La tierra que emergi¨® del mar
Es apenas una mancha marr¨®n entre la imponente presencia del azul salado. Algunos incluso quieren ver en ella, jugando con la imagen que devuelve su caracter¨ªstica forma, una suerte de portaaviones que se dej¨® caer sobre el mar. Pero la isla de Albor¨¢n, que apenas mide 600 metros de longitud por 280 de anchura, es mucho m¨¢s que un trozo de tierra firme a medio camino entre Espa?a y Marruecos, adscrito a la provincia de Almer¨ªa.Este peque?o islote, el m¨¢s grande sin embargo de Andaluc¨ªa, forma parte de una cordillera sumergida que recorre el mar de Albor¨¢n de Noreste a Suroeste y que divide dicho mar en dos subcuencas. De origen volc¨¢nico, en su superficie casi plana encuentran cobijo singulares especies flor¨ªsticas entre las que destacan, por derecho propio, el jaramago o rabaniza de Albor¨¢n y el botoncillo o manzanilla gorda de Albor¨¢n. Son dos endemismos vegetales exclusivos de este peque?o espacio de tierra.
No hay playas ni calas en la isla, bordeada a lo largo de todo su per¨ªmetro por acantilados de entre diez y doce metros de altura. Pero s¨ª se pueden admirar, en el corto paseo que supone cruzar la ¨ªnsula de parte a parte, curiosos elementos como el bello islote rocoso que fue bautizado como la isla de Las Nubes, quiz¨¢s tras un inconsciente arrebato de inspiraci¨®n para intentar aunar tierra, mar y cielo.
No es dif¨ªcil ver delfines jugando en el agua que parece mecer a la isla. El papel crucial que el mar de Albor¨¢n desempe?a en los movimientos de masas de agua entre el Atl¨¢ntico y el Mediterr¨¢neo, convierten al lugar en paso obligado para m¨²ltiples especies migradoras de cet¨¢ceos. Pero la postal que protagonizan los delfines es s¨®lo el preludio de la belleza que esconde el fondo marino de la isla, considerado el m¨¢s valioso patrimonio natural de la zona. Destacan por su belleza y valor los bosques de laminarias, unas algas pardas que llegan a alcanzar los cuatro metros de altura y que tienen en Albor¨¢n uno de sus tres puntos de presencia en el Mediterr¨¢neo.
La presencia de coral rojo en los fondos de la isla refuerza su belleza y su importancia medioambiental. Esta especie s¨®lo crece un cent¨ªmetro cada 25 a?os, lo que da idea del esfuerzo de regulaci¨®n conservacionista que es preciso hacer para proteger el coral y el resto de especies que conforma la diversidad del ecosistema marino.
La Administraci¨®n de Medio Ambiente hace tiempo que se dio cuenta. Y por eso, tras algunos encontronazos entre la Junta de Andaluc¨ªa y el Gobierno central, a finales de a?o se aprobar¨¢ finalmente el Plan de Ordenaci¨®n de Recursos Naturales que posibilitar¨¢ que la isla de Albor¨¢n pase a ser considerada Paraje Natural.
Especies no tan sigulares, pero m¨¢s conocidas por sus bondades para el paladar, como el mero, el pargo, la langosta, el rape o las gambas, convierten a la isla de Albor¨¢n en un caladero excepcional que ha sido utilizado durante muchos a?os por la flota andaluza. Esta actividad ya ha propiciado que se ponga en marcha la construcci¨®n de un refugio pesquero.
La gaviota patiamarilla y la gaviota de Audo¨¹in salpican de vida animal la superficie de la isla. Pero no hay anfibios ni reptiles. Y tampoco es posible encontrar mam¨ªferos terrestres. A no ser que se quiera aplicar esa definici¨®n a las personas que integran la reducida guarnici¨®n militar que habita en la isla. Ellos son, junto a un faro, un diminuto cementerio, un helipuerto y un campo de f¨²tbol, la ¨²nica evidencia de la huella humana sobre la isla de Albor¨¢n.
Ha sido la escasa incidencia de la presi¨®n humana lo que ha favorecido hasta el momento la buena conservaci¨®n de su patrimonio natural. Sin embargo, podr¨ªa convertirse en un problema el desarrollo de actividades pesqueras no ordenadas o recreativas.
La isla de Albor¨¢n espera al visitante a unas 30 millas de la costa africana y a unas 45 del litoral andaluz. Pero llegar hasta ella no est¨¢ al alcance de cualquier persona -s¨®lo se puede acceder en barco o helic¨®ptero con permiso del Ministerio de Defensa- y quiz¨¢s sea la mejor garant¨ªa de conservaci¨®n de un ecosistema bello y fr¨¢gil.
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