Decid el misterio
Ahora nos vienen algunos -que bien sabemos qui¨¦nes son- con gran aparato medi¨¢tico insistiendo en la monserga de que Teruel existe, como si se tratara de una novedad. Pero -?compa?¨ªa, fuera gorros!- ah¨ª est¨¢ el padre jesuita Jer¨®nimo Ripalda, nacido en Teruel en 1531, autor del Catecismo de la Doctrina Cristiana, por si hiciera falta dejar probada esa existencia desde algunos siglos atr¨¢s. Eso, por no hablar del fr¨ªo que pasamos cuando la batalla de Teruel en las navidades de 1937 antes de que naciera Federico Jim¨¦nez Losantos.Pero volvamos ya al catecismo del padre Ripalda, concebido en forma de preguntas y respuestas. Comprobemos c¨®mo al llegar a la cuesti¨®n de los art¨ªculos de la Fe, uno de los interrogantes adopta forma imperativa y es del siguiente tenor literal: ?Decid el Misterio de la Encarnaci¨®n! La cuesti¨®n siguiente se formula entonces desde el previsible desconcierto en que supone sumidos a los catec¨²menos tras la respuesta anterior, en la que se narra el anuncio del Arc¨¢ngel San Gabriel a nuestra Se?ora la Virgen Mar¨ªa de que el Verbo Divino tomar¨ªa carne en sus entra?as, sin detrimento de su virginal pureza. "?De qu¨¦ manera fue eso?, se pregunta el Ripalda, para responderse a continuaci¨®n: "Saliendo del vientre de la Virgen como el rayo del sol por el cristal sin romperlo ni mancharlo".
As¨ª es como pasan algunos por las m¨¢s incre¨ªbles vicisitudes y felon¨ªas conspirativas -nada por aqu¨ª, nada por all¨¢- en un admirable ejercicio de prestidigitaci¨®n, como si compartieran la condici¨®n de inatacables por los ¨¢cidos, caracter¨ªstica de los metales nobles. Son narraciones admirables como las del ¨²ltimo volumen escrito de la mano del director del diario El Mundo, un texto que ni el m¨¢s encarnizado de sus adversarios hubiera podido imaginar por falta de datos y que el propio autor aporta voluntariamente en un desahogo que resulta ser un acta de confesi¨®n de las conspiraciones para el derribo del Gobierno anterior. Nueva confirmaci¨®n de las denunciadas por ese compa?ero de fatigas que fue Luis Mar¨ªa Anson, antes de su arrepentimiento moment¨¢neo en la c¨¦lebre vomitona a Santiago Belloch para el semanario Tiempo del 23 de febrero de 1998. As¨ª que aunque, seg¨²n Anson, se rozara la estabilidad del Estado, todo hab¨ªa que intentarlo, todo era leg¨ªtimo, para desalojar a Felipe Gonz¨¢lez del poder. Con esa misma ferocidad fue dise?ada tambi¨¦n casi por los mismos otra campa?a, la de acoso y derribo contra Adolfo Su¨¢rez para la que en julio de 1980 fue contratado al frente de Diario 16 el mismo Pedro.
Entonces llega Pilar Urbano con su biograf¨ªa de Baltasar Garz¨®n y de la misma boca del caballo quedamos enterados de la segunda conspiraci¨®n, la que sigui¨® a la amarga vicoria del 3 de marzo de 1996. La que urdieron Anson, Campmany y Garc¨ªa Trevijano despu¨¦s del pacto de Nochebuena de 1996 suscrito entre Polanco y Asensio a prop¨®sito de la guerra del f¨²tbol para las retransmisiones televisivas. As¨ª sabemos tambi¨¦n que a finales de enero de 1997 Trevijano, autor de ese best-seller sobre La Tercera Rep¨²blica y ahora injustamente olvidado, propugnaba en una cena en la casa de Abc que el Rey ten¨ªa que irse y dar paso a la Rep¨²blica sin que volvi¨¦ramos a caer en otro 36 y que Anson no estaba de acuerdo del todo aunque s¨ª en que el Rey abdicase en su hijo. Se trataba seg¨²n ahora nos dicen "de provocar las ca¨ªdas sucesivas del polanquismo, del felipismo y del sistema pol¨ªtico corrupto para producir la hecatombe necesaria".
Aparece entonces en manos de Luis Mar¨ªa Anson el informe encargado por el secretario de Estado de Fomento al que se ven¨ªa refiriendo Jes¨²s Cacho en sus cr¨®nicas del diario El Mundo y que resumi¨® en las p¨¢ginas del semanario Epoca el redactor de confianza Miguel Plat¨®n, premiado enseguida por ?lvarez Cascos con la direcci¨®n de la Agencia Efe. Luego Campmany se acerc¨® a la Audiencia Nacional para presentar denuncia ante el juez ad hoc Javier G¨®mez de Lia?o y alle hop ya tenemos a Polanco haciendo el pase¨ªllo y subiendo las escaleras de la ignominia y a Jos¨¦ intercediendo por ¨¦l, seg¨²n asegura saber Pedro Jos¨¦. Pero ya ver¨¢n c¨®mo, igual que en la obra del Nobel Dar¨ªo Fo, despu¨¦s de decir el misterio aqu¨ª no paga nadie.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.