El Ecuador pasa por Lorca
Las familias de Gilberth, Narcisa y V¨ªctor Hugo sufren en el pa¨ªs suramericano por los problemas de sus seres queridos en Espa?a
En el preciso instante en que el delegado para la Extranjer¨ªa, Enrique Fern¨¢ndez-Miranda, cerraba en Quito el acuerdo de inmigraci¨®n entre los Gobiernos de Espa?a y Ecuador, 5.000 ciudadanos de este ¨²ltimo pa¨ªs, sin regularizar, amenazados de expulsi¨®n, encerrados en se?al de protesta, lamentaban en Lorca el repudio de la 'madre patria'. Al otro lado del charco les esperaban los chulqueros (usureros que prestan dinero con intereses anuales del 120%) y las hipotecas impagadas que arruinar¨¢n a sus familias. En los suburbios de Quito que se extienden por las faldas de la cordillera, por encima de los 3.000 metros de altura, sus amigos y parientes est¨¢n pendientes de lo que sucede en Espa?a. Las noticias llegan a unos peque?os locales en los que es posible alquilar una conexi¨®n a Internet y telefonear. La tecnolog¨ªa punta les mantiene al tanto en barrios como San Fernando de Guaman¨ª, a 20 minutos del centro de la capital, donde no hay agua potable y las calles est¨¢n sin asfaltar. San Fernando es un barrio marginal, pero tiene a la vez un aire rural, pues las gallinas se pasean libremente por los lodazales.
Gilberth tiene una deuda
Hace cuatro meses, Gilberth Hidalgo Aguilar, de 26 a?os, abandon¨® su empleo de ch¨®fer de autob¨²s, por el que le pagaban 100 d¨®lares al mes (unas 18.000 pesetas), dej¨® su casa en San Fernando de Guanam¨ª y se march¨® a Murcia: Eldorado. Hoy baja la voz, avergonzado, cuando confiesa que acudir¨¢ a C¨¢ritas a pedir ropa. 'Volver despu¨¦s de unos meses ser¨ªa como haber venido a darse un lujo nom¨¢s', musita. 'No tuve a nadie que me dijera la verdad de c¨®mo es la vida aqu¨ª. Vine as¨ª, emocionado, creyendo que la gente ganaba 1.000 d¨®lares al mes'.
En Madrid subsisti¨® repartiendo publicidad en el metro, a raz¨®n de 2.600 pesetas diarias. Un d¨ªa vio un anuncio en un locutorio telef¨®nico que reclamaba trabajadores para Lorca y llam¨®. Durante un mes se desplaz¨® a las plantaciones de Pulp¨ª hasta que una plaga se ceb¨® con los tomates y arras¨® con su jornal de 680 pesetas la hora.
Luego comenz¨® a trabajar con Prestoempleo, una empresa de trabajo temporal que utiliz¨® irregulares hasta que el accidente del 3 de enero, en el que perdieron la vida 12 compatriotas en un paso a nivel, convirti¨® en esc¨¢ndalo lo que todos conoc¨ªan de sobra: 'El encargado dijo que ya no pod¨ªan trabajar m¨¢s sin papeles'. Hace m¨¢s de 20 d¨ªas que no gana un duro y a¨²n le restan 1.400 d¨®lares (252.000 pesetas) del pr¨¦stamo que suscribi¨® con un banco (36% de inter¨¦s anual). 'Mi familia tampoco tiene dinero, nos encontramos desesperados. En vez de ayudarles, ahora tendr¨¢n que ayudarme ellos a m¨ª', se lamenta. Casi en un susurro desliza: 'Es dura y triste la vida del emigrante'.
Gilbert no conoce al m¨¢s peque?o de sus dos sobrinos, hijo de su hermano Gustavo. El beb¨¦ tiene un mes. En su humilde casa de Quito, Gustavo relata que los primeros d¨ªas en Espa?a fueron muy dif¨ªciles para Gilberth. 'Estaba triste y desesperado', dice.
Los dos hermanos saben bien lo que es la emigraci¨®n. Llegaron a la capital hace diez a?os desde Guaranda, una peque?a ciudad al suroeste de Quito, ignorada desde hace d¨¦cadas en los planes de desarrollo de los Gobiernos. Atr¨¢s quedaron sus padres y otros dos hermanos.
