Nocturno
Bajo los soportales de la plaza de Armas de la ciudad de Guadalajara, en M¨¦xico, duermen todas las noches muchos ind¨ªgenas envueltos en cartones y papel de peri¨®dico. Esta vez eran m¨¢s de cien. Al filo de la madrugada lleg¨® un predicador engominado y los despert¨® con un altavoz. Lo hizo de forma muy imperativa?: venga, arriba, arriba no m¨¢s, hermanos, que est¨¢ a punto de llegar la Navidad y Dios va a nacer. Este enviado les mand¨® ponerse en pie para que escucharan un mensaje de paz. Los inditos somnolientos abandonaron sus envoltorios y formaron un corro en torno al azucarado evangelista y a una rubia de frasco vestida con finas gamuzas que probablemente era su mujer. Unas furgonetas tra¨ªan m¨¢s indigentes sin techo de otras partes de la ciudad. Llegaban acompa?ados por unas se?oras muy acicaladas y caritativas que les ayudaban a desembarcar y entre ellos ven¨ªa una joven enana demente que llevaba una Biblia en la mano. A esa primera hora de la madrugada la deshabitada plaza de Armas ten¨ªa una gran resonancia puesta por entero a servicio del predicador cuya voz se o¨ªa de lejos formulando una pregunta a este grupo de miserables:??Alguno de ustedes conoce el misterio de la Navidad? Ante el silencio pasmado de los desarrapados, ya insomnes, el enviado les aclar¨®: la Navidad no son regalos ni grandes banquetes, no caigan vuestras mercedes en esa tentaci¨®n, estas son fiestas de amor y de paz para el alma. ?Quien de ustedes ha tra¨ªdo la Biblia que se les regal¨® anteayer? S¨®lo la enana loca hab¨ªa guardado el Libro Sagrado; al parecer los dem¨¢s la hab¨ªan vendido o extraviado o tal vez se la hab¨ªan comido. El predicador dijo: un ¨¢ngel anunci¨® a la Virgen que iba a concebir un hijo por obra del Esp¨ªritu Santo, imaginen que un d¨ªa llega a casa vuestra mujer y les comunica que est¨¢ embarazada del Esp¨ªritu Santo y que de su vientre va a nacer Dios, ?qu¨¦ pensar¨ªan ustedes? Bajo la soledad de la madrugada el espacio de la plaza de Armas estaba vigilado por estatuas de bronce y a uno de esos pedestales que soportaba a un pr¨®cer de la Revoluci¨®n se subi¨® la enana demente con la Biblia en la mano. El predicador le reclam¨®: si sabes leer abre el Libro Sagrado y lee para nosotros. La enana loca obedeci¨®. Abajo herv¨ªan ya unas perolas de caridad. Desde lo alto del pedestal se oy¨® en la oscuridad la voz de aquel ¨¢ngel que dec¨ªa: Y Dios dividi¨® el mar y los gui¨® por toda la noche con el resplandor del fuego.
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