El arte y los huevos fritos
?Recuerdan ustedes aquellas im¨¢genes, que se pusieron de moda hace unos a?os, en las que, al principio, solo se ve¨ªa un amasijo de l¨ªneas y puntos que, tras unos minutos de intenso estudio visual, revelaban un nav¨ªo de tres palos, el Empire State Building o un grupo de jirafas corriendo despreocupadas por la sabana? Yo s¨ª. Yo las recuerdo porque por mucho que las mirara nunca ve¨ªa nada, como aquel personaje secundario de Mallrats, de Kevin Smith, que se pasaba toda la pel¨ªcula delante de una de esas im¨¢genes sin vislumbrar lo que ocultaban, y cada vez que pasaba alguien a su lado le bastaba con unos segundos para ver el nav¨ªo de tres palos, el Empire State Building o el grupo de jirafas.As¨ª me sent¨ª la otra tarde, en el Tecla Sala, mientras recorr¨ªa la exposici¨®n de Sarah Lucas con Victoria Combal¨ªa como cicerone. Defensor apasionado de la vanguardia y del arte contempor¨¢neo, me hab¨ªa ido a L'Hospitalet animado por la fama de la artista y la foto de la invitaci¨®n, en la que se la ve¨ªa mirando al espectador con cara de asco y luciendo sobre los pechos sendos huevos fritos. Consciente de que un huevo frito puede ser m¨¢s que un huevo frito (?indignado, de hecho, ante la posibilidad de que un huevo frito s¨®lo fuera un huevo frito!), contemplaba las piezas de la se?orita Lucas en un estado de deprimente estupor. Autorretratos y m¨¢s sexo, se titula la propuesta, que consiste en unas s¨®rdidas piezas a base de muebles de rastrillo, cad¨¢veres de pollos atravesados por neones, jamones con bragas y huevos fritos repartidos de forma estrat¨¦gica. ?Ser¨ªa mi natural mediterr¨¢neo lo que me imped¨ªa identificar el sexo con un pollo atado a un colch¨®n churroso? ?Me costaba comprender que en Inglaterra hasta las aves de corral son aficionadas al bondage? ?Por qu¨¦ ve¨ªa escasez de ideas y repetici¨®n de conceptos mil veces abordados en una artista cuyas piezas son codiciadas por los coleccionistas? ?Por qu¨¦ sent¨ªa un tedio profundo donde otros con m¨¢s estudios que yo han visto provocaci¨®n e innovaci¨®n?
-Porque te faltan referentes, querido -me dijo mi amiga Vicky- Si hubieras dedicado a estas piezas tanto tiempo como yo, sin duda ver¨ªas m¨¢s cosas.
Vicky es estupenda, entre otras cosas, porque siempre intenta ense?ar al que no sabe. De hecho, yo intentaba huir de Tecla Sala cuando me atrap¨® y, cogi¨¦ndome cari?osamente por el brazo, me hizo entrar de nuevo: otra intelectual menos tolerante me habr¨ªa aplicado un tratamiento m¨¢s contundente, como retorcerme la oreja y ponerme de rodillas ante los pollos torturados. Vicky prefiri¨® iluminarme. As¨ª que all¨ª est¨¢bamos, frente a los autorretratos de Sarah Lucas, que eran para m¨ª como las im¨¢genes de las jirafas ocultas. Donde Vicky ve¨ªa una reflexi¨®n sobre el amor y la muerte yo solo ve¨ªa a una mujer con las piernas abiertas y una calavera en medio. Donde mi amiga ve¨ªa un homenaje a James Dean, yo solo ve¨ªa a una t¨ªa fumando. Donde la estudiosa del arte ve¨ªa un homenaje a la Jean Seberg de A bout de souffle, yo solo ve¨ªa a una chica tumbada en la cama. Donde la directora del Tecla Sala ve¨ªa a un personaje prerafaelita meditando sobre cosas profundas, yo s¨®lo ve¨ªa a una se?orita echando un pitillito en el retrete.
-No veo nada, Vicky -le dije a mi amiga mientras sent¨ªa que estaba a punto de echarme a llorar.
Otra persona me hubiera echado de su casa, pero Vicky, magn¨¢nima, me dej¨® cari?osamente por imposible. Y adem¨¢s, me present¨® a la artista, una chica encantadora que se va a tomar dos a?os sab¨¢ticos no porque no tenga gran cosa que decir, sino porque quiere supervisar un libro antol¨®gico que se est¨¢ gestando sobre su obra. Una mujer que lleva dos semanas en Barcelona fabricando las piezas de su exposici¨®n y que se sorprende de que aqu¨ª los pollos cuelguen de los ganchos sin asomo de pl¨¢stico a su alrededor. Una artista que, despu¨¦s de a?os viviendo en una zah¨²rda, ha podido comprarse una casa, la primera de su vida, gracias a que sus innovadoras provocaciones han fascinado al publicista Saatchi, emblema art¨ªstico de ese nuevo swinging London de la era Blair, que a falta de Beatles y Stones se ha de conformar con Oasis y Blur.
Veinte minutos hablando con ella me acabaron de convencer de que soy un negado para el arte contempor¨¢neo. Lo mismo me sucedi¨® hace a?os con Brian Eno, un tipo tan h¨¢bil con las palabras que te convence de que esas habitaciones oscuras y deprimentes que acabas de ver son, en realidad, las nuevas iglesias de la espiritualidad finisecular.
En momentos as¨ª, amigos, hay que ser humilde y olvidarse de que uno entra en una galer¨ªa en busca de est¨ªmulos para el cerebro, el alma, el coraz¨®n o los genitales. Hay que olvidarse de las emociones sentidas ante determinados lienzos de Bacon o Freud, de la complicidad establecida con ciertas instalaciones de Pazos o Torres, de cualquier tipo de impacto experimentado ante un tipo de arte que cualquier palurdo puede comprender.
Sobre todo, hay que resistirse a pensar en el agotamiento del arte conceptual o en la jeta que tienen algunos al poner un mocho al lado de una bombona de butano y decir que eso es una instalaci¨®n cargada de significado. Por ese camino ya se sabe d¨®nde acaba uno: diciendo que los monigotes de Mir¨® los pod¨ªa hacer un ni?o de seis a?os o, a¨²n peor, comisariando exposiciones de pintura realista.
Humildad, amigos, mucha humildad. A fin de cuentas, ?qu¨¦ se puede esperar de alguien que nunca consigui¨® ver el nav¨ªo de tres palos, el Empire State Building y el grupo de jirafas trotando por la sabana? En este mundo s¨®lo hay dos personas que tengan siempre raz¨®n: el Papa y mi amiga Victoria Combal¨ªa. Y si ella ve homenajes a Godard, a James Dean y a Dante Gabriel Rosetti donde yo s¨®lo veo a una se?ora tumbada a la bartola, fumando o haciendo sus necesidades, peor para m¨ª.
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