La multinacional bananera Chiquita culpa de su inminente quiebra al proteccionismo europeo
Chiquita y su presidente, el multimillonario de Cincinnati Carl Lindner, han dedicado los ¨²ltimos a?os a batallar contra las cuotas impuestas en 1992 por Bruselas sobre los pl¨¢tanos cultivados en Latinoam¨¦rica que, seg¨²n Lindner, han llevado a la empresa a una situaci¨®n insostenible. Europa generaba, antes de ese a?o, m¨¢s de la mitad de las ventas y beneficios de Chiquita.
Lindner ha financiado las campa?as de los candidatos presidenciales (en 2000, reparti¨® 800.000 d¨®lares entre George Bush y Al Gore y, en 1996, hizo lo propio entre Bill Clinton y Robert Dole) y ha presionado con insistencia a Washington para que declarara una guerra comercial abierta contra la UE, con el fin de que el mercado europeo se abriera a sus pl¨¢tanos. Hace unos meses, sin embargo, Clinton desisti¨® de imponer sanciones y prefiri¨® seguir negociando.
John McMillin, analista de inversiones de Prudential Securities, considera que la crisis de Chiquita se ha visto agravada por la debilidad del euro, que le ha impedido aprovechar sus cuotas de exportaci¨®n a Europa, y por una expansi¨®n demasiado r¨¢pida de sus cultivos y su flota de buques en los a?os ochenta.
Lindner, cuya familia es el mayor accionista de Chiquita a trav¨¦s de la sociedad American Financial Group, intenta llegar a un acuerdo con sus principales acreedores antes de acogerse a la declaraci¨®n de quiebra, que le permitir¨¢ suspender pagos y reestructurar una deuda a corto y medio plazo de 862 millones de d¨®lares (153.000 millones de pesetas). La compa?¨ªa seguir¨¢ funcionando y, seg¨²n la direcci¨®n, los 4.000 empleados centroamericanos mantendr¨¢n su trabajo. La acci¨®n de Chiquita val¨ªa ayer poco m¨¢s de un d¨®lar, un m¨ªnimo hist¨®rico.
Chiquita insiste en que Washington debe actuar en su defensa, como sol¨ªa hacerlo en el pasado. En 1954, cuando el Gobierno guatemalteco del reformista Jacobo Arbenz expropi¨® las tierras no cultivadas de United Fruits para distribuirlas entre los campesinos, la multinacional bananera consigui¨® que el presidente Eisenhower encargara a la CIA un golpe contra Arbenz, durante el cual fueron asesinados 45 l¨ªderes sindicales. La empresa devolvi¨® el favor a la agencia de espionaje estadounidense unos a?os despu¨¦s, aportando barcos para la fallida invasi¨®n anticastrista en Bah¨ªa Cochinos.
United Fruits fue sin¨®nimo de corrupci¨®n y poder en las rep¨²blicas bananeras centroamericanas, hasta el punto de que Wallace Booth asumi¨® la presidencia en 1975 diciendo que prefer¨ªa saber lo menos posible sobre el pasado. Booth suced¨ªa a Eli Black, que se arroj¨® desde la ventana de su despacho en el piso 44 del rascacielos PanAm. Despu¨¦s se supo que Black hab¨ªa sobornado al presidente de Honduras con 1,2 millones de d¨®lares (213 millones de pesetas).
Chiquita sigue ejerciendo hoy su poder sobre Centroam¨¦rica. Hace dos a?os, el diario Cincinnati Enquirer revel¨® que la empresa repart¨ªa sobornos en la regi¨®n, utilizaba empresas fantasma para evadir las leyes y empleaba pesticidas de forma ilegal y peligrosa. Dos d¨ªas despu¨¦s, el diario se pleg¨® a las presiones de Carl Lindner y despidi¨® al autor del reportaje, no porque ¨¦ste contuviera inexactitudes, sino por haber sido obtenido 'de forma il¨ªcita'. Ernst Stalinski, de la empresa frut¨ªcola irlandesa Fyffes, denunci¨® en 1997 que Chiquita hab¨ªa pagado a polic¨ªas hondure?os para que le secuestraran.
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