Un pa¨ªs en manos de abogados
Politizaci¨®n de la justicia
Acabar¨¢ siendo presidente el candidato que tenga los mejores abogados. Al fin y al cabo, as¨ª se soluciona todo en la vida diaria de Estados Unidos, el pa¨ªs donde la industria de la justicia es la que m¨¢s prospera. Nadie en su sano juicio vive sin un abogado de cabecera, porque en cualquier momento una visita se resbala en casa y luego pide una indemnizaci¨®n millonaria alegando que nadie le hab¨ªa dicho que el suelo estaba mojado. O las se?oras con implantes sientan en el banquillo a los fabricantes de silicona y los fumadores a las tabacaleras. O el Gobierno a Microsoft, o el t¨ªo del ni?o cubano Eli¨¢n Gonz¨¢lez al Gobierno.Estos d¨ªas, el mejor punto de observaci¨®n de la maquinaria del pleiteo est¨¢ en los aeropuertos y en los hoteles de Miami, Palm Beach y Tallahassee, capital del Estado de Florida. Literalmente, cientos de abogados est¨¢n aterrizando desde todas las partes del pa¨ªs como buitres en busca de la carnaza del l¨ªo electoral. "Est¨¢n llegando aviones repletos", exclamaba el jueves, perplejo, el senador republicano Fred Thompson.
La invasi¨®n ha sido especialmente notable en el condado de Palm Beach, que gracias a las papeletas mariposa se ha convertido en una mina. Nada menos que 20.000 potenciales clientes, una gran parte jubilados jud¨ªos de clase acomodada que votaron por el ultraconservador Pat Buchanan en vez del dem¨®crata Al Gore, confundidos por el dise?o de la papeleta, y ahora quieren que los tribunales les den una segunda oportunidad. A seis de ellos los representa Alan Dershowitz, el famoso profesor de Derecho de la Universidad de Harvard que defendi¨® al ex jugador O. J. Simpson, a la heredera Patty Hearst y a Claus von Bulow, entre otros.
Pero Dershowitz no es el ¨²nico jurista c¨¦lebre que se ha desplazado al Sunshine State desde que comenz¨® aqu¨ª la batalla legal por la Casa Blanca. Por ejemplo, el equipo del vicepresidente Gore lo encabezan David Boies, uno de los que llev¨® la voz cantante en la demanda del Gobierno contra Microsoft, y Laurence Tribe, eminencia de Harvard y uno de los principales expertos en derecho constitucional de Estados Unidos. Normalmente cobran unos honorarios de 600 d¨®lares (unas 120.000 pesetas) a la hora, pero aseguran que por tratarse de un asunto patri¨®tico est¨¢n "donando" su trabajo (que luego cobran con creces en constantes entrevistas de televisi¨®n).
Aunque en EE UU hay 972.000 de abogados colegiados y varios millones m¨¢s de pasantes y procuradores, los que se han congregado en Florida parecen un mundo peque?o, y en algunos casos parad¨®jico. A nadie le ha sorprendido que George Bush haya contratado a Ted Olson, un ex socio de bufete de Kenneth Starr, el fiscal que proces¨® al presidente Bill Clinton por el esc¨¢ndalo Lewinsky, pero cuando los republicanos se enteraron de que tambi¨¦n hab¨ªa reclutado a un prominente letrado vinculado a los dem¨®cratas, Barry Richard, corrieron escalofr¨ªos.
Curiosamente, ese presunto "adulterio" levanta ampollas, mientras que la politizaci¨®n del sistema judicial se asume como algo natural. En EE UU los jueces no llegan a serlo por un sistema de m¨¦ritos, con oposiciones como las de Espa?a, sino que son nombrados por un pol¨ªtico de rango o elegidos por el voto popular, como cualquier alcalde de quita y pon. Hacen campa?a, recaudan dinero e, inevitablemente, arrastran un bagaje de intereses cuando se presentan a la reelecci¨®n cada dos o cuatro a?os. Un d¨ªa est¨¢n en el estrado defendiendo a un cliente y al mes siguiente se presentan a unas elecciones contra el juez de aquel caso, la ganan y son ellos los que juzgan a los clientes de su contrincante, que probablemente volver¨¢ a intentar derrotarlo en las urnas. Es como una noria en la que un d¨ªa son abogados, al mes siguiente jueces y dos a?os despu¨¦s pierden las elecciones y vuelven al bufete. Y vuelta a la noria otra vez.Y mientras est¨¢n en el cargo tienen un poder ominipotente, como demostr¨® ayer el juez Terry Lewis, nombrado por un gobernador dem¨®crata, quien le puso en bandeja la presidencia a Bush al aceptar que la secretaria de Estado de Florida, Katherine Harris, hab¨ªa ejercido apropiadamente su discrecionalidad invalidando los recuentos manuales.
Lo que estas elecciones han mostrado es c¨®mo se gobierna a golpe de demanda, c¨®mo entre jueces y abogados resuelven todas las ecuaciones de la sociedad norteamericana. Son los que de verdad han ganado la Casa Blanca.
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