La transici¨®n no fue mod¨¦lica
En un art¨ªculo reciente publicado en este diario (Por una pol¨ªtica de la memoria, 17 de julio de 2000), Javier Tusell tercia en un debate existente en las p¨¢ginas de Claves de Raz¨®n Pr¨¢ctica entre Javier Pradera y yo sobre la forma en que se realiz¨® la transici¨®n de la dictadura a la democracia en Espa?a y c¨®mo ¨¦sta afect¨® a la democracia que le sigui¨®. En aquel debate yo indicaba que, a mi parecer, la transici¨®n no hab¨ªa sido mod¨¦lica, sino que se hab¨ªa realizado en condiciones muy favorables a las derechas, las cuales hab¨ªan hegemonizado aquel proceso, condicionando la democracia que le sigui¨®, la cual se reproduce en condiciones que son desfavorables a las izquierdas. Tusell interviene en aquel debate, cuestionando mis tesis, escribiendo que "no hay pecado original en nuestra transici¨®n... por m¨¢s que en ello se empe?e todo un sindicato de damnificados a los que no votaron los electores por razones que derivan de que quiz¨¢ val¨ªan menos de lo que pensaban". Reconozco que, como persona no creyente, desconozco el significado del lenguaje religioso que Tusell utiliza y, por lo tanto, no entiendo bien lo que quiere decir "pecado original". S¨ª que entiendo, sin embargo, el tono que intenta ser insultante para aquellos que no comparten su tesis. Tusell fue miembro del primer Gobierno de derechas en el primer Gobierno democr¨¢tico que hubo en Espa?a y tiene todo el derecho a expresar su desacuerdo con mi tesis de que la forma en que tal transici¨®n tuvo lugar discrimin¨® a las izquierdas. Pero el tono que escoge para expresar su desacuerdo reproduce una cultura intolerante que descalifica a sus adversarios insult¨¢ndoles, dificultando el muy necesario debate sobre la forma en que la transici¨®n tuvo lugar y sus consecuencias. Ahora bien, a pesar de su intento, quiero aclarar que no me siento insultado. Es para m¨ª un honor el haber servido en la resistencia antifranquista desde los a?os cincuenta, por lo cual fui damnificado por muchos a?os, y es un privilegio hoy apoyar con mis escritos a aquellos que, perseguidos por su lucha antifranquista durante la dictadura, protestan por su marginaci¨®n ahora en la democracia.Tusell, de manera predecible, utiliza en su argumentaci¨®n toda una serie de absolutos en los que nadie o todos comparten las mismas posturas. As¨ª, escribe que "en el a?o 2000 ser franquista o antifranquista es absurdo", a?adiendo m¨¢s tarde que "nadie en Espa?a est¨¢ dispuesto a reivindicar aquel r¨¦gimen o a quien lo personific¨®". El se?or Tusell y yo debemos vivir en dos Espa?as distintas. En la que yo conozco, hay miles (?millones?) de espa?oles que reivindican el r¨¦gimen franquista y a su caudillo. S¨®lo hace unas semanas el se?or Fraga Iribarne (fundador del partido gobernante en nuestro pa¨ªs), por ejemplo, reivindicaba el r¨¦gimen franquista en el canal de televisi¨®n CNN, defendi¨¦ndolo como uno de los reg¨ªmenes que ha hecho m¨¢s por Espa?a en el siglo XX. Tusell confunde aqu¨ª los t¨¦rminos. Una persona es franquista no porque pida la vuelta al r¨¦gimen franquista hoy (aunque haberlos los hay, bien abierta o encubiertamente), sino porque se identifique con aquella etapa de nuestra historia y la defienda. Es interesante se?alar en este aspecto que el PP nunca ha condenado el franquismo, en parte por sus or¨ªgenes hist¨®ricos, en parte porque se siente temeroso de antagonizar a sectores importantes de su electorado que se sienten identificados con aquel r¨¦gimen. Su comportamiento en este aspecto contrasta con la condena que ha hecho la derecha francesa (excepto Le Pen) del r¨¦gimen de Vichy o la derecha alemana del r¨¦gimen nazi o la derecha italiana (excepto Fini) del fascismo.