Gustavo teme que la Ley de Extranjer¨ªa coloque a su hermano en peligro de deportaci¨®n. 'Quisi¨¦ramos que se quedara un tiempo m¨¢s para que, al menos, pueda pagar la deuda del pasaje', dice.
Casado y con dos hijos, y ch¨®fer de una empresa farmac¨¦utica, Gustavo dice que no ha pensado emigrar. Gilberth le ha contado que en Espa?a los indocumentados no pueden moverse libremente. Advierte de que en el Ecuador cada vez es m¨¢s dif¨ªcil conseguir un trabajo. 'Con la dolarizaci¨®n [el Gobierno del presidente Gustavo Noboa decidi¨® adoptar el d¨®lar como moneda nacional hace un a?o] han aumentado el desempleo y la delincuencia', comenta.
Desde la terraza de la casa de la familia Hidalgo se puede ver el sur de la ciudad y las calles irregulares del barrio. En Ecuador, el 69% de la poblaci¨®n vive bajo la l¨ªnea de pobreza. Evelyn, la primera hija de Gustavo Hidalgo, corre en direcci¨®n a una tienda, a esperar la llamada telef¨®nica desde Lorca de su t¨ªo, como todos los domingos.
Narcisa y el futuro de Evelyn
Evelyn, la hija de Narcisa Cuasqu¨¦n Almeida, necesit¨® ayuda psicol¨®gica en Quito para afrontar la separaci¨®n de su madre, que abandon¨® el pa¨ªs hace cinco meses. Dej¨® de rendir en la escuela, incapaz de superar el vuelco que acababa de experimentar su vida a los 9 a?os. 'Se opon¨ªa a quedarse sin mam¨¢. Le expliqu¨¦ que yo no ganaba lo suficiente para pagar sus estudios, y una intenta que los hijos salgan adelante', rememora Narcisa en Lorca.
El psic¨®logo y las primeras remesas de dinero procedentes de Espa?a suavizaron, sin embargo, la separaci¨®n. Evelyn se compr¨® ropa de moda y ya so?aba con 'una computadora'. Un regalo, hoy por hoy, fuera del alcance de Narcisa, angustiada por los 1.500 d¨®lares (270.000 pesetas) que a¨²n debe en Ecuador y la falta de jornales, que la obligan a subsistir con una comida al d¨ªa: 'Uno se lo deja todo por venir a prosperar un poco. Mi deseo era traerla a ella cuando terminase de pagar y hacerme una casita all¨¢. Si no tuviera la deuda no me importar¨ªa irme'. Ni siquiera la desesperaci¨®n resta ternura y candidez a las palabras de Narcisa, que habla a veces como pidiendo perd¨®n por haber so?ado con progresar una pizca.
Quien cuida de Evelyn es Nelly ?lvarez, prima de Narcisa y como ella madre soltera. Ambas nacieron en un pueblo pr¨®ximo a la frontera con Colombia y emigraron a Quito hace ocho a?os. Las ¨²nicas puertas que se abrieron para ellas en la capital fueron las de los pisos que deb¨ªan limpiar cada d¨ªa para juntar unos ingresos de apenas 50 d¨®lares al mes (9.000 pesetas).
'Hemos tenido una vida dura', dice Nelly. Una vida que sus hijas parec¨ªan condenadas a heredar. 'La pobreza se arrastra', sostiene. En Ecuador, la miseria se traslada de madres a hijas en un c¨ªrculo vicioso, que s¨®lo la emigraci¨®n parece capaz de romper. 'Ve¨ªa como Narcisa sufr¨ªa. Sab¨ªa que le esperaba una vida igual a la m¨ªa'. Nelly pens¨® que era el momento de darle una oportunidad. Se comprometi¨® a cuidar de la peque?a Evelyn y la anim¨® a irse.
Evelyn y Nelly se ven s¨®lo por las noches. La ni?a llega a casa, se calienta la comida, hace la tarea de la escuela y la espera. Pero los fines de semana est¨¢n siempre juntas. Evelyn va a quinto curso de educaci¨®n b¨¢sica y cuenta que una de sus compa?eras le ha dicho que su 'mam¨¢ tambi¨¦n tiene que trabajar en Espa?a'.
