La dignidad de un g¨¦nero FERNANDO NEIRA
Carlos Cano siempre ha gustado de catalogarse como andaluz triste, casi al modo cernudiano, pero defendi¨® la val¨ªa de sus presupuestos est¨¦ticos y geogr¨¢ficos con la vitalidad y el pundonor de un coraz¨®n tal vez maltrecho, pero rabiosamente apasionado. Este nieto del qu¨ªmico de la factor¨ªa de p¨®lvora local, fusilado por rojo en el 36, supo nadar a contracorriente con su andalucismo a cuestas aun en los a?os en que levantar banderas folcl¨®ricas era sospecha, como poco, de chabacaner¨ªa.Y es que la copla estuvo largo tiempo condenada al averno de los desguaces franquistas, como si L¨®pez-Quiroga, Juan Mostazo y dem¨¢s ilustres maestros hubieran sido meros autores de la banda sonora oficial que acompa?¨® al antiguo r¨¦gimen hasta bien entrados los a?os sesenta. Por fortuna, la memoria colectiva ha aprendido a desligar aquel hermoso -y leg¨ªtimo- acervo sonoro de otras connotaciones pol¨ªticas m¨¢s indeseables. Ya se comprob¨® el a?o pasado con motivo del centenario de Quiroga. Pero muchos a?os antes de eso, en plena vor¨¢gine de la transici¨®n, Carlos ya hab¨ªa grabado A la luz de los cantares, y luego, Cr¨®nicas granadinas, y m¨¢s tarde, Cuaderno de coplas. Nadie como ¨¦l ha dignificado un g¨¦nero tanto tiempo maldito.
Una vez, a¨²n en su ¨¦poca incipiente, Cano le espet¨® al mundo que ¨¦l prefer¨ªa el pasodoble al rock&roll. Era un lema fundamentalmente transgresor, una bofetada en la cara de la modernidad refinada y la progres¨ªa "de v¨ªa estrecha", como ¨¦l mismo dir¨ªa. Con todo, el de Granada ha sido mucho m¨¢s que un andaluz con las ra¨ªces bien hundidas en su tierra. Primero, porque su amplitud de miras va m¨¢s all¨¢ de una adscripci¨®n geogr¨¢fica concreta. Y despu¨¦s, porque ¨¦l ha sido el gran cantante de la emigraci¨®n y del desarraigo, el alma ap¨¢trida que con 18 a?os abandon¨® las calles granadinas con un poema de Cavafis grabado en la memoria: "Dices, ir¨¦ a otra tierra, hacia otro lugar / y una ciudad mejor con certeza hallar¨¦...".
Cano ha sido cantautor y folclorista, andaluz y cosmopolita, amante de lo ¨¢rabe y de lo sinf¨®nico, viajero en clase preferente y camarero o limpiador en sus a?os por Alemania y Suiza. El pasado noviembre se subi¨® al escenario del madrile?o C¨ªrculo de Bellas Artes, chuleta en mano, para cantar (feliz, apasionado: como siempre) junto a su amigo Imanol. Juntos dieron una lecci¨®n de tolerancia y bonhom¨ªa, de que sentir el norte o el sur en la sangre no es sin¨®nimo de ning¨²n exclusivismo. Cano ha sido el coplero del mundo, el nieto bueno que tom¨® el testigo de aquel otro Cano acribillado por las balas de la intolerancia.
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