En cuanto a la tesis de que las deficiencias existentes en nuestra democracia son comunes a otras democracias, sin poderse atribuir estas deficiencias a la forma en que se realiz¨® la transici¨®n, quisiera indicar que, si bien es cierto que nuestra democracia comparte defectos con otras democracias -tales como el creciente distanciamiento entre gobernantes y gobernados, por ejemplo-, hay otros que son espec¨ªficos de nuestro sistema pol¨ªtico y que son resultado de la hegemon¨ªa de la derecha en la transici¨®n. En Alemania y en Italia, el nazismo y el fascismo fueron derrotados. En Espa?a, sin embargo, el franquismo no lo fue. El Estado franquista fue adapt¨¢ndose a una nueva realidad resultado de una presi¨®n nacional e internacional. Las estructuras dirigentes de aquel Estado se dieron cuenta de la necesidad de cambiarlo para ir adapt¨¢ndolo a un nuevo proceso que, junto con las izquierdas -todav¨ªa d¨¦biles, debido a la enorme represi¨®n sufrida durante la dictadura- elabor¨® el sistema democr¨¢tico. Es probable que a la vista de esta falta de equilibrio de fuerzas entre derechas e izquierdas, en la que las primeras ten¨ªan muchos m¨¢s poderes que las segundas, no hubiera otra forma de realizar la transici¨®n que la que se hizo. Pero me parece un error hacer de esta situaci¨®n una virtud y llamarla mod¨¦lica. En realidad, el dominio de las derechas aparece en m¨²ltiples dimensiones de nuestras instituciones pol¨ªticas y medi¨¢ticas.
Entre las primeras resalta un sistema electoral que en la pr¨¢ctica discrimina profundamente a las izquierdas, como pudimos ver, una vez m¨¢s, en las ¨²ltimas elecciones legislativas en las que en territorios tradicionalmente progresistas de Espa?a se necesitaron incluso seis veces m¨¢s votos para conseguir un diputado que en zonas tradicionalmente conservadoras, lo cual no tiene que ver con las reglas de Hondt que se utilizan en varios sistemas parlamentarios europeos, sino con las particularidades del sistema parlamentario espa?ol. Otras consecuencias de aquel dominio son la existencia de instituciones del Estado, como la Monarqu¨ªa, excluidos del escrutinio y cr¨ªtica democr¨¢tica por com¨²n acuerdo de los medios de informaci¨®n del pa¨ªs o la ausencia de una condena del franquismo por parte del Parlamento espa?ol, tal como el Parlamento italiano conden¨® en su d¨ªa la ¨¦poca fascista o el Parlamento alem¨¢n conden¨® el r¨¦gimen nazi o, m¨¢s recientemente, el Parlamento franc¨¦s conden¨® el r¨¦gimen colaboracionista de Vichy. Incluso hay hoy textos escolares en partes de Espa?a donde no se condena al r¨¦gimen franquista, referido frecuentemente como el "r¨¦gimen anterior", sin incluir una condena de aquel r¨¦gimen (como aparece en los libros escolares alemanes, por ejemplo, donde se condena por ley cualquier expresi¨®n positiva del r¨¦gimen nazi). En realidad, la ausencia de tal condena al r¨¦gimen franquista se justifica con una supuesta equidistancia en la responsabilidad por lo acaecido en la historia reciente de nuestro pa¨ªs, indicando que tanto los vencedores como los vencidos de la guerra civil fueron responsables de terribles violacio-
