C¨®mo extender el oasis PEDRO ZARRALUKI
Hay un momento del a?o en que la poes¨ªa se convierte en un gas. Durante la semana que dura el ciclo Barcelona poesia, que se inici¨® anoche, un sosegado aliento po¨¦tico invade las calles y se infiltra en los lugares m¨¢s insospechados de la ciudad.Es el cuarto a?o que el Instituto de Cultura convoca estas jornadas que, contra todo pron¨®stico, han disfrutado desde el principio de un ¨¦xito espectacular. Y eso no es f¨¢cil, pues la poes¨ªa anda por lo general escasa de p¨²blico. Algunos guasones describen su situaci¨®n con una imagen bastante irrespetuosa: ser¨ªa algo as¨ª como un campo de f¨²tbol en el que no pudiera verse el c¨¦sped de lo atiborrado que estuviera de jugadores, y en el que sin embargo las gradas permanecieran vac¨ªas. Sin embargo, ya en el primer a?o en que se realiz¨® este ciclo, acudieron casi tres mil personas a la lectura colectiva en el Museo Frederic Mar¨¨s. Que yo sepa, estas cosas s¨®lo suced¨ªan en la ciudad colombiana de Medell¨ªn, famosa por sus bombas y tiroteos, pero tambi¨¦n, sin que hasta el momento se haya podido establecer una relaci¨®n clara entre una fama y la otra, por su inagotable pasi¨®n por los versos.
Quedo para tomar el aperitivo con David Castillo y Gabriel Planella, coordinadores de las jornadas. Seg¨²n declaran, son amigos de mucho tiempo atr¨¢s. Se conocieron comiendo paella en la playa de la Malvarrosa y durante a?os dirigieron conjuntamente la revista Lletra de Canvi. Ambos son a su vez poetas, aunque el primero public¨® el a?o pasado en Proa una espl¨¦ndida novela, El cel de l'infern, cuya traducci¨®n al castellano aparecer¨¢ en la editorial Anagrama. En cuanto a Planella, en la actualidad vive en Sidney y el mes que viene Lumen editar¨¢ su traducci¨®n de los poemas del australiano Les Murray. ?l se ocupa de los aspectos m¨¢s cosmopolitas de Barcelona poesia, mientras David Castillo, al que con mucha dificultad se logra hacer salir no ya de su ciudad, sino incluso de su barrio, toma a su cargo las relaciones con nuestro entorno m¨¢s pr¨®ximo.
Cuando Gabriel Planella propuso su primera idea al Ayuntamiento, no hab¨ªa casi actividades po¨¦ticas en Barcelona. Exist¨ªan, como ¨²nicos oasis, los juegos florales, el festival internacional que instituyeron entre otros Carlos Barral y Gil de Biedma, y el Aula de Poesia. Los dos primeros han quedado englobados dentro de esta semana, y la tercera organiza, de la mano de Jordi Virallonga y a modo de p¨®rtico reflexivo, las Jornadas de Poes¨ªa y Mestizaje. Pero por aquellos a?os faltaba algo que informalizara las lecturas, que las sacara a la calle y las conectara con el imaginario de la ciudad. Los organizadores se propusieron ralentizar el ritmo urbano, conseguir que la gente se detuviera para leer o escuchar poemas.
En cuanto al esp¨ªritu de la ralentizaci¨®n, bien lo entendieron Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo, Jos¨¦ Hierro y Luis Garc¨ªa Montero hace dos a?os. Planella los recogi¨® en el hotel y, camino de las Atarazanas, decidieron detenerse en el puesto de cazalla del Arc del Teatre. All¨ª empez¨® un v¨ªa crucis por el barrio chino que a punto estuvo de echar al traste el que, a la postre, ser¨ªa el ¨²ltimo recital multitudinario de Goytisolo en Barcelona.
Durante estos a?os los poemas han descendido al metro y han paseado en autob¨²s. Ahora los veremos en las cabinas telef¨®nicas y hasta podremos escucharlos en lo alto de la Pedrera, de la voz de la gran cantaora Ginesa Ortega. El programa es amplio y se extiende por toda la ciudad. Castillo y Planella se enorgullecen de juntar autores consagrados con otros in¨¦ditos, de su propia heterodoxia siempre renovada y de que Barcelona poesia se ramifique cada vez m¨¢s con actividades paralelas. Sin embargo, su mayor m¨¦rito y todos sus logros siguen naciendo de su gran idea inicial: empapar Barcelona de poemas, extendiendo as¨ª los oasis en los que por lo habitual se mueven. Y todo ello en una ciudad sin bombas ni tiroteos, salvo los que, cada cual en su terreno pero siempre sobre un c¨¦sped pisoteado, se dirigen entre s¨ª futbolistas y poetas.
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