Eleg¨ªa
Cinco mujeres hacen la eleg¨ªa de el hombre que ha vuelto a su casa para morir: le han esperado a?os, han dedicado su vida a esta espera, como se supon¨ªa que hac¨ªan las mujeres. Hermano, hombre, hijo, nadie tiene nombre propio en la obra -fue expulsado de la casa por el padre nunca sabremos por qu¨¦- y andado por los caminos hasta que, agotado, ha llegado con su macuto, o petate de marino, o militar; cay¨® agotado, muri¨®. Esta obra se estren¨® en 1994; el autor muri¨® un a?o despu¨¦s, en 1995, de sida. Tenemos alg¨²n derecho a imaginar que es de ¨¦l mismo de quien est¨¢ hablando: de la proximidad de su final, y que estas mujeres son ¨¦l mismo haciendo su necrolog¨ªa, recordando su vida, su br¨ªo, su rareza de entonces.
Yo estaba en casa y esperaba que viniera la lluvia
Autor: Jean-Luc Lagarce. Traducci¨®n: Joan Casas. Int¨¦rpretes: Natalia Hern¨¢ndez, Nerea Moreno, Elvira Cuadrupani,, Maribel Vitar, Bel¨¦n Guerra. Vestuario: Victoria dal Vera. Teatro el Cruce. Direcci¨®n: Ernesto Caballero. Teatro Galileo, del Ayuntamiento de Madrid.
Jean-Luc Lagarre fue un autor fugaz. Su Diario ¨ªntimo le revela como homosexual desde su infancia, enamorado y correspondido por sus peque?os amigos. Miraba con nostalgia un tiempo que apenas hab¨ªa conocido: nacido en 1957, hab¨ªa pasado por mayo de 1968 sin enterarse, y dec¨ªa que s¨®lo hab¨ªa conocido lo que fracas¨® entonces. Se encontraba raro, distinto. Puede que la homosexualidad en una casa proletaria y protestante de un pueblo de Alta Saboya le diera esa sensaci¨®n de extra?o: m¨¢s bien creo que era la extranjer¨ªa de Ionesco, de Beckett, de Camus, cuya forma de mirar al mundo sin reconocerlo se encuentran en su teatro. Fund¨® el Th¨¦?tre de la Roulotte, estren¨® una veintena de obras, hizo v¨ªdeo, prepar¨® alg¨²n gui¨®n, dirigi¨® sus obras y las de otros (dec¨ªa que dirigir es fingir que se escribe) y lleg¨® a la muerte, despu¨¦s de una enfermedad consuntiva y dura. Eso s¨ª, lleg¨® con la sensaci¨®n de que era un autor cumplido, admirado, traducido. Menos extra?o, menos extranjero de lo que cre¨ªa.
Las cinco mujeres dise?an entre sombras esta figura de la que vamos a saber poco. Hablan de s¨ªa mismas. Son cinco mon¨®logos, partidos en parlamentos largos que pasan de una a otra, y en los que tambi¨¦n est¨¢n sus propios datos biogr¨¢ficos, pero siempre incompletos. En estas razones, y en el lenguaje mismo -bello, po¨¦tico, duro, evocativo: los mon¨®logos son como recitales- encuentro relaciones con el nouveau roman de los a?os sesenta-ochenta; el final del relato lineal, la mezcla del tiempo, el descubrimiento de datos clave despu¨¦s de haber conocido sus efectos. Se escuchan con atenci¨®n y con inter¨¦s: su calidad nos defiende del agotamiento que podr¨ªa suponer el teatro inm¨®vil. Las cinco actrices lo dicen muy bien: buenas voces, buena entonaci¨®n. No s¨¦ si es que son de una misma escuela, si mantienen esa identidad voluntariamente en su compa?¨ªa, que ellas llaman, con esta ortograf¨ªa, teaTro el cRuce, o que el director Ernesto Caballero ha querido que se identificaran como si fueran una voz. Sin embargo, ha contribuido a distinguir unas de otras visti¨¦ndolas de colores.
El domingo por la tarde hab¨ªa en la sala veinte o treinta personas. Esta obra maestra y esta interesante representaci¨®n la deb¨ªan ver muchas m¨¢s. Incluso las que se dedican al teatro deb¨ªan romper sus votos de no asistencia: algo se aprende siempre.
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