Los otros recortes de Pepe Mej¨ªas
Pepe Mej¨ªas conoce bien el olor que desprende la hierba. Desde los a?os setenta no ha pasado pr¨¢cticamente ni un d¨ªa sin que la haya pisado, aunque su relaci¨®n con ella ha variado sustancialmente. Durante dos d¨¦cadas, el c¨¦sped estuvo a su servicio y fue el c¨®mplice de sus logros como futbolista de ¨¦lite. Las tornas han cambiado. Ahora la cuida y la corta diariamente para que j¨®venes, que ven en ¨¦l un s¨ªmbolo del cadismo, intenten seguir sus pasos.La historia de Mej¨ªas I -como se le ha conocido en el mundo del f¨²tbol- parece no salirse del prototipo del deportista profesional que no rentabiliza, tras su retirada, el dinero que ha ganado durante la etapa que permaneci¨® en activo. Pero, a diferencia de otros muchos compa?eros de profesi¨®n, Pepe Mej¨ªas era consciente de este peligro. "Siempre tuve miedo a retirarme sin un duro", confiesa mientras matiza que no gan¨® tanto dinero como se dijo. Su periodo m¨¢s fruct¨ªfero lo cumpli¨®, a mediados de los ochenta, en el Zaragoza, donde este mediapunta organizador dej¨® la impronta de sus pases y sus goles. "All¨ª gan¨¦ siete, ocho y nueve millones por cada una de las temporadas, pero ya se sabe que Hacienda y la Seguridad Social se quedaron con casi la mitad", explica.
En el Zaragoza lleg¨® a jugar la competici¨®n europea de la Copa de la UEFA. Pero su verdadero sue?o fue vestir la el¨¢stica amarilla del C¨¢diz en Primera Divisi¨®n. Lo consigui¨® en la temporada 77-78, cuando el equipo amarillo se enfrent¨®, por primera vez, a los mejores conjuntos del panorama nacional. "Fue inolvidable. Signific¨® el primer paso importante en mi vida deportiva. Lo m¨¢s grande y lo que siempre hab¨ªa so?ado", relata con el mismo grado de excitaci¨®n como si se estuviese preparado para saltar al terreno de juego bajo los sones del himno del C¨¢diz.
Su segundo sue?o fue el de ser empresario. Lo intent¨®, pero sus incursiones en este mundo no le fueron bien. Los proyectos que emprendi¨® de tiendas de deporte y medicina deportiva consumieron, con rapidez, el dinero acumulado y una propiedad inmobiliaria que compr¨® "con mucho esfuerzo", seg¨²n lamenta.
En todos los equipos dej¨® la impronta de un gran futbolista. Muchos especialistas reclamaron su presencia en la selecci¨®n nacional y los entrenadores que le conocieron lo catalogaron como el mejor pasador con el bal¨®n en los pies de la Liga espa?ola de finales de los setenta y los ochenta. Junto a M¨¢gico Gonz¨¢lez particip¨® en el popular submarino amarillo que se mantuvo siete temporadas en la m¨¢xima categor¨ªa del f¨²tbol espa?ol. Pero, sobre todo, fue un ejemplo para la cantera, de la que m¨¢s tarde saldr¨ªan Kiko, Arteaga, Calder¨®n, Cortijo o Quevedo.
Con todo, nunca pec¨® de presuntuoso. Su padre, trabajador de Astilleros, le ense?¨® las claves de comportamiento que m¨¢s valora en la vida. "Lo perd¨ª en el 82 y lo llevo a diario en mi mente. ?l me ense?¨® a ser humilde y sencillo en la vida. Aprend¨ª mucho de quien era un hombre honrado y bueno, del que estoy muy orgulloso", confiesa con la voz entrecortada.
Por su categor¨ªa deportiva y humana, Mej¨ªas I dej¨® huella all¨¢ donde fue. Ahora sigue los pasos de la huella que deja el cortac¨¦sped en la hierba que cuida con esmero. De ¨¦l dependen m¨¢s de 90.000 metros cuadrados de las instalaciones de El Rosal que el C¨¢diz tiene en el municipio vecino de Puerto Real. No era la vuelta que ¨¦l esperaba tener en el equipo que le vio nacer y que le encumbr¨® a la fama. "Pero no se me caen los anillos. Me conformo con ir tirando. No soy ambicioso, porque nunca tuve nada m¨ªo", afirma, al tiempo que le busca un sentido a su trabajo. "Hago de todo, pero, a la espera de tiempos mejores, soy feliz porque los chavales valoran mi trabajo y me ilusiona verlos felices", afirma.
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