nes de los derechos humanos durante y despu¨¦s de aquel conflicto. Esta supuesta equivalencia es, sin embargo, insostenible. No s¨®lo porque la violencia y violaciones de los derechos humanos de los vencedores fue mucho mayor que la de los vencidos, o porque la violencia de los vencedores fuera parte de una pol¨ªtica de Estado, mientras que la mayor¨ªa de la perpetrada por los vencidos no fue apoyada ni por el Estado republicano ni por la Generalidad de Catalu?a, sino porque los primeros rompieron con las reglas democr¨¢ticas y la gran mayor¨ªa de los segundos lucharon para reinstaurarlas y defenderlas. El silencio institucional sobre estos hechos, con ausencia de condena del r¨¦gimen franquista y del golpe militar que lo estableci¨®, empobrece enormemente a la democracia espa?ola, debilitando el surgimiento de una clara cultura y conciencia democr¨¢ticas. La ausencia de tal condena, cuando no la exaltaci¨®n de sus figuras y m¨¢rtires de los vencedores a trav¨¦s de monumentos o procesos de beatificaci¨®n, contrasta con la moderaci¨®n en el reconocimiento de las v¨ªctimas y figuras entre los vencidos, que son, por cierto, mucho m¨¢s numerosos. Ser¨ªa impensable que en Alemania, Italia, e incluso en Francia, se construyeran monumentos o se dedicaran calles a las figuras nazis, fascistas o colaboradores de aquellos reg¨ªmenes.
Por otra parte, tal dominio de las derechas en la transici¨®n explica tambi¨¦n la gran escasez de instrumentos medi¨¢ticos de centro-izquierda o izquierda, lo cual ha contribuido en gran manera a una cultura pol¨ªtica dominante de gran moderaci¨®n, en la que propuestas realizadas por partidos de centro-izquierda o izquierda en la UE aparecen como radicales en Espa?a. Medidas como las propuestas por el se?or Blair de vetar a un candidato laborista para la alcald¨ªa de Londres por enviar sus hijos a las escuelas privadas ser¨ªan de improbable realizaci¨®n en su hom¨®logo en Espa?a, en el PSOE, por no citar al Gobierno conservador espa?ol, cuyo presidente se declara pr¨®ximo al primer ministro del Gobierno laborista brit¨¢nico. Es muy probable que en el caso de que la direcci¨®n del PSOE hubiera tomado tal medida, la gran mayor¨ªa de los medios de informaci¨®n lo hubieran definido como "demag¨®gico", "radical", "doctrinal", "anticuado" o cualquier otro adjetivo que tales medios utilizan con gran frecuencia para mostrar su desaprobaci¨®n.
Tal sesgo derechista de los medios de informaci¨®n, resultado de la transici¨®n, aparece tambi¨¦n en la manera como se est¨¢ reescribiendo y presentando la historia de nuestro pa¨ªs en amplios sectores de tales medios. Un ejemplo reciente es el art¨ªculo de La Vanguardia (6 de marzo de 2000) en el que el propio Tusell, que se autodefine como centrista, define a Camb¨® "como ejemplo de moderaci¨®n y centrismo", "ejemplo intelectual, moral y pol¨ªtico", "admirable por su intento de comprender al adversario", sin nunca citar el apoyo de Camb¨® al franquismo. Camb¨®, lejos de ser un ejemplo de pol¨ªtico centrista digno de emulaci¨®n, fue uno de los empresarios y pol¨ªticos catalanes que apoy¨® con mayor intensidad al golpe militar y al r¨¦gimen fascista, un r¨¦gimen que cometi¨® genocidio cultural contra Catalu?a y que no se caracteriz¨® por su respeto a sus adversarios, a los que asesin¨®. Supongo que para Tusell el apoyo de Camb¨® al golpe militar fue una mera nota de pie de p¨¢gina en una vida por lo dem¨¢s mod¨¦lica. Pero el apoyo de Camb¨® al franquismo, sin que nunca m¨¢s tarde lo denunciara p¨²blicamente y pidiera perd¨®n al pueblo catal¨¢n y espa?ol por tal apoyo, es m¨¢s que una nota de pie de p¨¢gina en su biograf¨ªa. Aquellos hechos fueron los m¨¢s importantes en la historia reciente de nuestro pa¨ªs.
