Heridas en el aire
La publicaci¨®n de un disco de antiguas saetas del pueblo sevillano de Marchena (Origen y evoluci¨®n de la saeta. Saetas marcheneras, Pe?a Amigos del Flamenco de Extremadura, Prom¨²sica, 1999) ha venido a significar un nuevo revulsivo en el nada apacible mundo de la flamencolog¨ªa. De ser un reducto de cante aut¨®ctono y misterioso, poco conocido fuera de una concreta geograf¨ªa (Marchena y, con algunas diferencias, Puente Genil, Castro del R¨ªo, Arcos, Mairena del Alcor, entre otros) ha pasado a convertirse en motivo de nuevas cavilaciones.?De d¨®nde procede realmente lo que esta Semana Santa volveremos a o¨ªr, como heridas en el aire, por toda Andaluc¨ªa? ?C¨®mo se fragu¨®, cu¨¢ndo, por qu¨¦...? Se dir¨¢ que no son ¨¦stas sino los mismos enigmas sin respuesta que afectan a todo el flamenco. S¨ª, pero con una diferencia. Aqu¨ª es m¨¢s f¨¢cil rastrear musical e hist¨®ricamente el fen¨®meno, hasta bastante m¨¢s atr¨¢s de lo que normalmente permite la m¨²sica andaluza, y que suele no sobrepasar el XVIII. Con las saetas marcheneras nos podemos meter en el XV y, seg¨²n ciertas hip¨®tesis, bastante m¨¢s atr¨¢s.
Cuando escuch¨¦ por primera vez estas saetas viejas (antiguas o primitivas) de Marchena, confieso que me asalt¨® un estremecimiento muy vivo. Aquello me sonaba a algo de mi ni?ez. Enseguida record¨¦ lo que era: los pregones de Semana Santa de mi pueblo, Alcal¨¢ de Guadaira. Eran unos versillos pareados que, en mon¨®tonas salmodias, medio cantaban, medio recitaban, los piones, esto era, unos hombres ataviados para la ocasi¨®n con unos ropones envolventes que ped¨ªan limosna por las calles para las cofrad¨ªas que procesionaban en Semana Santa. El sonsonete aqu¨¦l lo tengo bien metido en el alma, y creo que no me enga?a cierto parentesco con las saetas de Marchena.
Nada tienen ¨¦stas que ver, salvo el nombre, con las saetas nuevas, o flamencas, que son las que se escuchan hoy por el resto de Andaluc¨ªa, y que, seg¨²n todos los datos, son de principios de este siglo y se deben a la invenci¨®n de cantaores profesionales, a partir de la siguiriya.
Seg¨²n el texto que acompa?a a la nueva grabaci¨®n, debido a Norberto Narv¨¢ez Castillo y a otras fuentes consultadas, estamos ante una costumbre de los frailes franciscanos, que se extienden por Andaluc¨ªa a partir del XV (los hubo, desde luego, en Alcal¨¢) y que llamaban al arrepentimiento de los pecados con una salmodia callejera, curiosamente en versos pares, el m¨¢s frecuente de los cuales ha llegado hasta nosotros: "Quien perdona a su enemigo / a Dios gana por amigo".
Las melopeas o salmodias en cuesti¨®n son sumamente llanas y con finales muy altos y alargados. Se han conjeturado para ellas toda clase de or¨ªgenes, pero con un doble denominador com¨²n: desde luego son anteriores al canto gregoriano y de ra¨ªz musical vagamente oriental. Unos derivan por la rama morisca y otros por la judaizante.
Andando el tiempo, ya en el XVIII, dos frailes conocidos, y muy populares, Fray Diego de C¨¢diz y Fray Diego de Valencina, ampliaron aquellos pareados hasta las estrofas de cuatro versos y cinco versos. En un momento determinado, se colaron los quiebros del flamenco, para darles mayor vivacidad. De todos modos, se perdieron, salvo en las localidades indicadas y, muy particularmente, en Marchena. Esto es, no hay desarrollo org¨¢nico hacia la saeta actual, que surge por elaboraci¨®n art¨ªstica de la siguiriya, muy tard¨ªamente.
Eso s¨ª, los cantaores profesionales aprovecharon el ambiente social de las saetas antiguas, ligadas al acto de pedir limosna por las calles en versos cantados, y que muy probablemente practicaban ya los propios franciscanos, como orden mendicante que son. Ortiz Nuevo, en ?Qui¨¦n me presta una escalera?, da curiosas noticias de hacia 1860 acerca de c¨®mo, en Sevilla, se recriminaba a ciegos, tullidos y pordioseros que cantaran a las im¨¢genes en procesi¨®n. Un factor cohesionante acaba de aparecer en el entramado: el dinero. Los cantaores profesionales se subieron significativamente al balc¨®n y empezaron a cobrar por ello. :
?Pero de d¨®nde sacaron su sonsonete pedig¨¹e?o los franciscanos del XV y XVI? Si no era gregoriano, ni flamenco, ni morisco, ni jud¨ªo, ?de d¨®nde? Desde luego tampoco lo trajeron de Castilla, pues alg¨²n rastro habr¨ªa dejado en esa regi¨®n. Todo esto ocurre en Andaluc¨ªa, y s¨®lo en Andaluc¨ªa. Me cuenta Calixto S¨¢nchez que en Mairena del Alcor subsisten a duras penas unos cantos de ¨¢nimas (antepasados difuntos), que son coplas alusivas a las penas del infierno, sobre un soniquete plano tambi¨¦n, aunque la melod¨ªa difiere.
Una de las hermandades m¨¢s antiguas de Marchena, fundada en 1533, se llama precisamente Sacramental de ?nimas y de la Vera-Cruz. Todo apunta, en fin, a que se trata, en las viejas saetas aut¨®ctonas, de melopeas antiqu¨ªsimas, tal vez prehist¨®ricas, ligadas al culto a los muertos que practicaron intensamente todos los pueblos mediterr¨¢neos, y que la Iglesia, como de costumbre, aprovech¨® en su popularidad para introducirse entre la gente sencilla. Estamos tocando el fondo.
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