Reforma m¨ªnima
Casi con efectos pedag¨®gicos puede establecerse una separaci¨®n de la reforma laboral, ese confuso proceso de negociaci¨®n sobre las condiciones del mercado de trabajo que parece eterno, en tres fases distintas. La primera ser¨ªa la correspondiente a las conversaciones sobre modalidades de contrataci¨®n, que acab¨® con aquellos cambios m¨ªnimos en las condiciones de coste de despido y de indemnizaci¨®n en algunos tipos de contratos a tiempo parcial; la segunda ser¨ªa la atinente a las pensiones, que acaba de terminar con leves modificaciones en los c¨¢lculos de la pensi¨®n y periodos de jubilaci¨®n -casi lo ¨²nico importante es la posibilidad de que se pueda percibir parte de la jubilaci¨®n y parte de un sueldo en una especie de econom¨ªa mixta privada-p¨²blica en determinados casos-, y la tercera fase, por realizarse, tratar¨¢ de las condiciones de la negociaci¨®n colectiva.
Hasta ahora, la reforma laboral no ha conseguido la aprobaci¨®n de los agentes sociales, que es la ventaja de un cambio pactado
A pesar del recio triunfalismo que impregna las informaciones oficiales y oficiosas sobre los resultados de la reforma laboral conseguidos hasta ahora, resulta que ni siquiera se han respetado las condiciones m¨ªnimas de una negociaci¨®n laboral. La primera y principal es que en ninguna de las dos primeras fases de ha conseguido el acuerdo o la aprobaci¨®n plena de todos los agentes sociales, con lo cual no existe la aquiescencia social, que es una de las ventajas de una reforma pactada. En la primera fase, la reforma de la contrataci¨®n, el Gobierno se apresur¨® a imponer sus criterios por decreto, sin contar con la opini¨®n de los sindicatos, so pretexto para tanta prisa de que se agotaba el plazo (?) de la negociaci¨®n. En la segunda fase se ha registrado la negativa de la Uni¨®n General de Trabajadores (UGT) a aceptar las propuestas de reforma, que s¨ª han sido aprobadas por Comisiones Obreras (CC OO). Podr¨¢ decirse, pues, cualquier cosa de los tramos de la reforma laboral vencidos hasta ahora, salvo que se ha cubierto felizmente el objetivo pol¨ªtico de alcanzar el m¨¢ximo acuerdo social sobre el mercado del trabajo y las normas que lo regulan.
Sobre el contenido de los acuerdos alcanzados hasta hoy no es necesario profundizar, porque ninguno de ellos modifica sustancialmente las condiciones previas del mercado, y las modificaciones m¨ªnimas lo son en tal medida que apenas har¨¢n perceptible cualquier mejora que produzcan. S¨ª cabe decir que, como en un juego de compensaciones mutuas, en la fase de contrataci¨®n se impuso por goleada el Gobierno, aunque s¨®lo sea porque hizo lo que le pareci¨® oportuno sin participaci¨®n alguna de los sindicatos, mientras que en la fase de las pensiones casi todo han sido concesiones a CC OO, quiz¨¢ como t¨¢ctica para ahondar en sus diferencias pol¨ªticas con UGT.
Queda la tercera fase, que es la que menos posibilidad de componenda ofrece. En esa mesa de negociaci¨®n, los empresarios y los sindicatos tienen que dirimir cuestiones tales como la preeminencia de los convenios de empresa sobre los sectoriales, una vieja aspiraci¨®n de los economistas m¨¢s ortodoxos y de los partidarios de la flexibilidad del mercado laboral, o la pol¨¦mica sobre la ultraactividad de los convenios, es decir, su permanencia transitoria cuando han vencido, se est¨¢n negociando otros nuevos y se da por hecho que el convenio vencido es el m¨ªnimo punto de partida para construir el siguiente. Aqu¨ª habr¨¢ desempate. Pero lo m¨¢s interesante ser¨¢ el calibrar cu¨¢l es el temple de este Gobierno y hasta d¨®nde est¨¢ dispuesto a llegar para conseguir una reforma pactada. Porque, por lo visto hasta ahora, no llega demasiado lejos.
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