Naturaleza maltratada
Insistimos en dominar y exprimir a la naturaleza como si fuera un lim¨®n, desde el desconocimiento y la codicia, sin valorarla, desde lejos, inconscientes de su dignidad, y ajenos a equilibrio alguno. Y ya se sabe, la avaricia rompe el saco. Me lo recordaba aquel loco de gafitas y pelo largo que parec¨ªa alimentarse s¨®lo de lechugas: 'Estamos tensando mucho la cuerda...' y esto tiene l¨ªmites. Ahora se rebelan las vacas ante nuestro af¨¢n de convertirlas a trompicones en carn¨ªvoras. Probablemente los pollos esperen su momento en los campos de concentraci¨®n donde malviven hacinados, y los peces acaben escupi¨¦ndonos a la cara m¨¢s de un vertido t¨®xico o nos acusen desde las piscifactor¨ªas, y tantas otras sorpresas...
Todo el laboratorio qu¨ªmico-hormonal y nuclear en que hemos convertido al planeta nos demuestra que no hemos encontrado nuestro sitio como simples seres humanos, ni m¨¢s ni menos, y la naturaleza nos lo puede llegar a recordar con algo m¨¢s que un palmet¨®n amigable y sin poner, como tantas otras veces, la otra mejilla. Cuando construimos en el cauce de un r¨ªo, tarde o temprano vendr¨¢ la tragedia; si seguimos talando ¨¢rboles al ritmo especulativo actual, el fantasma de la desertizaci¨®n ir¨¢ abriendo nuevas tumbas... Esa filosof¨ªa de 'act¨²a primero, pon la mano calentita despu¨¦s, luego sigue extendiendo los tent¨¢culos, y no asumas nunca tu responsabilidad', lejos de estar remitiendo, se extiende como una plaga ante el pasotismo ciudadano y el de la justicia.
La alimentaci¨®n tampoco se ha salvado de esta explotaci¨®n incontrolada. El carro del sistema de producci¨®n salvaje y suicida en que nos hemos subido disminuye costes para que proliferen intermediarios y pelotazos econ¨®micos y nos ha acostumbrado a ahorrar en cuestiones prioritarias como la alimentaci¨®n y la salud (por no hablar de la cultura), al tiempo que parece normal gastar desaforadamente en coleccionar coches, en tabaco, en objetos de saldos imaginarios, en hipotecas sangrantes y eternas...
Se tercia una urgente reflexi¨®n pos capitalista sobre el concepto de progreso, porque pese a las infinitas puertas prometidas, Internet no nos va a proporcionar la comida, ni podr¨¢ sustituir al enorme caudal de vida y valores de la naturaleza. Tal vez debamos volver la cabeza hacia peque?as cosas como llevar a los ni?os al campo para que aprendan que la leche no viene de las f¨¢bricas, que la aut¨¦ntica yerba no est¨¢ en los campos de f¨²tbol de la televisi¨®n, que las vaquitas son herb¨ªvoras y que lo natural encierra muchas respuestas y todo el futuro. Ahora sabemos que en esto nos va el pellejo. -
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