V¨ªctor Hugo, por desesperaci¨®n
Acurrucado junto al portal de un edificio municipal, V¨ªctor Hugo pas¨® la noche del jueves 18 a la intemperie. A pocos metros, en la iglesia de San Mateo, dorm¨ªan cerca de un centenar de inmigrantes, que protagonizaron el primer encierro contra la Ley de Extranjer¨ªa. V¨ªctor Hugo, el m¨¢s lac¨®nico de los cinco suramericanos que han dormido al raso, ya no puede afrontar el alquiler del piso, despu¨¦s de varias semanas sin acudir al tajo. Comienza a escasearle el dinero para comer, pero ya no se molesta en madrugar para tentar fortuna en alguno de los puntos donde antes las empresas recog¨ªan mano de obra sin mayores miramientos legales. Casi nadie quiere irregulares desde el fat¨ªdico d¨ªa del accidente del tren.
Envuelto entre mantas y cartones, que apenas aten¨²an el fr¨ªo de las madrugadas de Lorca, donde la temperatura puede descender hasta los dos grados, Maldonado muestra una mezcla de timidez y recelo a la hora de hablar de s¨ª mismo, que se suma al sopor propio de quien est¨¢ desperez¨¢ndose. Sobre el sue?o y la parquedad prevalece un aire de resentimiento hacia Espa?a, que no esconde. 'La madre patria nos pide papeles', recalca. Y cuando uno de sus compa?eros dice que los papeles ya se pagaron cuando Col¨®n descubri¨® Am¨¦rica, V¨ªctor Hugo remacha: 'Por esta vida y la otra'.
Los Maldonado son una familia de izquierdas. La mayor¨ªa de los nueve hermanos ha trabajado en sindicatos y cooperativas campesinas y de vivienda. Tres son emigrantes. Uno de ellos vive en Chile desde hace dos d¨¦cadas, y tiene all¨ª una tahona, tan pr¨®spera que planea abrir una sucursal en Miami. Otro de los hermanos vive en Orlando (EE UU), donde trabaja para una cadena de hoteles. Pero al menor de la familia, V¨ªctor Hugo, de 30 a?os, que ahora vive en Espa?a, le persiguen las crisis. Estuvo unos a?os en Chile, hasta que los problemas econ¨®micos de mediados de 1999, que provocaron la p¨¦rdida de miles de puestos de trabajo, le obligaron a dejar el pa¨ªs. A su regreso a Ecuador se encontr¨® con otro descalabro, el m¨¢s grave de la regi¨®n en los ¨²ltimos dos a?os: la banca quebr¨®, el Gobierno del ex presidente Jamil Mahuad orden¨® la incautaci¨®n de los dep¨®sitos bancarios de todos los clientes y la moneda, el sucre, se devalu¨® en un 400%. V¨ªctor Hugo decidi¨® entonces marcharse a Espa?a.
'Se fue con ganas de conocer el pa¨ªs y de viajar a Italia y Francia. Pero al parecer se encontr¨® con la crisis de los inmigrantes ecuatorianos en Murcia, tras el accidente de Lorca', dice Fernando, el mayor de los Maldonado, profesor universitario y sindicalista. 'O¨ª la noticia del accidente en la radio, cuando iba en el coche. Me detuve para escuchar la lista de las v¨ªctimas. Respir¨¦ aliviado. M¨¢s tarde, V¨ªctor Hugo llam¨® por tel¨¦fono a casa para tranquilizarnos', dice.
Fernando vive con su familia en un barrio de clase media en el centro de Quito. Su esposa trabaja para el Ministerio de Bienestar Social. Cree que su hermano decidi¨® marcharse porque, como muchos j¨®venes, ha perdido la confianza en el pa¨ªs: 'La corrupci¨®n destruye la fe. Los j¨®venes no tienen ninguna certeza de lo que les deparar¨¢ el futuro', dice, ajeno a que su hermano intenta dormir al raso en Lorca, 9.000 kil¨®metros al este.
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