La lluvia ahoga a Sotomayor
El atleta cubano termin¨® segundo (2,32 metros), detr¨¢s del ruso Kliugin, que super¨® los 2,35
Entonces empez¨® a llover. La tarde se hab¨ªa ido cubriendo de nubes. El viento soplaba. Era un d¨ªa desapacible. Pero a¨²n seco. Los 110.000 espectadores que cotidianamente llenan el estadio ol¨ªmpico de Sydney estaban asistiendo a una demostraci¨®n con ejemplos pr¨¢cticos de los rasgos que definen a un campe¨®n. La lecci¨®n la estaba dando Javier Sotomayor. Hab¨ªa una docena de alumnos becados: los rivales en la final de salto de altura. Chavales j¨®venes y ambiciosos, gente con ganas de aprender, con deseos de sobrepasar al maestro, a un maestro ya viejo y castigado, a un atleta que hac¨ªa ya a?os que no daba con el salto perfecto, que hab¨ªa tenido que reducir gradualmente el alcance de su zancada, el n¨²mero de sus saltos; dura la vida, un atleta explosivo obligado a mimar su cuerpo, a no excederse, a tener cuidado de sus tobillos, la articulaci¨®n sobre la que descansa todo; a un hombre marcado: positivo por coca¨ªna en agosto de 1999, tras presiones, pol¨¦micas y controversias, logra que la IAAF le levante la sanci¨®n en agosto, con el tiempo justo para prepararse para Sydney, su ¨²ltima cita ol¨ªmpica, la ¨²ltima oportunidad de un hombre de 33 a?os que marc¨® los ¨²ltimos 15 del salto de altura. Nadie ha saltado tantas veces por encima de 2,30 metros como ¨¦l; nadie ha saltado tan alto como ¨¦l. Y pasar¨¢n a¨²n muchos a?os antes de que nadie supere sus 2,45 metros. Entonces empez¨® a llover. "Y yo, saben, soy el peor del mundo cuando hay lluvia", explic¨®.La tarde le iba b¨¢rbara. Econ¨®mica y genial. S¨®lo dos intentos, s¨®lo dos talonamientos, dos descargas de fuerza sobre su tobillo izquierdo, fuerza horizontal convertida en fuerza de despegue, el cuerpo, los 80 kilos, arque¨¢ndose de espaldas despu¨¦s de un ¨¢gil giro en el aire. 2,25 metros a la primera; tambi¨¦n 2,32 metros. Y s¨®lo con eso, el concurso dominado. Los rivales, los j¨®venes que aspiran a dominar la especialidad hacen lo que pueden. Hay un sueco cabez¨®n y paticorto, heredero de Sjoeberg pero todo lo contrario en tipo, nada querub¨ªn, nada gr¨¢cil, todo fuerza de muslos, gran giro de cadera, moreno, llamado Stefan Holm; y otro sueco tambi¨¦n de 24 a?os, Staffan Strand. Y un canadiense de 23, un funky llamado Mark Boswell, un israel¨ª de origen ruso, un gigante de 2,03 metros, Konstantin Matusevic, casi 100 kilos, y salta m¨¢s de 2,30 metros. Un argelino que muestra la fuerza ¨¢rabe tambi¨¦n en deportes caros. Y un par de rusos, dos gotas de agua, rubias, ojos azules, 1,91 metros, 79 kilos, Kliugin y Voronin. Los dos se entrenan juntos. A los dos les gu¨ªa Alexandr Bourt. Llegan sobrados. Sotomayor no ha pasado en su corta temporada de 2,30 y todos ellos se han movido por el 2,35. Alguno, como Voronin, ha llegado a los 2,40. Pero ya est¨¢ Sotomayor, s¨®lo dos saltos, recuerden, en 2,32 metros y Voronin, intimidado, torpe, cojitranco, ha hecho la bolsa: pas¨® los 2,29 al tercer intento; con los 2,32 ya no pudo. Los dem¨¢s est¨¢n all¨ª pero despu¨¦s de haber derribado alguna vez. S¨®lo Sotomayor est¨¢ limpio.
Lleg¨® el momento. Siete han pasado 2,32. Los 2,35 dar¨¢n el t¨ªtulo. Fallan seis. Llega el ¨²ltimo, Kliugin, y los pasa a la primera. Entonces empez¨® a llover. Nadie fue capaz ya de hacer un salto bueno. Sotomayor llega al list¨®n y lo derriba por tercera vez. "Estos han sido mis ¨²ltimos Juegos", se despide.
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