Otro ejemplo de esta reescritura de nuestra historia aparece cuando hace s¨®lo unos meses vimos la gran atenci¨®n medi¨¢tica que se dedic¨®, a ra¨ªz de su muerte, a la figura de L¨®pez Rod¨®, definido como arquetipo de la "derecha civilizada" en las p¨¢ginas de La Vanguardia por Jaime Arias, art¨ªculo complementado por otro, del consejero econ¨®mico de L¨®pez Rod¨®, Fabi¨¢n Estap¨¦, que como muestra de tal talante civilizado se refer¨ªa al hecho de que durante el periodo en que L¨®pez Rod¨® sirvi¨® en el Gobierno de Franco (1965-1973) no se fusil¨® a nadie, atribuy¨¦ndolo a su influencia. Lejos de ser representante de la derecha civilizada, L¨®pez Rod¨® fue una pieza clave de aquel r¨¦gimen dictatorial, responsable de pol¨ªticas represivas en los muchos ¨¢mbitos en los que influenci¨®, desde la Universidad hasta el establecimiento del terrible Juzgado y Tribunal de Orden P¨²blico, que funcion¨® hasta el ¨²ltimo a?o de la dictadura y que fue pura licencia para el asesinato, tortura, desaparici¨®n y expulsi¨®n de la resistencia antifranquista, realidades bien documentadas en el libro La memoria insumisa. Sobre la dictadura de Franco, de Nicol¨¢s Sartorius y Javier Alfaya. Ninguno de estos hechos, por cierto, fueron citados en tales art¨ªculos, en su mayor¨ªa laudatorios hacia L¨®pez Rod¨®, que se publicaron a ra¨ªz de su muerte. Tal visibilidad contrasta con el silencio y falta de reconocimiento por su lucha antifranquista de miles de personas que tuvieron gran protagonismo en la resistencia contra la dictadura y que hoy est¨¢n sumidas en el olvido, perteneciendo al sindicato de damnificados que Tusell ridiculiza en su aportaci¨®n. Toda una historia.
Una ¨²ltima nota. El pasado 22 de septiembre me manifest¨¦ con miles de catalanes en las calles de Barcelona en contra de los asesinatos de ETA. Mientras protestaba por aquellos actos pensaba yo en dos realidades. Una es la incoherencia y limitada sensibilidad democr¨¢tica de aquellos medios de informaci¨®n y personalidades que mientras piden, con raz¨®n, una condena sin matices de los asesinatos de ETA, nunca han condenado con igual contundencia el r¨¦gimen terrorista franquista, responsable de miles de asesinatos de personas que lucharon por la democracia sin que sus familiares y amigos pudieran mostrar p¨²blicamente su tristeza y protesta. La otra reflexi¨®n es que las personas de ETA que est¨¢n disparando el arma asesina est¨¢n matando, adem¨¢s de personas, la posibilidad de que la transici¨®n se complete, permitiendo la transformaci¨®n y expansi¨®n de la democracia incompleta que todav¨ªa tenemos y que tanto nos cost¨® conseguir a los que luchamos por ella. Cada asesinato retrasa m¨¢s y m¨¢s esta nueva transici¨®n, reforzando las fuerzas que se oponen a esta necesaria transformaci¨®n y expansi¨®n, la cual permitir¨ªa un debate m¨¢s sereno y productivo de sus leg¨ªtimas aspiraciones pol¨ªticas. La violencia que puede ser necesaria en la lucha contra una dictadura se convierte en profundamente reaccionaria cuando inhibe y frena el desarrollo democr¨¢tico.
Vicen? Navarro es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad Pompeu Fabra.
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