Una generaci¨®n de campeones, en el 'autob¨²s'
El Tour m¨¢s triste para Olano, Z¨¹lle y Jalabert
Algo en com¨²n ten¨ªan tres de los miembros del numeroso autob¨²s de ayer. Entre la retah¨ªla de sprinters, culogordos, escaladores en mal momento y gente con las fuerzas justas para pasar el d¨ªa como buenamente pudiera, marchaban tres campeones, tres grandes corredores que apenas hace dos semanas ten¨ªan todas sus energ¨ªas y toda su voluntad concentradas en la tarea de ganar el Tour, tres ciclistas que lucharon por ello y a quienes las monta?as, el Ventoux, Hautacam, La Madeleine y el Izoard les hab¨ªan dejado secos y lejos. Eran Laurent Jalabert, l¨ªder ef¨ªmero (dos d¨ªas) un a?o m¨¢s y a su pesar; Alex Z¨¹lle, l¨ªder siempre de las dudas y de la moral fr¨¢gil; y Abraham Olano, el vasco que desear¨ªa que el Tour no tuviera m¨¢s puertos que los de mar. Los tres andan por los 30 a?os (30, Olano; 31, Jalabert; 32, Z¨¹lle). Los tres, grandes veteranos del Tour, saben ya definitivamente que nunca ganar¨¢n una carrera que a veces les ha hecho gui?os (Z¨¹lle ha terminado dos veces segundo; Olano fue cuarto en el 97; Jalabert vivi¨® un glorioso 95) pero que nunca les ha amado definitivamente. Los tres llegaron ayer a 35.56m del Pirata volador, de Marco Pantani; los tres ya no sue?an con nada este a?o franc¨¦s, todo lo m¨¢s en que julio no se convierta para siempre en una pesadilla para ellos. Los tres se resignan a su suerte, pero cada uno tiene un car¨¢cter. Cada uno vive su calvario a su estilo.Z¨¹lle intenta y no cree. Bien le pueden decir en el equipo, los compa?eros, otros ciclistas, m¨¦dicos y directores, que est¨¢ como una rosa y que lo suyo no es m¨¢s que poca fe, que el suizo miope, si no ve, no cree. Antes de Hautacam, en el Aubisque del domingo pasado, Z¨¹lle se sent¨ªa tan bien de piernas que estaba deseando que llegara el ¨²ltimo puerto para atacar. Y cuando Pantani salt¨®, antes de que Armstrong bailara, tan bien se sent¨ªa el suizo que no s¨®lo respondi¨® al ataque del Pirata, sino que incluso se permiti¨® intentar remacharle con un relevo desmesurado. Poco despu¨¦s, Armstrong hundi¨® a ambos. Pantani se rehizo. Z¨¹lle se olvid¨® de lo que pod¨ªa ser y se conform¨® con ser nada. Y an¨®nimo y sin hacer ruido, al autob¨²s.
Tambi¨¦n silencioso Olano ha ido desapareciendo de los primeros pelotones. Al principio era noticia que inquietaba. Olano se queda, dice Radio Tour ahora y la gente ni lo anota. Y ¨¦l ni lo nota. As¨ª ha llegado y as¨ª se ha quedado.
Por ¨²ltimo est¨¢ el estilo Jalabert. El m¨¢s sonoro. El m¨¢s ciclista. Jalabert, hasta hace unas semanas n¨²mero uno del r¨¢nking mundial, ya conoci¨® el s¨¢bado, subiendo el Izoard, a qu¨¦ sabe el autob¨²s. Quiz¨¢s de sus lejanos tiempos de sprinter recuerde c¨®mo los rodadores marcan el ritmo, controlan la marcha, suben despacito y bajan jug¨¢ndose la vida siempre pendientes del cierre de control. Pero antes de embarcarse en tan desagradable experiencia, a Jalabert le gusta dejar las cosas claras. Jalabert, que ya andaba por la zona roja de su cuentarrevoluciones desde la etapa del Ventoux, organiz¨® ayer su despedida. Un campe¨®n no puede salir de escena sin hacerse notar, es su lema. Lo malo fue que la manera en que decidi¨® gastar sus ¨²ltimas reservas antes quedarse descolgado, un par de ataques en fr¨ªo en el Lautaret, el largo comienzo en falsos llanos de largu¨ªsimo Galibier, coincidi¨® con el momento en el que Armstrong estaba junto al coche de su director cogiendo un impermeable. Fue como el ataque de la meada pero al rev¨¦s. Se organiz¨® un buen revuelo. Armstrong se enfad¨® y su equipo castig¨® con un buen ritmo al pelot¨®n de revoltosos. Jalabert, entonces, empez¨® a quedarse. Ya fue definitivo.
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