Competencia entre farmacias
Los farmac¨¦uticos se han levantado en contra de las medidas liberalizadoras del Gobierno. Pero, o tienen una mala percepci¨®n del contenido de esas medidas o deben de ser otros los motivos de su malestar. Porque son escasamente liberalizadoras. De hecho, el Gobierno ha desaprovechado la oportunidad para introducir competencia entre laboratorios, mayoristas y farmac¨¦uticos. Y, por el contrario, ha conseguido unir en un mismo frente al grupo de farmacias innovadoras -que hab¨ªan creado nuevas organizaciones asociativas- y las defensoras del statu quo, que dominan los colegios de farmac¨¦uticos. Las medidas, por otra parte, conseguir¨¢n, en el mejor de los casos, un ahorro ef¨ªmero de gasto p¨²blico y una cierta contenci¨®n del IPC, pero no resolver¨¢n el problema del gasto farmac¨¦utico en nuestro pa¨ªs.?Cu¨¢l es el problema en relaci¨®n con el gasto farmac¨¦utico? Sencillamente, gastamos mucho en medicamentos, pero poco en sanidad. El gasto sanitario espa?ol es inferior a la media del de los pa¨ªses europeos y de la OCDE. Pero, por el contrario, nuestro gasto farmac¨¦utico es superior. As¨ª las cosas, la pregunta es inmediata: ?a qu¨¦ se debe nuestro mayor gasto en medicamentos?, ?tenemos los espa?oles una mayor proclividad al uso de f¨¢rmacos? No. La causa del problema es que la actual regulaci¨®n de precios y m¨¢rgenes de las farmacias y de los mayoristas limita la competencia y genera incentivos perversos que impulsan el crecimiento del gasto.
A pesar de los buenos deseos del Gobierno, las recientes medidas no liberalizan el sector y no resolver¨¢n el problema del gasto. Donde mejor se observa la contradicci¨®n entre los buenos deseos y los efectos reales esperados es en las decisiones de aumentar los m¨¢rgenes y limitar los descuentos que pueden hacer las farmacias.
Con el aumento del margen (desde el 27,9% actual al 33%) con que se quedan las farmacias cada vez que venden un envase de los llamados gen¨¦ricos, el Gobierno quiere incentivar a vender estos productos en vez de los medicamentos de marca, que son m¨¢s caros. Pero el efecto real ser¨¢ incentivar a los farmac¨¦uticos a vender la versi¨®n gen¨¦rica m¨¢s cara de las existentes en el mercado. El farmac¨¦utico, como cualquiera de nosotros en su caso, tendr¨¢ inter¨¦s en vender el gen¨¦rico m¨¢s caro, porque cuanto m¨¢s elevado sea el precio mayor ser¨¢ su ingreso.
Esta medida, adem¨¢s, frenar¨¢ la competencia que comenzaba a introducirse entre laboratorios, mayoristas y farmacias a partir de la autorizaci¨®n de los llamados gen¨¦ricos, y con la pr¨®xima entrada en vigor del nuevo r¨¦gimen de precios de referencia para los medicamentos que paga la sanidad p¨²blica. La decisi¨®n de aumentar el margen de las farmacias en la venta de gen¨¦ricos constituye una amenaza para esa competencia incipiente.
?Por qu¨¦ no se ha optado por establecer un margen fijo en pesetas por cada envase dispensado de los gen¨¦ricos? En ese caso los mayoristas competir¨ªan entre ellos en la oferta de descuentos a los farmac¨¦uticos. Asimismo, los laboratorios se ver¨ªan forzados a competir entre ellos para ofrecer los mejores servicios y descuentos en precios a los mayoristas.
Tal y como est¨¢n concebidos (aunque todav¨ªa no se hayan puesto en pr¨¢ctica), los precios de referencia podr¨ªan recoger esta din¨¢mica de competencia en precios en el mercado de gen¨¦ricos y trasladar los ahorros a los precios que paga la sanidad p¨²blica. De esa forma conseguir¨ªamos una verdadera contenci¨®n a largo plazo del gasto farmac¨¦utico, y no resultados ef¨ªmeros, como ocurrir¨¢ con las medidas aprobadas.
La otra medida contradictoria es la decisi¨®n de poner un tope m¨¢ximo del 10% a los descuentos que las farmacias pueden hacer a los consumidores en la venta de los llamados medicamentos publicitarios.
Aparentemente, se trata de una medida que introduce competencia en precios entre las farmacias. Pero, de hecho, la restringe. Algunos farmac¨¦uticos ya aplican descuentos en las ventas de los medicamentos que pagamos ¨ªntegramente los pacientes de nuestro bolsillo. A partir de ahora, aunque quieran, no podr¨¢n hacer descuentos mayores aprovechando los m¨¢rgenes de comercializaci¨®n que tienen (del 27,9% para las farmacias y del 6,92% para los mayoristas, de los m¨¢s altos de Europa).
No se entiende ese intervencionismo. A no ser que se vea como la garant¨ªa que da el Gobierno al sector de que nadie -es decir, los m¨¢s innovadores- podr¨¢ competir m¨¢s all¨¢ de ese l¨ªmite y poner en peligro el statu quo, es decir, el cartel farmac¨¦utico.
Hay algo que a los farmac¨¦uticos les cuesta entender. La situaci¨®n actual no tiene nada que ver con aquella anterior -cuando no exist¨ªa cobertura universal de la sanidad p¨²blica- en que era necesaria la regulaci¨®n de precios para garantizar el acceso de todos los ciudadanos a la atenci¨®n farmac¨¦utica, y para asegurar los ingresos de las peque?as farmacias en los ¨¢mbitos rurales y poco densos.
En la actualidad, los servicios b¨¢sicos de atenci¨®n farmac¨¦utica y la supervivencia de las peque?as farmacias existentes en esos ¨¢mbitos deben garantizarse en el marco de la sanidad p¨²blica.
Fuera del ¨¢mbito de la atenci¨®n farmac¨¦utica p¨²blica, los pacientes debemos poder beneficiarnos de la disposici¨®n por parte de las farmacias m¨¢s din¨¢micas e innovadoras a ofrecer una atenci¨®n farmac¨¦utica de mayor calidad y a menor precio.
Para lograrlo, las farmacias deben poder competir entre ellas. Y los descuentos libres son un buen mecanismo para introducir esa competencia y romper la estructura cartelizada que tiene el mercado farmac¨¦utico.
Ant¨®n Costas y Joan-Ramon Borrell son profesores de Pol¨ªtica Econ¨®mica en la Universitat de Barcelona.
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