Las pensiones, una cuesti¨®n pendiente
Hace seis a?os, tras una ardua tarea de diferentes personas e instituciones, se gener¨® un debate sobre el sistema p¨²blico de pensiones que termin¨® llegando a la opini¨®n p¨²blica. La conclusi¨®n fue contundente: era necesaria una profunda reforma si se quer¨ªa garantizar su viabilidad en pr¨®ximas d¨¦cadas. Poco despu¨¦s se alcanz¨® el Pacto de Toledo y, adem¨¢s, se fue consolidando la expansi¨®n econ¨®mica. Hoy la situaci¨®n parece haber cambiado. El sistema de pensiones contributivas tiene un aparente super¨¢vit, por lo que se califica de alarmistas a los que mantienen que el problema subsiste. La consecuencia es una gran confusi¨®n en la sociedad sobre el tema.
El super¨¢vit actual no se debe a las medidas del Pacto de Toledo, que no han reducido el gasto, sino a circunstancias transitorias, como la desaceleraci¨®n del n¨²mero de altas como pensionistas resultado de la ca¨ªda de la natalidad durante la Guerra Civil. Adem¨¢s, todo el gasto sanitario se financia hoy con otros impuestos y no con cotizaciones sociales, como se hac¨ªa antes. Pero, en contra de lo que a veces se defiende, no se debe al fuerte crecimiento del empleo en los ¨²ltimos a?os. El peso de las cotizaciones en el PIB no depende de la evoluci¨®n del empleo ni se ve muy afectado por la fase c¨ªclica de la econom¨ªa. Y la actual expansi¨®n no es una excepci¨®n, como muestra la evoluci¨®n de dicho ratio. Para aumentarlo ser¨ªa necesario incrementar los tipos efectivos medios de las cotizaciones, pero ello supondr¨ªa ir en contra de una corriente de opini¨®n muy generalizada que demanda su reducci¨®n.
La consecuencia es inmediata. Si se quiere preservar el sistema, debe controlarse el gasto. Y el problema es que la evoluci¨®n del gasto, a falta de cambios normativos, depender¨¢ de variables demogr¨¢ficas. La esperanza de vida al nacer, que se ha m¨¢s que duplicado en el siglo XX, seguir¨¢ creciendo las pr¨®ximas d¨¦cadas, mientras que la tasa de fecundidad, que ha ca¨ªdo hasta 1,2 hijos por mujer, la menor del mundo, aunque aumentar¨¢, seguir¨¢ lejos del nivel de reposici¨®n de 2,1. Por tanto, la posibilidad de que la estructura demogr¨¢fica mejore sustancialmente en el corto y medio plazo es casi nula, ya que los cambios en sus determinantes, suponiendo que se produzcan, requieren tiempo, y la unidad de tiempo en demograf¨ªa es m¨¢s amplia que en econom¨ªa. Por ello, la ¨²nica forma de mejorar la estructura de la poblaci¨®n en el corto y medio plazo es aumentar la inmigraci¨®n. Ello requerir¨¢ voluntad pol¨ªtica y planificaci¨®n adecuada: ser¨¢ necesario destinar m¨¢s recursos a sanidad y educaci¨®n, y aplicar una pol¨ªtica selectiva. En resumen, la tasa de dependencia (peso de la poblaci¨®n de m¨¢s de 65 a?os en la poblaci¨®n en edad de trabajar) se sit¨²a hoy en el 24,3%. Aun en el caso de que la tasa de fecundidad se recuperara hasta 1,5 hijos por mujer y el promedio anual de inmigrantes fuera de 100.000, la tasa de dependencia aumentar¨ªa progresivamente hasta cerca del 30% en 2020 y al 56% en 2050. Y ello sin suponer que la esperanza de vida al nacer pueda crecer hasta los niveles que pronostican algunas prestigiosas instituciones. Para que la tasa de dependencia no creciese en las pr¨®ximas dos d¨¦cadas se requerir¨ªa un aumento de la poblaci¨®n en edad de trabajar del 0,9% anual, y ello s¨®lo ser¨ªa posible mediante la inmigraci¨®n: se precisar¨ªa un promedio de m¨¢s de 300.000 inmigrantes al a?o hasta 2020.
Aunque la evoluci¨®n del mercado de trabajo sea muy favorable, creciendo la tasa de actividad hasta los niveles de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados y reduci¨¦ndose la tasa de desempleo hasta el 5%, el perfil de las variables demogr¨¢ficas va a suponer que el peso del gasto en pensiones contributivas sobre el PIB aumente de forma progresiva y continuada desde el 9% actual, lo que sin duda cuestiona la viabilidad del sistema.
Por ello, urge alcanzar acuerdos para tomar medidas que puedan quebrar dicha evoluci¨®n del gasto. En primer lugar, aumentar el n¨²mero de a?os a computar para el c¨¢lculo inicial de la pensi¨®n, hasta llegar al total de la carrera laboral. En segundo lugar, retrasar la edad de jubilaci¨®n. Aunque hoy se sit¨²a en los 65 a?os, la edad efectiva es de 62, por lo que se deber¨ªa retrasar en el sector p¨²blico e incentivar, de momento voluntariamente, en el privado. Una posibilidad es que se congele la pensi¨®n obtenida, eliminando el pago de cotizaciones de todo tipo para los trabajadores que sigan en activo. En tercer lugar, deber¨ªa reducirse o incluso eliminarse la mayor generosidad relativa de los reg¨ªmenes especiales respecto al general. Y, por ¨²ltimo, propiciar el cambio hacia un sistema mixto de pensiones en el futuro, favoreciendo el ahorro a largo plazo.
David Taguas es subdirector del Servicio de Estudios del BBVA.
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