Presupuesto de riesgo
Parece un ejercicio pol¨ªtico arriesgado, si no imprudente, trasladar el cuadro macroecon¨®mico elaborado en julio a este mes de septiembre, como si no hubiera existido en medio una crisis motivada por un petr¨®leo caro y un euro cada vez m¨¢s barato. Puede ser discutible la profundidad de estos dos fen¨®menos, que en parte empiezan a corregirse mediante operaciones especiales como el apoyo de las grandes potencias a la moneda europea o el recurso de Estados Unidos a su fondo estrat¨¦gico de petr¨®leo, pero es dif¨ªcil sostener que nada de esto vaya a afectar a las previsiones presupuestarias. Es verdad que existe una convicci¨®n bastante extendida de que puede haber pasado ya lo peor de esta crisis de verano, que los precios de los combustibles volver¨¢n a su cauce y que el crecimiento de la econom¨ªa espa?ola no resultar¨¢ excesivamente afectado el a?o pr¨®ximo si el precio del crudo vuelve a situarse por debajo de los 30 d¨®lares; pero, incluso contando con esos pronunciamientos favorables, hubiese sido m¨¢s responsable tomar nota de la crisis petrolera y expresar algunas dudas sobre el crecimiento econ¨®mico en las previsiones oficiales para los Presupuestos Generales del Estado del a?o 2001.Es un c¨¢lculo imprudente que refleja en primer lugar la resistencia del Gobierno a abandonar la idea del crecimiento sostenido. Los primeros efectos del choque petrolero ya est¨¢n aqu¨ª: el Estado tendr¨¢ que pagar en torno a 250.000 millones adicionales a los pensionistas por la desviaci¨®n de la inflaci¨®n. Porque si caben dudas sobre el efecto que tendr¨¢ el choque petrolero sobre el crecimiento, y es posible que Espa?a se mantenga en tasas de progresi¨®n del PIB del 3,6%, pocas caben ya sobre los efectos devastadores que ha tenido el petr¨®leo sobre los precios.
El problema m¨¢s grave del Presupuesto de 2001 es que sus cuentas est¨¢n dise?adas con unas previsiones de inflaci¨®n que se mueven en el entorno del 2%, cuando el IPC en Espa?a est¨¢ en el 3,6% en tasa anual y el Fondo Monetario Internacional prev¨¦ una inflaci¨®n del 3,1% (como media) para este a?o, lo que ya ser¨¢ muy dif¨ªcil de conseguir. Es evidente que los precios en la UEM tender¨¢n a converger -a medio plazo-, pero, en el caso espa?ol, esta convergencia, que se pagar¨¢ probablemente en t¨¦rminos de empleo y de cuota de mercado, no se producir¨¢ el a?o pr¨®ximo. Elaborar el Presupuesto con una previsi¨®n de precios del 2% es puro voluntarismo o predisposici¨®n al autoenga?o, lo que compromete el cumplimiento de la pol¨ªtica presupuestaria. No es lo mismo que los ingresos p¨²blicos crezcan el 4,7% con una tasa de inflaci¨®n del 2% -o el 2,5%, que es el deflactor del PIB que utiliza el Gobierno- que con una del 3%; y lo mismo puede decirse de los gastos, cuyo crecimiento previsto es del 4,5%.
Por otra parte, el objetivo de d¨¦ficit cero o equilibrio presupuestario merece alg¨²n comentario. No es discutible que en los ¨²ltimos cuatro a?os se ha ejecutado un meritorio ajuste del d¨¦ficit p¨²blico, que la econom¨ªa espa?ola necesitaba y los agentes econ¨®micos agradecen. Pero el d¨¦ficit cero, siendo un esfuerzo deseable, es un ejercicio contable, no estrat¨¦gico. El d¨¦ficit cero debe entenderse, pues, como el criterio general que debe seguir un Gobierno de aproximarse al equilibrio de las cuentas p¨²blicas; pero ese equilibrio no implica cuadrar las cuentas a cero, sino que puede aceptarse con un ligero d¨¦ficit o super¨¢vit si la situaci¨®n de la econom¨ªa lo requiere. En el caso de la econom¨ªa espa?ola, que tiene todav¨ªa un fuerte d¨¦ficit de inversiones en I+D, en educaci¨®n y en infraestructuras, la gesti¨®n pol¨ªtica del Gobierno debe consistir en aceptar el nivel de d¨¦ficit razonable que sea compatible con la convergencia real de la sociedad espa?ola con sus socios europeos. Los ciudadanos piden pol¨ªtica presupuestaria, y no ejercicios de contabilidad.
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