Chotis
Mientras que la mayor¨ªa de las ciudades alardea, acaso con raz¨®n, de su m¨²sica local, en Madrid al chotis se le desde?a en la calle desde hace mucho tiempo. Ya casi s¨®lo lo baila el alcalde cuando le da la ventolera populista, provocando hilaridad, sonrojo y asombro a partes iguales. Basta acudir estos d¨ªas a cualquier verbena para percatarse de que esa danza puede que haya provocado entusiasmo en tiempo remoto, pero en la actualidad no s¨®lo no se baila en una ladrillo, sino que ¨¦l mismo es un ladrillo. Si no fuera por la denodada labor de algunas agrupaciones castizas, ya habr¨ªa sido barrido del mapa.
De procedencia escocesa, era conocido en Occidente a principios del pasado siglo como polca alemana. Lleg¨® aqu¨ª en el repertorio de orquestas extranjeras de paso por la Corte. Al pueblo le gust¨® y lo incorpor¨® espont¨¢neamente a sus saraos. Es decir, fue homologado y asimilado por el sincretismo madrile?o. Siempre ha tenido detractores de muy variado pelaje, desde quienes lo consideraban un baile procaz y desvergonzado al igual que el tango, hasta los que siempre le han recriminado su talante chabacano y la zafiedad de sus letras. Adem¨¢s, est¨¢ encorsetado.
Pero lo que de verdad alej¨® a esta danza de los bailongos fue que al chotis se le subieron los humos y quiso convertirse (o lo quisieron convertir) en emblema de la ciudad, al mismo nivel que el Oso y el Madro?o. Craso error en un pueblo no demasiado afecto a banderas, s¨ªmbolos y todo lo que huela a oficialismo. Sin ir m¨¢s lejos, ah¨ª est¨¢ el himno de la Comunidad de Madrid, ignorado por los ciudadanos e incomprendido por las autoridades cuando se interpreta en un acto oficial. El chotis ha baboseado demasiado tiempo con el poder y se ha pringado en movidas impresentables. Por ejemplo, prestando su ritmo a Celia G¨¢mez para insultar a los vencidos de la Guerra Civil con Ya hemos pasao, una de las canciones m¨¢s vergonzantes en la historia de la m¨²sica popular. Demasiado para una danza, cuya vida guarde Dios muchos a?os.
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