Una buena acogida para 'You're the one', ¨²nica pel¨ªcula espa?ola en la competici¨®n
La magistral 'Peque?o Senegal' y una divertida chapuza de Kusturica completan la jornada
Las reacciones del p¨²blico de las sesiones matinales -¨²nicas veraces- ante los filmes son aqu¨ª observadas con lupa, pues en la Berlinale abundan a esas horas los espectadores avezados en la aventura de la percepci¨®n a bote pronto de las bondades, o la falta de ellas, de una pel¨ªcula. Ayer, este p¨²blico ma?anero aguant¨® la respiraci¨®n con comodidad ante la porosa pantalla de You're the one -pel¨ªcula dirigida por Jos¨¦ Luis Garci y ¨²nica espa?ola en concurso- durante la proyecci¨®n, y al final rubric¨® la buena acogida con un aplauso un¨¢nime.
You're the one es una pel¨ªcula medida, calculada y realizada con solvencia. Es un trabajo de buena profesionalidad, que presenta algunas quiebras y zonas flojas en la escritura, pero que se mantiene viva gracias sobre todo al juego libre de los int¨¦rpretes, que est¨¢n bien motivados, conjuntados e interrelacionados por la direcci¨®n de Jos¨¦ Luis Garci, pero que escapan, mediante delicados brotes de singularidad, de la mec¨¢nica de la uniformidad y saltan, como anzuelos con vida propia, de la pantalla a la sala en busca de que el espectador los identifique, los haga suyos. Y, arrastrada por sus rostros, la pel¨ªcula ayer funcion¨® aqu¨ª.
Estos momentos de caza y captura sentimental de sus actores y actrices trenzan lo mejor, lo m¨¢s convincente de You're the one, y fue evidente aqu¨ª su eficacia -en forma de 2.000 miradas absortas, en el borde de la l¨¢grima, y de respiraci¨®n inaudible o de silencio audible- sobre una sala repleta de gentes procedentes de las cuatro esquinas del planeta que, sin tener ning¨²n antecedente visual de lo que ocurr¨ªa en la pantalla, exteriorizaban con pudor, suave pero visiblemente, s¨ªntomas de que se dejaban atrapar sin resistencia por cada inflexi¨®n o cada curva del flujo creado e irradiado por las poderosas y amistosas presencias de Ana Fern¨¢ndez, Manuel Lozano, I?aki Miram¨®n, Julia Guti¨¦rrez Caba, Juan Diego, Carlos Hip¨®lito y Lydia Bosch. Y aqu¨ª ayer se vivieron en muy diferentes registros idiom¨¢ticos sus maneras de vivir.
Tr¨¢gica esclavitud
Como se vivieron, y a fondo, las formas de vida con que secuestra, de manera completamente inesperada, nuestros ojos el bell¨ªsimo filme senegal¨¦s Peque?o Senegal, dirigido por Rachid Boucharef, que nos sumerge poco a poco -sin que nos demos cuenta de que va envolvi¨¦ndonos en ella hasta que ya estamos envueltos en su m¨¢gica sencillez- en la colosal, de proporciones inimaginables y aterradoras, tragedia hist¨®rica de la esclavitud. La pel¨ªcula concursa y, tanto por lo que cuenta y por c¨®mo lo cuenta, tiene perfume de obra premiada.
El invento argumental mediante el que Peque?o Senegal introduce en esa su peque?ez la enormidad de lo que cuenta es de una simplicidad desarmante, magistral: un viejo africano, herida a¨²n su memoria por la fractura que sufri¨® su familia a finales del siglo XVIII, a causa de la parte que le toc¨® del hachazo de los bestiales negreros de los barcos esclavistas, decide viajar a Estados Unidos en busca de lo que quede, si es que queda algo, de sus lejanos primos herederos del lado americano de aquella atroz caza sin cuartel del hombre por el hombre.
Y el hombre viaja, y encuentra a una remota prima neoyorquina, una anciana de sorprendente singularidad c¨®mica y dram¨¢tica, una quiosquera de Harlem en la que se resume el eco del horror de su origen y el despliegue de gracia y de inteligencia que fue necesario para la supervivencia de su gente a lo largo de dos siglos. La pel¨ªcula, toda ella, es el hermoso despliegue narrativo y po¨¦tico de este extra?o y conmovedor encuentro de las dos ?fricas, la africana y la americana, que estos dos maravillosos ancianos resumen en su piel.
Es Peque?o Senegal cine pobre, vivo y muy bien hecho. Y cine vivo y pobre, pero rematadamente mal hecho es Super 8 Stories by Emir Kusturica, cuyo t¨ªtulo es casi una radiograf¨ªa involuntaria de su contenido y, sobre todo, de su forma, que es una divertida y alegre chapuza destinada a la autoglorificaci¨®n del estupendo y ciertamente un poco megal¨®mano director bosnio afincado en Belgrado. Emir Kusturica se sirve de su enorme fama para vender a medio mundo un filme situado bajo m¨ªnimos profesionales, una habilidosa combinaci¨®n de publicidad para su grupo de rock No Smoking -autores de la banda sonora de Gato negro, gato blanco- y de las ra¨ªces de la m¨²sica de esta gente en la tierra abonada de la herida hist¨®rica todav¨ªa abierta de la guerra de Yugoslavia. La pel¨ªcula se ve bien, pese al desastre de su confecci¨®n, hecha de retales de cine casero improvisado con camaritas de super 8 y de v¨ªdeo de pueblo en pueblo, de escenario en escenario, de pelea en pelea y de vac¨ªo en vac¨ªo.
Desierto y tedio
Si la desfachatez de Kusturica nos da un ba?o de m¨²sicas burras, desierto y tedio es lo que nos da la pel¨ªcula polaca Weiser, dirigida con nieblas y solemnidad por el veterano Wojciech Marczewski, que se empe?a en hacernos dar vueltas alrededor de un suceso que nunca nos explica, por lo que es imposible saber en qu¨¦ consiste la enrevesada y obsesiva busca de un atormentado ejecutivo cuarent¨®n en la Varsovia capitalista de ahora de algo que se esconde en su memoria y que le ocurri¨® cuando era un muchacho golfo y airado en los arrabales de la Varsovia comunista. No hay manera de averiguar el sentido de esta encuesta interior, aunque parece probable que se trate de una met¨¢fora con derivaciones metaf¨ªsicas o teologales, lo que desborda el cauce de una simple cr¨®nica cinematogr¨¢fica.
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