Sombras en el escaparate
No es cosa de ahora, pero en los ¨²ltimos a?os lo que esta cosa tiene de estafa y de acto de intrusismo se ha acentuado. Hablo de que el viejo equilibrio que en los grandes festivales de cine manten¨ªan el escaparate y el laboratorio se est¨¢ rompiendo poco a poco. Y aquella antes equilibrada balanza se inclina cada vez m¨¢s hacia las luces del escaparate donde se hilan los negocios, dejando casi en la inexistencia las sombras del laboratorio donde se tejen los delicados hilos del lenguaje del cine. Son tildadas estas sombras de improductivas, y tal vez lo son de hoy para ma?ana, pero un poco m¨¢s a la larga, de hoy para pasado ma?ana, su productividad no s¨®lo es real, sino la ¨²nica cierta. Es la evoluci¨®n del lenguaje lo que engrasa el movimiento que hace posible el cine que viene, el que est¨¢ a¨²n larvado y en per¨ªodo de forja, incluido el bajo cine del escaparate. Cuando hace medio siglo surgieron en Europa los movimientos de renovaci¨®n formal o nuevas olas, las pel¨ªculas que desencadenaron no daban m¨¢s francos o pesetas que las que contaban con los dedos de la abuela unas cuantas manos de cin¨¦filos c¨®mplices. Pero eso que desencadenaron es hoy una mina de oro. No existir¨ªan ayer las millonadas de El soldado Ryan si no hubiera existido anteayer la pobreza de El diablo sobre ruedas, ni esta aventura hubiera sido posible sin una ojeada hacia atr¨¢s, hacia sus ra¨ªces, de Steven Spielberg en busca de lo que hace medio siglo introdujeron en el equipaje de la mirada contempor¨¢nea mirones como Jean-Luc Godard y John Cassavetes. Una vez le preguntaron a Francis Coppola c¨®mo hab¨ªa encontrado la mina de oro de El padrino y dijo que el mapa se lo hab¨ªa robado a Michelangelo Antonioni. No bromeaba, pues tras el estilo de Coppola est¨¢, como ra¨ªz, el de su lejano maestro.
Y vuelta al principio. Los dos o tres grandes festivales, en los que sobre el papel se concentran los t¨ªtulos y los rostros m¨¢s ilustres del cine del mundo, en realidad tienden a ser amontonamientos de celuloide movido por la l¨®gica del negocio de la compraventa de im¨¢genes al por mayor. La histeria de la productividad instant¨¢nea est¨¢ olvidando que el cine productivo de ma?ana hay que sembrarlo hoy en ese territorio triangular de la improductividad que limita con lo desconocido, lo aventurado y lo arriesgado. Y ¨¦se es el cine que el jurado de esta Berlinale ha hecho que aflore.
Este entendimiento de lo que pasa no est¨¢ s¨®lo en el reconocimiento de algo tan evidente como que Intimidad es cine futuro que brota ahora y que con el desconcierto que siembran algunas de sus secuencias presagia algo que a¨²n no existe. El entendimiento de lo que pasa est¨¢ tambi¨¦n en la forma limpia con que han ido a parar al cesto del celuloide innecesario pel¨ªculas de tanto relumbr¨®n como Finding Forrester, Chocolate y, sobre todo, Traffic, que iba de ganadora por aclamaci¨®n y nada se ha llevado de esta Berlinale, salvo el reconocimiento del inmenso talento de Benicio del Toro, que ya se sab¨ªa.
Es justo ese olvido, porque Traffic -como otras pel¨ªculas de corte e ideolog¨ªa similares, como Erin Brockovick, J¨®venes Prodigiosos y Gladiator- incurre en la vergonzosa contradicci¨®n, que entra en el corral de la pura y simple inmoralidad, de proponer un despliegue inicial de cine valiente sobre el pozo sin fondo del tr¨¢fico de drogas para poco a poco ir cercando esta aventura y desviar la pantalla hacia una resoluci¨®n cobarde del audaz comienzo. El dinero ordena, y es obedecido, que la pel¨ªcula se traicione a s¨ª misma y que la dura verdad que indaga se cubra al final de mentira acaramelada que la haga digerible por los est¨®magos conservadores. ?Qu¨¦ pinta una mentira de este calibre en la Berlinale? A esa pregunta ha respondido el jurado ech¨¢ndola fuera.
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