarrollo magistral de los personajes de Aldonza y Dulcinea. Los efectos pl¨¢sticos se suceden con una fuerza y coherencia absolutas.
Los cantantes realizan sus cometidos con entrega y asimismo la orquesta, dirigida por Pedro Halffter, con orden y dominio de la amplia din¨¢mica. Las ovaciones m¨¢s intensas fueron para Crist¨®bal Halffter y H. Wernicke. La reacci¨®n del p¨²blico fue correcta pero no clamorosa. La calidad del espect¨¢culo merec¨ªa una respuesta mucho m¨¢s entusiasta.
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