"Al final va a suceder una desgracia"
Una imagen: Miguel y¨¦ndose el martes en el todoterreno de AP para realizar su trabajo cotidiano. Un recuerdo: Miguel Gil, el fot¨®grafo Gervasio S¨¢nchez, el compa?ero de El Mundo Javier Espinosa y este enviado especial cenando el pasado lunes en Freetown comida libanesa entre risas y recuerdos de otras guerras. Ese Miguel al que tanto quer¨ªa y respetaba como periodista y persona. Le conoc¨ª en Mostar, en diciembre de 1993. Barcelon¨¦s y abogado, colg¨® la toga y se march¨® a esa Bosnia en guerra. Le conoc¨ª, digo, con un pa?uelo a la cabeza, rob¨¢ndole historias a la realidad; no sent¨ªa Miguel entonces ganas de narrarlas, eran solo brasas que se las quedaba dentro para crecer. Miguel comenz¨® a enviar cr¨®nicas a La Vanguardia, su peri¨®dico, y despu¨¦s a El Mundo por empe?o de otro gran amigo nuestro, Alfonso Rojo. Miguel, delgado como una sombra, ("?a ver si comes m¨¢s!", le dec¨ªa hace poco la madre de otro corresponsal) fue el primer periodista que entr¨® en Sarajevo por su puerta m¨¢s arriesgada, la del Monte Igman, subido en su moto, la que le condujo por carretera desde Barcelona. El portavoz de la ONU le dio la bienvenida en medio de la rueda de prensa habitual y relat¨® su gesta motorizada; veteranos como Kurt Schork, hoy muerto en v¨ªsperas de abandonar Freetown, y alevines le aplaudieron puestos en pie.
Miguel dej¨® de enviar cr¨®nicas hastiado de la burocracia y se emple¨® en Associated Press (AP) como conductor de los blindados. Despu¨¦s, un d¨ªa, su jefe en Sarajevo le espet¨®: "?Sabes manejar una c¨¢mara de televisi¨®n?". Miguel replic¨®: "Claro". Despu¨¦s, se dirigi¨® a un camar¨®grafo de la competencia y solicit¨® un cursillo acelerado. Sali¨® del envite y en pocos meses Miguel creci¨® con su c¨¢mara al hombro convirti¨¦ndose en uno de los mejores.
Suyas fueron las im¨¢genes m¨¢s brillantes de Kosovo, cuando Kosovo era una guerra que no abr¨ªa informativos. AP le cambi¨® de continente y le envi¨® a esa ?frica que nunca interesa a Occidente. Pero Miguel regres¨® a Kosovo pronto, para filmar su guerra. En enero de 1999, una bala mat¨® a Miles en Freetown, un compa?ero de AP basado en Nairobi que ocup¨® el puesto de Miguel. Se sinti¨® culpable; dec¨ªa que esa bala ten¨ªa su nombre escrito y no el de Miles.
En estos d¨ªas, en Freetown, Miguel me advirti¨®: "Tened mucho cuidado en Masiaka, al final va a suceder una desgracia". Y esa desgracia ha sucedido muy cerca, en Rogberi. Y le ha sucedido a ¨¦l y a Kurt, un veterano del cerco de Sarajevo.
La muerte siempre espera a quienes la ven de cerca, como Miguel, ahora que ten¨ªa el mejor contrato de su vida y planeaba regresar a Barcelona. Mi ¨²nico consuelo es saber que murieron haciendo su trabajo, el que amaban, el m¨¢s incomprendido, contar lo que pocos desean escuchar: ?La verdad!
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